12. Entrenamiento especial.

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Habían pasado dos semanas desde que llegué y pocas cosas habían cambiado.

Me levanté para ir a desayunar.
Desde que Irina me contó aquello no había vuelto a hablar con James. Un par de veces se había acercado para preguntarme algo o simplemente para hablar pero le había ignorado.
Nada más terminar el desayuno solté la bandeja  en su lugar y fui al gimnasio como todos los días desde que pasó lo del lago,  empezando a golpear el saco con todas mis fuerzas liberando la tensión y la frustración.
Después de dos horas de hacer ejercicios sin parar cogí la toalla y sequé el sudor de mi frente y cuello para después beber algo de agua y volver al entrenamiento.

Justo cuando iba a comenzar de nuevo, Liz se acercó a mí.

—Tengo un entrenamiento especial para ti.

—¿Entrenamiento especial?

—Sí, ya sabes, ordenes del jefe—dijo riendo —Se suponía que James lo haría, pero por lo que tengo entendido lo estas ignorando.

—Ya, bueno...— rasqué mi nuca nerviosa sin saber que decir —Es complicado.

—Bueno, ya hablaremos de eso más tarde, así que mueve ese culo que nos vamos a otra sala.

—¿Otra sala?¿Por qué?

—Deja de preguntar, ya lo verás.

— De acuerdo, ya voy.

Cruzamos casi todo el gimnasio y nos adentramos en una zona que no había visto antes por lo que mi lado curioso se activó.

Llegamos a un largo pasillo lleno de puertas en ambos lados y nos paramos frente a una.

—¿Qué son todas estas puertas?

—Ya te lo he dicho, salas de entrenamiento especial. Hoy empezaremos a desarrollar tus capacidades.

—¿Te refieres a mi don?

—Exacto.

Entramos a una sala casi tan grande como mi habitación, con el suelo acolchado y varios boquetes en la pared blanca.

—¿Qué se supone que debo hacer?—nunca había hecho algo así y estaba nerviosa.

—Tranquila, es más fácil de lo que parece. Solo tienes que concentrarte y seguir mis indicaciones.

Asentí y me coloqué donde ella me dijo.

Al principio solo hicimos ejercicios de respiración para vaciar mi mente y relajarme, pero seguía sin entender nada de lo que estábamos haciendo.

—Creo que ya estas lista para empezar.
Lo primero que te voy a decir es que tu don es el más valioso y poderoso de todos.

—¿Por qué? —estaba confusa, los otros dones me parecían más importantes que el mío.

—Verás querida Skyler. No solo posees la capacidad de ver y oír a seres que otros no pueden, sino que también puedes invocarlos y tenerlos bajo tus órdenes, por esa razón los cazadores nos consideran tan peligrosos. Si no usamos nuestros dones como es debido, podemos llegar a causar mucho daño.

—Entiendo—asentí no muy convencida —¿En serio seré capaz de hacer todo eso?

—Por supuesto boba, pero para eso necesitas mucho entrenamiento, así que manos a la obra.

Reí por su comentario y su entusiasmo, pero entendía la seriedad del asunto y lo peligroso que podía llegar a ser.

***

Llevábamos tres horas de entrenamiento y solo había conseguido abrir una puerta entre los mundos, pero con demasiado esfuerzo y energía.

—¡Estoy muerta!—dije tirada en el suelo, casi sin poder hablar o respirar.

Liz me miró y se empezó a reír pasándome la botella de agua y lanzándome la toalla a la cara.

—Tranquila, ya hemos terminado por hoy.

—¡Aleluya!—grité levantando la cabeza, haciéndola reír otra vez.

Seguía recostada en el suelo con los ojos cerrados cuando tocaron a la puerta y Liz fue a ver quien era. Oí un chillido y risas pero estaba tan cansada que ni me giré a ver de que se trataba.

—Por lo que veo no me has echado de menos—dijo una voz que reconocería en cualquier sitio.
Me levanté de un salto mirando con los ojos como platos a la persona que tenía en frente y después de asegurarme de que era real le di una cachetada y un abrazo que correspondió al instante.

—Claro que te he echado de menos idiota.

Dylan empezó a reír acompañado de su hermana, que tenía los ojos llorosos y una sonrisa de oreja a oreja. Era evidente que se alegraba de verlo.

—¿Por qué la cachetada, enana?

—Te la merecías por mentirme y no venir conmigo a este lugar.

—Lo siento, pero por lo que veo has estado en buenas manos—dijo después de que le soltase y miró a su hermana de reojo—Tengo una sorpresa para ti.

—¿Una sorpresa?

Fruncí el ceño por su es
extraña sonrisa y se giró hacia la puerta.

—Ya puedes entrar.

Miré hacia la puerta y no podía creer que estuviese aquí.

—¿Cómo...?

Salí corriendo a su encuentro y nos fundimos en un fuerte abrazo mientras se nos saltaron las lágrimas.

—No pensaba dejarte sola en esto. —dijo riendo y nos volvimos a abrazar.

—Esta lunática de aquí se coló en el maletero de mi coche para asegurarse de que estabas bien —Dylan nos miraba a ambas con una sonrisa y  con un brazo sobre el hombro de Liz.

—¿Estas loca? Podrías haberte puesto en peligro Lena.

—Parece que no me conocieras, eres mi mejor amiga haría cualquier cosa por ti.

—Extrañé tus locuras.

—¿Solo mis locuras?—dijo enarcando una ceja y sonriendo.

—A ti también tonta.

—Lo sé, soy la mejor.

Todos reímos ante su comentario y Liz me dejó el resto del dia libre para que le enseñase el campamento a Lena y pudiese estar con ella.

Les pregunté cuanto tiempo podría quedarse y me alegro saber que se quedaría por mucho. Lena había conseguido que Dylan le hablase de este mundo y llamaron a sus padres para decirles que estaría de vacaciones por un tiempo indefinido, pero al saber que estaría conmigo no se opusieron a ello.

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