Capítulo veintinueve.

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— ¿Cómo puede ser posible?—. Se preguntó el mayor, perplejo.— ¡No te crié para que fueras un maricón!

— Eso es cierto, me criaste para ser un cobarde, ¡Para ser un maldito traidor!—. Escupió el ojiazul, preso de la rabia.

Troy se puso de pie rápidamente y caminó en dirección al castaño, amenazante. Tomó al menor por el cuello de la camisa, alertando a Johanna, quién se había levantado lista para intervenir en cualquier momento.

— Sueltalo Troy—. Ordenó la mujer, asustada.

— ¡Insolente! ¡No quiero a un maldito maricón en mi casa!—. Refunfuñó, apretando la tela de la camisa en su puño.

El castaño soltó una risa seca, permaneciendo con una sonrisa forzada en el rostro.— Yo tampoco quiero a un ser tan despreciable en la mía, es por eso que vengo a despedirme.

Quitó de manera brusca la mano de su padre, acomodando con tranquilidad el cuello de la camisa.

— No me sorprende el hecho de qué, genuinamente, he sido mucho más feliz a lado de Harry que estando con ustedes.

Johanna sintió una presión en el pecho al escuchar las palabras del castaño. Aún sabiendo que era cierto, qué tal vez era lo que se merecía por haber tratado de engañarlo, no podía evitar sentirse tan terrible.

— Amo a Harry, y si eso me convierte en un "maricón", lo puedo aceptar.— Indicó, alzándose de hombros.— Pero lo que no puedo aceptar es el hecho de dejarlo ir, ya no quiero tu aceptación, quiero mí felicidad y la de Harry de vuelta.

La mirada de Troy continuaba en el rostro del menor, sintiendo su pecho arder por la ira que sentía.

— ¿Qué tan miserable tiene que ser tu vida como para tratar de arruinar la de los demás?—. Cuestionó, mirando inquisidoramente al mayor.— Espero que algún día te des cuenta de todo lo que puedes llegar a perder teniendo esa actitud, pero sé perfectamente que cuando ese día llegue será demasiado tarde, vas a estar completamente solo.

Sin agregar una palabra más, tomó su maleta y, dedicando una última mirada a su madre, se dió la media vuelta para salir de la habitación.

Al cruzar la puerta, los brazos de las gemelas lo envolvieron de manera plácidamente reconfortante.

— Chicas... ¿E-Escucharon todo?—. Cuestionó, aterrado.

— Louis, deja de tratarnos como si no fueramos lo suficientemente grandes como para comprenderlo.— Pidió Phoebe, con cierto aire de indignación en su tono de voz.

— La orientación sexual de una persona no define su forma de ser, aún si estás enamorado de un chico, siempre serás el hermano que nos ha demostrado lo mucho que nos ama, aún si decidiste marcharte sin siquiera despedirte de nosotras, creo que el motivo que existe detrás de esa decisión es respetable.— Apoyó Daisy, conmoviendo de sobremanera al ojiazul.

— Estamos orgullosas de ti—. Declaró Phoebe, alejándose un poco para sonreírle al más alto.

Louis se separó ligeramente, tomando la mano de cada gemela en las suyas.

— Yo estoy aún más orgulloso de ustedes por ser tan fuertes, tan empáticas y por ver las cosas de una manera madura, no me sorprende que lo hagan a una edad tan temprana, ustedes son especiales—. Aseguró el ojiazul.

— No quiero romper con este lindo ambiente, pero creo que es mejor que vayas tras de Harry, ya ha pasado casi una hora desde que se marchó.— Interrumpió Phoebe, inquieta.

Louis soltó un par de risas, contagiando a las mellizas. Las envolvió en un fuerte abrazo, besando las mejillas de ambas chicas llenandolas también de nuevas promesas. Se puso de pie, dirigiéndoles una gran sonrisa y se acercó a la puerta, tirando de la manilla.

| Pretty Lie |  Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora