Capítulo Veinticuatro.

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La respiración de ambos chicos era irregular, sus corazones estaban acelerados, el calor que emanaba de sus cuerpos era abrasador, siendo sus rostros los principales afectados por el mismo, teniendo un notable color rojizo, sus piernas temblaban luego del esfuerzo realizado y sus labios hinchados por los tantos besos proporcionados.

El rizado se había tumbado a un costado del castaño, inhalando y exhalando profundamente para normalizar la cadencia de su respiración y recuperar la estabilidad en su cuerpo. El ojiazul se giró a mirar a su pareja, dibujando una gran sonrisa en su rostro. Tomó el borde de la última sábana que quedaba sobre la cama y, después de recorrer por última vez en esa noche el cuerpo húmedo y completamente desnudo del rizado, lo cubrió hasta el pecho.

Se inclinó ligeramente en la cama con ayuda de su codo, apoyando su cabeza en la palma de su mano. Acercó su mano delicadamente al rostro del contrario y, con gentileza, hizo a un lado los rizos que se habían pegado en su frente debido al sudor. El rizado esbozó una sonrisa, manteniendo sus ojos cerrados. Tomó la mano del castaño y la acercó a sus labios, depositando un beso tierno en el dorso de la misma.

La mirada del castaño recorrió el rostro del menor, sintiéndose tan afortunado de tenerlo a su costado, de poder acariciarlo, besarlo y tocarlo hasta verlo llegar al orgasmo. Se sentía tan privilegiado de ser amado por la persona de la que había estado enamorado por tanto tiempo.

— ¿Sabes que es lo mejor de todo?—. Preguntó el ojiazul, acariciando los nudillos del rizado.

— ¿Qué es?—. Cuestionó el ojiverde luego de recuperar el ritmo de su respiración.

— Que... Siempre había querido salir con alguien que tuviera pechos pequeños—. Respondió con una sonrisa burlona.

Harry abrió los ojos con pesadez, lanzándole una mirada cargada de indignación e incredulidad.

— También, que tuviera unos lindos rizos desordenados... Un par de hermosos ojos esmeralda... Labios increíblemente delgados pero lo suficiente para complementarse con los míos.

El rizado lo miraba atento, levantando poco a poco sus comisuras.

— Alguien que fuera algo terco pero seguro de lo que hace... Leal... Honesto... Alguien con quien pudiera compartir la mayoría de mis días estando en la misma casa, aún si no era posible hacerlo en la misma cama.— Pausó, entrelazando los dedos de sus manos con los del contrario.— Una persona que realmente se preocupara por mi y, que cada vez que yo le dijera algo lindo, se ruborizara y me golpeara—. Agregó, riendo y provocando que Harry riera también. — Y... ¡Qué grande es el destino! ¿Cómo no me había dado cuenta de que, todo lo que siempre había querido y necesitado y qué por alguna extraña razón desconocía, lo tenías tú?

Los latidos del rizado se aceleraron nuevamente. Sonrió tímidamente, dándose la media vuelta para acercarse al mayor y refugiarse en su pecho.

— Te amo.— Murmuró el castaño, reteniendo en su retina la hermosa sonrisa del contrario.

Harry asintió, acariciando la piel caliente de la espalda del mayor.

— Yo también.— Respondió en un susurro, avergonzado.

Louis arqueó una ceja, curioso.

— ¿Tú también... Qué?— Interrogó.

El rizado rodó los ojos riendo, plantó un corto beso en el pecho del mayor y sonrió, apoyando su mejilla en el mismo para escuchar el cambio que lograría en los latidos de su corazón.

— Te amo.— Respondió, mordiendo su labio inferior con timidez.

Y, en efecto, las pulsaciones en el corazón del castaño aumentaron. El rizado sonrió enternecido, separándose un poco para tomar presos los labios del mayor en los suyos. Aún si el rizado no tenía grandes experiencias probando otros labios, sin duda alguna los labios de Louis se habían convertido en sus favoritos.

| Pretty Lie |  Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora