Las historias son ciertas.
Hace mucho tiempo, en nuestro mundo hubo una reina que reinó sola. No hubo hijo de Adán ni profecía, solamente había una chica dispuesta a gobernar con justícia a su pueblo. Fueron grandes años para Narnia, con celeb...
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Los Narnianos guiaron al príncipe Caspian y a la reina Carol hasta su refugio, cuando el sol ya se había escondido tras las montañas y las estrellas alumbraban el cielo azul marino. Todos se encontraban cansados del viaje, por lo que decidieron irse a descansar y dejar el trabajo para la mañana siguiente.
—Buenas noches —comentó Caspian cuando ambos estuvieron recostados y enredados en mantas.
—Buenas noches —respondió ella, en medio de un bostezo.
Apenas unos segundos más tarde, ambos quedaron sumidos en un profundo sueño.
[...]
—No, no —susurró Carol sacudiéndose con temor mientras sus ojos seguían cerrados ante el sueño.
—Carol... —una voz grave retumbó en sus oídos o, tal vez, en su mente. No estaba segura de ello.
La reina se tranquilizó y abrió sus ojos, dándose cuenta de que se encontraba despierta en su propio sueño.
—Pa... ¿Aslan? —llamó al león cuando lo vio frente suyo.
—Debes ayudar a los reyes —dijo Aslan mirándola con serenidad.
Si Carol se sintió dolida cuando su padre solo habló para referirse a los cuatro reyes, no dejó que se reflejara en su rostro.
—Lo sé —respondió cortante.
Aslan la observó durante unos segundos antes de volver a hablar.
—Pero no debes usar tus poderes.
—Pero debo usarlos —le reprochó su hija con amargura.
—No.
—¿Entonces tu vas a ayudarlos? —preguntó esperanzada.
—No.
—Pues déjame usar mis poderes —insistió ante la nueva negativa.
—Te dije que esos poderes no los dominas —soltó el gran león con la voz cargada de reproche.
Carol comprendió que ella jamás estaría a la altura de las expectativas de su padre; comprendió que él jamás estaría orgulloso de su propia hija.
—Ellos están en peligro —susurró abatida.
—Lo sé.
—Y me mandaste a mí para ayudarlos —continuó hablando en un susurro.
—Así es.
—Pues deja que los ayude —volvió a insistir aumentando su tono de voz con decisión.
—Haz lo que creas correcto —suspiró, y segundos después añadió—: Y ahora, cierra el vínculo.
Ante las últimas palabras de su padre, la joven cerró el vínculo que inconscientemente había abierto con su padre y se despertó alterada, como siempre le sucedía cuando realizaba estos vínculos. Se sentía angustiada y sin fuerza alguna, cosa que siempre le ocurría tras dar uso de sus poderes, habilidades fruto de ser la hija de Aslan.
El príncipe se despertó ante la intranquila respiración de su compañera.
—¿Estas bien? —preguntó con verdadera preocupación.
—Si... —respondió ella con una mano en su frente aún sintiéndose desubicada—. Era solo... un maldito sueño.