17. Primera misión.

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Presente...

Después de la charla con James en el lago, él empezó a entrenarme y por mucho que Liz agotase mis energías, James lo triplicaba.

Era demasiado exigente y apenas estábamos comenzando, aunque gracias a ello había avanzado muchísimo.

Durante todo este tiempo Lena ayudaba en lo que podía, según ella para sentirse útil y no una intrusa.

También aprendió defensa personal y todo lo que se supone que se debía de saber sobre los de nuestra ¿especie?
¡Incluso sabía muchas más cosas que yo! Y eso era estresante, odiaba parecer una analfabeta en lo que a los míos respecta, pero debía admitir que tenerla allí conmigo era ese soplo de normalidad del que carecía en esta nueva vida y sobre todo era reconfortante acabar el día junto a mi mejor amiga hablando de banalidades y riendo por nuestras tonterías de siempre.

Por el contrario Dylan siempre parecía estar ocupado, aunque conseguía sacar algo de tiempo para nosotras.

En muchas de sus tantas incursiones llevó a Lena a casa y ella siempre visitaba a mis padres para poder mantener el contacto aunque yo siguiera recluida en el campamento sin poder acompañarlos en ninguna de ellas, lo que me parecía frustrante ¡No era una niña y sabía defenderme!

Hoy era lunes y eso significaba entrenamiento con James. Empezaba a cansarme de la misma rutina, pero era lo único que se podía hacer en este maldito lugar en el que estaba a salvo y puede que de los cazadores sí, pero...¡¿Quién me salva del aburrimiento?!

Puede que estuviese un poco más insoportable de lo normal, pero estaba en mis días, era comienzo de semana y me esperaba un entrenamiento que me dejaría demasiado cansada como para mover un mísero músculo por lo que mi comportamiento está más que justificado.

Me planteé seriamente decirle a James que no pensaba entrenar hoy, pero conociéndole, sabía perfectamente que no me lo dejaría pasar, para él un pequeño dolor menstrual no era nada... Maldito infeliz, ojalá sufriese como lo hacía yo en estos momentos y sí, le dije a James que tenía la menstruación, porque vamos, es algo natural y de lo que no hay que avergonzarse.

También puede que le dijese unas cuantas palabras no aptas para menores cuando me llamo dramática, pero en mi defensa diré que se comportó como un capullo insensible y me mandó a descansar para que hoy tuviese las energías suficientes.

Resignada me levanté de la cama y cogí lo primero que encontré. Me di una ducha rápida y empecé a vestirme.

La semana pasada me enteré de que las duchas aquí eran naturales, es decir, cogían el agua de un río cercano, al igual que tampoco había electricidad. Todo esto se debía a que no debíamos tener ningún contacto con la civilización si no queríamos ser encontrados, así que los que diseñaron el campamento pensaron en todo, incluso en el campo de fuerza/invisibilidad o lo que fuera que lo rodeaba, haciendo que nadie se diera cuenta de nuestra existencia.

Una vez estuve vestida salí de la cabaña en dirección a la cafetería para tomar mi ansiado desayuno antes de comenzar la tortura.

Al llegar a la sala que se me había asignado la encontré vacía, algo bastante extraño ya que James siempre llegaba primero y se quejaba de mi impuntualidad, ¡Ja!, Verás quién se ríe de quien hoy.

Pasaron varios minutos en los que nadie aparecía, así que aburrida de esperar, me levanté del suelo directa a la puerta, chocando con James justo en ella.

—¡Ten cuidado, idiota!—dije desde el suelo ya que había caído del fuerte impacto— Llegas tarde, estaba apunto de irme.

—Eso parecía— dijo ayudando a levantarme — He tenido una reunión y venía a decirte que esta será la última clase que daremos hasta dentro de varios días.

—¿Por qué?

Él suspiró cansado y me miró durante unos segundos sabiendo que no dejaría de insistir así que finalmente cedió.

—Nos han avisado de que hay nuevos integrantes muy cerca de aquí que intentan escapar de los cazadores. Iremos a por ellos y los traeremos aquí, puede que con suerte consigamos rescatar a algunos de las garras de esos malnacidos.

Sabía que para él esto era importante y que aún mantenía la esperanza de encontrar a Mía algún día.

—Quiero ir.

—¿Estás loca? Es demasiado peligroso.

—¿Y? No pienso quedarme de brazos cruzados mientras vosotros os ponéis en peligro. Estoy harta de estar aquí y quiero ayudar— dije cruzandome de brazos—Sabes que soy fuerte, sé pelear y hemos avanzado mucho. Estoy preparada.

Él pareció meditarlo durante bastante tiempo.

—De acuerdo—dijo bufando y revolviéndose el pelo.

—Gracias, gracias, graciaas.

Empecé a dar saltitos a su alrededor y él solo parecía estar arrepintiéndose.

—No tan deprisa, enana, vendrás con nosotros pero tendrás que seguir mis órdenes, ¿entendido?— asentí muchas veces al igual que una niña pequeña—Solo espero que salga bien—dijo en un susurro antes de marcharse.

Al verme sola en la sala decidí que lo mejor sería volver a mí cabaña y preparar una pequeña mochila con lo necesario, al igual que tantas veces había visto a Dylan hacerlo y esperé nuevas órdenes.

Por fin saldría de este lugar y haría algo para ayudar a mi gente.

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