La vida te preparó algo mejor

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El dolor de cabeza y la luz de la habitación la obligaron a despertar. Se sentía mareada y su cuerpo pesaba. ¿Qué estuvo haciendo ayer?

Intentó incorporarse lentamente sobre la cama. Se sentía extraña, y más aún cuando comenzó a mirar con detenimiento el lugar.

— ¿Dónde diablos estoy?

Comenzó a asustarse. No reconocía nada de allí. Las paredes de un color amarillo suave, poseían varios cuadros con fotografías que no podía distinguir. Las náuseas incrementaron. Se sentó por completo en la cama. Comenzó a mirar sus manos, sus piernas aún cubiertas por una colcha. La respiración se le hizo más pesada, cuando a su lado, escuchó a alguien quejarse.
Temerosa, volteó su rostro lentamente hasta el origen del sonido.

— ¡Mierda!

Gritó, provocando que del susto, cayera de bruces al piso, golpeándose la espalda con un buró.

Quejándose, se frotó suavemente para aliviar el dolor, mientras sentía que desde la altura de la cama, un par de ojos oscuros la miraban confundido.

— ¿Estás bien?

Levantó el rostro para encontrarse con el de él. La miraba divertido.

— Cariño ¿Viste un fantasma? Estás pálida

Abrió los ojos, sorprendida. ¿¡Cariño!? ¿Qué estaba pasando?

Se acercó más a ella. Sentándose en el borde de la cama. Extendió su mano para ayudarle a levantarse. Con algo de desconfianza, aceptó su invitación. Las piernas le temblaban, no le reaccionaban, no era capaz de moverse del suelo. Se mordió el labio mientras lo miraba confundida.

— ¿Sen-sei?

Arqueó una ceja — ¿Sensei? — sonrió — Hace años que no me llamas así

La puerta de la habitación se abrió de golpe.

— ¿¡Qué fue ese ruido!?

— Es temprano aún ¿Por qué nos despiertan así?

Dos pares de ojos jade somnolientos se hicieron paso dentro del lugar. 

— ¿Mamá, que haces sentada en el suelo?

— ¿¡Papá te botó!?

Una niña y un niño. Del mismo tamaño y al parecer la misma edad. Con cabello gris. ¿Qué tipo de dura prueba le estaba poniendo la vida? Quería convencerse de que era un sueño, que alguien la atrapó en un genjutsu y todo estaba en su cabeza... Pero la calidez de la mano de Kakashi se sentía tan real.

Empezó a desesperarse, sentía como su pulso se elevaba a las nubes, los ojos se le aguaron, quería salir corriendo de allí pero su cuerpo no respondía. Él lo notó.

Suspiró — Sakumo, Sachi, vuelvan a su habitación. Mamá tuvo una pesadilla, no se preocupen — les sonrió

Los pequeños asintieron, y por la misma puerta que entraron, desaparecieron de allí. Kakashi se levantó de la cama, cerró la puerta con seguro, y con sigilo se acercó a ella, bajo su atenta mirada. Se agachó, quedando a la altura de su rostro. La miró interrogante. Suspiró otra vez.

— Tu no eres mi esposa

— ¿Es-posa? — dijo con la voz quebrada

— Pero sigues siendo Sakura ¿no?

Ella asintió. No le quitaba la vista de encima. La analizaba, de pies a cabeza. La puso nerviosa.

— ¿Sabes quien soy?

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