Capítulo 3

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Nos despedimos de Eric y Adam abre la puerta de su mansión.
Como esperaba, dentro es todavía mejor.

Todo es blanco, en el salón hay una alfombra negra, una televisión de plasma enorme y unos cristales transparentes que dan al jardín donde hay un perro durmiendo.
Es un golden retriever.

Aunque sea de noche reconocería un golden en cualquier sitio.
Es mi raza de perro favorita.
Me reprimo intentando no salir corriendo hacia él y acariciarlo.

—Que pasada. -Susurro.
—Ven, te enseñaré tu cuarto.

Sonrío y le sigo hasta unas escaleras negras que llevan a la parte de arriba.

Hay puertas que no tengo ni idea de que puede haber tras todas ellas.

En mi casa solo hay una cocina, dos habitaciones, un baño y el salón.
Bueno, eso es lo que había pero esa ya no es mi casa.

Nunca más lo será.

Entramos en la que va a ser mi habitación.
Todo huele a limpio, hay una cama de matrimonio en el centro y no está muy decorada.
Tiene una ventana enorme que también da al jardín.
Miro el reloj de la mesita que ya marca las 5:30h

—Siento que no vayas a dormir por mi culpa. -Digo sin pensar
—No te preocupes. Mañana no tengo que madrugar así que... -Sonríe.

Cuando miro la cama recuerdo que no tengo nada de ropa aquí.

—Puedo prestarte una camiseta para dormir. -Dice como si me hubiera leído la mente.
—Vale, gracias. -Me ruborizo.

Sale un momento de la habitación.

Me quedo repasando su casa.
¿Quién será este chico?

Es evidente que gana muchísimo dinero.
Necesito saber más sobre él.
Nunca está de más saber en casa de quién vas a dormir.

Regresa con una camiseta negra.

La cojo y le miro sonriente.
Creo que no lo pilla.

—Ah, claro. Perdona. -Sale de la habitación.

Yo me cambio la camiseta.
Me llega por la mitad de los muslos y huele a colonia de chico.
Huele a Adam.

—Ya estoy. -Lo llamo.

Entra en la habitación y sonríe.

—Te queda bien.
—Si, me viene grande pero es cómoda. -Me río.
—Igual alucinas cuando te diga esto, pero... Se me ha ido el sueño completamente.
—A mi también.
—¿Enserio? Quiero decir, iba a dejarte dormir y a marcharme o algo.
—No, no, enserio. No tengo ganas de dormir, iba a decírtelo.

Ambos sonreímos.
Me siento en la cama.

—¿Y, que hacemos? -Pregunto yo.
—Podemos hablar o algo, si quieres.
—Vale. -Le hago un hueco en la cama y se sienta a mi lado.
Siento que este es el momento perfecto para que nos conozcamos mejor.

Narra Adam:

Cuando me siento con ella observo que tiene un moratón en el brazo derecho.

—Quería preguntarte algo.
—Dime.
—¿Porqué... porqué no quieres ir a tu casa? -Espero que no se lo tome a mal.
El brillo de sus ojos desparece.

—No tienes porqué contármelo si no quieres. -Añado.
—Tranquilo, es lo mínimo que puedo hacer. -Intenta sonreír. Es una sonrisa rota. -Hace un tiempo que mis padres comenzaron a llevarse mal, al principio pensaba que arreglarían sus diferencias pero no fue así. Cada vez las discusiones se volvieron más frecuentes y cuando intento separarles a veces la toman conmigo y acaban... bueno. No me pegan, nunca lo han hecho, pero me empujan o me agarran me malas formas. Me culpan a mi de sus problemas, ¿sabes? Hoy me han echado de casa. Me he ido yo pero ellos me han advertido que no volviera.

Su voz tiembla al final del relato.
Me alegro de haberla ayudado.

Algo me impedía dejarla sola.
Parecía tan indefensa cuando llegó al bar...

Me acerco a ella y le doy un abrazo.
No es un abrazo normal.
Es uno de esos abrazos que transmiten que todo va a estar bien.
Un abrazo cálido y confortable.

—Todo se arreglará, ya lo verás. -Susurro contra su pelo.

Ella se apoya en mi pecho durante unos segundos y luego nuestros cuerpos se separan.

—No sé cómo agradecerte todo lo que has hecho por mi hoy. -Me mira a los ojos.
—No te preocupes, no tienes nada que agradecerme. -Sonrío. -Cualquiera hubiera hecho lo mismo.
—No es verdad. Nunca nadie me había hecho un favor sin pedirme nada a cambio.

Puede que sea mejor persona de lo que pienso.
O que ella haya tenido muy mala suerte en la vida.

—Cualquiera con corazón y sentido común hubiera hecho lo mismo. -Rectifico.

Ella asiente.

—Tu casa es una pasada. Es como si fueras famoso o algo así. -Dice asombrada.

Yo me quedo mirándola.
¿De verdad no me conoce?

Tatareo "Girls Like You"

—Cause girls like you
Run around with guys like me
'Til sundown, when I come through
I need a girl like you, yeah yeah.

Ella me mira sonriente.

—¡Cantas muy bien! Me recuerdas al de Maroon 5.

Me río ante su ingenuidad.

—¿Alguna vez has visto una foto de Maroon 5?
—No lo sé... Creo que no, ¿por?

Cojo mi iPhone y se lo doy desbloqueado.

—Búscalo. -Sonrío.

Ella me mira extrañada.
Creo que no entiende nada.

Que mona.

Teclea en la pantalla y selecciona una foto.

Mira la foto.
Me mira a mi.

Su sonrisa desparece de su cara.

Vuelva a mirar la foto.
Vuelve a mirarme a mi.

Acto seguido tira el móvil a la cama y se tapa la boca.

—¡Ni de coña! ¡Que dices! Tus canciones son como un imno. -Su voz rebosa de ilusión.

Me río y me da un abrazo.
No un abrazo normal.
Un abrazo de esos que transmite que es fan.

—Gracias. ¿Sabes? Da gusto que no siempre te reconozcan. Es más, normal.

Ella me mira y supongo que no sabe qué decir.
Yo me entiendo.

—Sí, oye, no voy a tratarte diferente porque seas famoso. -Sonríe.

Y aunque no lo crea, es un gran alivio para mi.
Yo también sonrío y asiento.

—Creo que deberíamos dormir ya, aunque no tengamos sueño. Mañana por la mañana probablemente la entrada estará llena de paparazzis, así que me temo que no podrás quedarte aquí mucho tiempo. Aunque si por mi fuera no habría problema. Pero la gente se hará preguntas si te ven aquí y todo se complicará.
—Tranquilo, lo entiendo, me las apañaré.

Niego con la cabeza.

—No voy a dejarte sola. Te buscaré algo, no sé. Lo solucionaré.

Ella asiente y creo que va a darme las gracias otra vez.
Pero yo la corto dándole las buenas noches.

Sonríe y apago la luz antes de salir de la habitación.

Por primera vez no voy a dormir solo en casa.
Es una sensación tranquilizadora.

Y si algo sé, es que no quiero que se vaya.

Stay (Adam Levine)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora