Eres mío.

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30 minutos antes...

Las manos de Draco desabrochaban el sujetador de Pansy cuando el rubio se incorporó y salió de la cama.

- Joder, ¿qué cojones hago? - dijo enfadado consigo mismo, llevándose una mano a la cabeza para golpearla.

- ¿Draquis? - Lo llamó Pansy visiblemente decepcionada - ¿Es que no vas a acabar lo que has empezado?

- Aghhhh - gritó el rubio tirándose del pelo - Mira, Pansy, no sé qué ha pasado pero es que no quiero absolutamente nada contigo. Y me duele la cabeza muchísimo...

Mierda. Se le había pasado el imperio que le había lanzado antes. Estaba tan concentrada en la suave piel del rubio que se olvidó por completo de que aquello el chico no lo estaba haciendo por voluntad propia. Sacó su varita con disimulo y apuntó al chico, pero justo en ese momento él se giró y esta la guardó.

- ¿Por qué me apuntabas con la varita? - preguntó el chico con el ceño fruncido.

- Draco... yo...

- ¿Me estabas controlando?

- Por las buenas o por las malas, Draco Malfoy. Tú decides.

- Espera, ¿qué...?

- ¡Imperio!

El semblante de Draco se volvió completamente serio, inhumano. Como si no hubiera alma dentro de él.

- Eres mío, Draco Malfoy. Y de nadie más - susurró la chica mientras volvía a juntar sus labios con los del rubio.

Una vez la chica se dio por satisfecha, obligó al chico a vestirse y apuntándole la cabeza con su varita, murmuró un Obliviate, que hizo que el rubio se olvidara de aquellos minutos con la Parkinson. Salieron de la habitación, él un poco confundido y ella completamente satisfecha.

Después de la dura confesión de Pansy, Hermione salió de la tienda con los ojos empapados en lágrimas. La lluvia la mojaba y los relámpagos relucían lejos y cerca, mientras que el viento la arrastraba con fuerza. La castaña, desesperada al completo, se paró al borde de un acantilado. Estaba tan destrozada que sentía unas ganas terribles de caer desde allí hasta a donde fuera que llegara.

- No fuiste nada para él - sollozó - Todo fueron mentiras...

Y sin aguantar más, la chica se tiró y mientras caía no emitió absolutamente ningún grito. Su semblante se mantenía serio y su alma rota, más rota que nunca. Pero por el camino, la cabeza de la chica se estrelló contra una rama, que, por la velocidad a la que iba, la dejó inconsciente.

Aproximadamente unos cuarenta minutos después, la chica volvió a abrir los ojos, estaba tumbada, con un montón de gente alrededor. Se levantó bruscamente e intentó buscar su varita, pero se la había olvidado en la tienda.

- ¡Hermione! - gritaron varias personas a la vez.

La chica enseguida los identificó. Los Weasley, Parvati Patil, Lavender Brown, Luna Lovegood, Seamus Finnigan... Y un montón más de rostros conocidos.

- ¡Por Merlín! - gritó la chica con una sonrisa enorme en la boca. Y después de saludar con abrazos y besos a todos los que conocía, preguntó dónde se hallaban.

El semblante de la señora Weasley entristeció.

- Nos han cogido los mortífagos, cariño...

- No, no, no - El miedo invadió a Hermione - ¿Y qué os hacen?

- Nos torturan a diario y nos encierran aquí - comentó Lavender - Algunos han muerto por las torturas, pero ahora ya no nos matan porque les parece divertido torturarnos.

- Lo siento muchísimo - dijo Hermione apoyando una mano en el hombro de Lavender.

- ¿Dónde has estado tú? - preguntó Parvati.

- He estado conviviendo con Ron, Ginny - los Weasley sonrieron al oír noticias de sus hijos - Zabini, Malf... y Parkinson.

- ¿Y dónde están ellos? ¿Mi Ron y mi Ginny están bien? - preguntó la señora Weasley.

- Sí, no se preocupe.

Pero justo en ese momento Bellatrix interrumpió la conversación.

- ¿Preparada para tu primer día de tortura aquí, Grrrrranger?

Solos tú y yo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora