27 ~ Tiranza

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El coche se sacudió un par de veces más antes de que el fuego comenzara a disminuir, logrando que el cuerpo de ambos se tensara con cada ráfaga que los azotaba. Jimin había vuelto al asiento del conductor y apagado tanto el motor como el GPS y la radio, procurando no llamar la atención de ninguna manera. El brillo del fuego había bajado notablemente, casi desapareciendo de su campo de visión después de unos largos ratos e intensos minutos que Jungkook sintió como horas.

Estaba seguro de que aquello era obra de los malignos.

-¿Qué cojones crees que sea?- susurró Jimin, moviendo un poco la cabeza para no perder de vista el fuego que había vuelto a disminuir.

-Nada bueno, seguro.

Se dispuso a bajar del coche una vez que el brillo del fuego desapareció completamente, pero cuando su mano quiso abrir la puerta, Jimin lo detuvo, tomando con fuerza su hombro.

-¿Qué crees que haces? No sabes lo que hay allí.

-Tampoco lo sabré si me quedo aquí.

-Es peligroso, por favor- intensificó su agarre, ansioso.

-Quédate aquí y procura irte si algo malo ocurre, ¿de acuerdo?

-¿Qué dices? ¡No voy a dejarte solo!- habló alto y alterado.

La mano del elemental viajó con rapidez hacia la boca del menor y la cubrió por completo, haciendo presión contra sus labios y evitando así que no siguiera hablando.

-No grites- regañó con el ceño fruncido –Por una vez en tu vida hazme caso, joder.

No quería arriesgarse a que algo malo le pasase, no ahora que, inevitablemente, se estaba encariñando con él más de lo debido. No tenía ni idea de lo que pudiese llegar a ocurrir en cuanto bajase del coche, pero no arrastraría a Jimin a eso. No se lo perdonaría.

El psicólogo lo miró con súplica, provocándole una sensación desconocida y nueva en el corazón del elemental, una mezcla entre pena, compasión y algo de miedo, pero no lograba descifrar si eso era lo que le transmitía y sentía su compañero o si era algo meramente suyo. Estaba confundido, como cada vez que Jimin abría la boca.

-Es obvio que son malignos- dijo liberando la boca del menor –no puedo dejarte venir conmigo.

-No me obligues a quedarme aquí, por favor- su voz salió temblorosa y asustada –no puedo dejarte ir solo- pausó –si algo malo te ocurriese... yo...

-Esta no es tu lucha, Jiminnie- sintió su cuerpo temblar cuando vio el miedo reflejado en los ojos del menor. No quería admitirlo, pero él se sentía igual –No tienes nada que ver con esto.

-Comencé a tener algo que ver en cuanto te ayudé a escapar de la organización- soltó con firmeza, creyendo que así convencería al elemental –por favor.

-No- Jimin sintió sus ojos aguarse ante la frialdad de sus palabras.

Y ante esa imagen, Jungkook se convenció aún más de que no podía dejar que lo acompañe. Se dispuso a bajar del coche nuevamente, pero como era de esperarse, el menor volvió a detenerlo, ahora con mucha más fuerza que la vez anterior. Quiso insultarlo, pero sus palabras quedaron atoradas en su garganta justo antes de salir cuando sintió como el psicólogo volvía a besarlo. La mano de Jimin viajó con rapidez a su nuca y lo atrajo aún más a él, intensificando la unión y ayudando a que su lengua lograra entrar con mayor facilidad a su boca.

-Prométeme que volverás- dijo el profesional cuando rompió el beso, mirándolo directamente a los ojos.

Y otra vez, el joven psicólogo estaba logrando revolucionar los sentimientos del elemental. Sentía su miedo y desesperación viajar desde sus labios hasta su pecho y alojarse allí, consiguiendo que doliera. Sabía a despedida y dolor, mucho dolor, cosa que jamás había sentido con tanta intensidad desde la muerte de sus padres. Se sentía indefenso y con responsabilidad al igual que ese día, con la insoportable necesidad de lograr que nada malo ocurriese, pero sin la certeza de que ello pudiese llegar a pasar.

Los cuatro elementos [Kookmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora