Capítulo veintisiete.

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— N-No... No pude hacerlo, de verdad lo siento... Yo... Lo intenté pero las palabras simplemente no salían de mi boca—. Explicó Louis, mirando al rizado que se encontraba bastante interesado en la vista que brindaba la ventana de la habitación.

— No tienes porque disculparte, no hay ningún problema—. Respondió el ojiverde con voz temblorosa, sorbiendo su nariz.

El ceño del castaño se frunció.— Harry... ¿Estás bien?—. Se aventuró a preguntar.

El aludido forzó una sonrisa, limpiando las lágrimas que corrían por sus mejillas. Se dió la media vuelta para mirar al castaño y se cruzó de brazos.

— ¿Qué si estoy bien? Tienes... ¿Tienes una maldita idea de lo mucho qué me costó aceptar que estaba enamorado de ti, aún cuando ni siquiera tenía una idea de lo que significaban todos esos sentimientos que generabas en mí?—. Cuestionó el rizado.

El castaño miró al rizado impresionado.

— ¿De-Desde cuando estás enamorado de mi?—. Preguntó de vuelta.

El rizado soltó una risa seca, negando con la cabeza.

— Te he amado desde que tengo dieciséis años—. Respondió.— Te he amado tanto aún después de todas las cosas estúpidas que hiciste para romper mi corazón.

El corazón de Louis latía con fuerza. Una sonrisa comenzaba a dibujarse en su rostro hasta que el rizado finalizó la última oración.

— ¿A qué te refieres? ¿Es por lo qué acaba de pasar? Harry, debes comprender qué...

— No Louis, no es por eso—. Explicó rápidamente, desviando su mirada a sus manos temblorosas.

Después de todo, el momento en el que Harry confesaría las tantas cosas que había guardado por tanto tiempo tendría que llegar.

— Fue... Por cada vez que me hiciste sentir un idiota, por cada vez que me hacías creer que algo bueno podría pasar entre nosotros, por cada momento que me hacías sentir malditamente bien y especial, pero entonces bastaba con voltear a verte y todas las estúpidas ilusiones que se generaban en mi cerebro... Las destruías.

— ¿De qué me estás hablando?

— ¿Crees que soy lo suficientemente idiota como para no darme cuenta que, cada chica nueva que entraba a la oficina era bienvenida por ti? ¿Tú crees que no me dolía cuando te veía con las tantas chicas con las que salías?—. Escupió.

El castaño lo miró perplejo.

— ¡Si Louis! No puedo contar ni siquiera con ambas manos las veces que te vi besando los labios de alguien más, teniendo la estúpida esperanza de que alguna vez lo harías conmigo. ¡Cada ves que estaba cerca de aceptar lo que sentía por ti y poder confesartelo bastaba para ir a donde tú estuvieras y descubrir que estabas con otra chica diferente a la anterior!—. Exclamó dolido.

La vista del rizado comenzaba a nublarse por las lágrimas acumuladas en sus ojos. Louis sólo se limitaba a escuchar al rizado, sintiendo un golpe en su pecho por cada palabra que salía de su boca.

— Fue entonces que decidí cambiar mi forma de ser cuando estaba contigo, decidí ocultar mis verdaderos sentimientos por temor a ser aún más lastimado. Pero, ¿Sabes que ocurría? Tú... Solamente bastaba con que llegaras... Con que te aparecieras en casa... Con que te acercaras a mí... Me abrazaras... Besaras mi mejilla y buscaras el menor pretexto para darme un cumplido de la nada para hacerme sentir querido nuevamente, y, por consecuencia, quererte a ti.

— ¿Es por eso que actuabas tan frío cuando me acercaba a ti? ¿Por eso me alejabas?—. Cuestionó, sorprendido.

El rizado asintió, limpiando con rudeza las lágrimas en sus mejillas.

| Pretty Lie |  Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora