Capítulo 10

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La fila de Narnianos que caminaban en dirección a su refugio era mucho menor de la que había realizado el mismo camino en su marcha de aquel lugar

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La fila de Narnianos que caminaban en dirección a su refugio era mucho menor de la que había realizado el mismo camino en su marcha de aquel lugar. Sus rostros eran serios, tristes; llorando en silencio la pérdida de aquellos que dieron su vida para que el resto saliera del castillo. Peter tenía el ceño fruncido, con una mirada molesta y enfadada, mientras encabezaba la marcha. Los Narnianos que se habían quedado en las ruinas salieron a su encuentro, también la pequeña Lucy, que miró con pesar a sus amigos. 

¿Qué ha pasado? preguntó la niña a su hermano mayor. 

Pregúntale a él escupió, señalando con la cabeza al príncipe. 

Todos se detuvieron ante las palabras del rey y Caspian lo miró con molestia. 

¿A mí?replicó ofendido.

Peter... susurró Susan, tratando de calmar el ambiente. 

Caspian se acercó a Peter, ignorando el intento de Susan por detener aquella batalla verbal. 

No ordenaste retirada cuando aún había tiempo dijo el príncipe alzando la voz, logrando que todos, incluso los que se encontraban más lejos de ellos, escucharan su pelea. 

De haberte ceñido al plan, esa gente viviría ahora escupió de nuevo el sumo monarca, señalándolo con un dedo acusador. 

El príncipe apartó la mano del rey con un golpe seco y se acercó más a él con un enfado creciente en su ser.

Y si nos hubiéramos quedado aquí, seguro que vivirían.

Se formó un breve silencio que nadie osó romper. 

Tú los llamaste, ¿lo has olvidado? respondió Peter con los dientes apretados, rompiendo aquel breve silencio. 

Mi primer error.

No, el primero fue creer que podrías guiarlos Caspian negó con la cabeza con desdén y caminó en dirección a la entrada del refugio, no sin antes golpearle con el hombro al pasar—. No te mereces gobernarlos más que Miraz. Tú, él, tu padre, Narnia esta mejor sin vosotros.

Las palabras del joven rey iban impregnadas de veneno. El príncipe no aguantó escucharlo más y sacó su espada juntándola con la que Peter ya había alzado hacia él. 

¡Ya basta! gritó Edmund desde atrás, mostrando a Q.A. herido en sus brazos. 

Los dos muchachos detuvieron su absurda batalla y Lucy corrió a socorrer a su amigo. Con la reciente situación, Caspian se sintió fuera de lugar y emprendió su marcha hacia el interior de las ruinas. Carolina, que había estado escuchando todo después de acercarse a saludar a Lucy, agarró su brazo sin dejarlo avanzar. 

Caspian, por favor... susurró con la mirada suplicante. 

Él tiene razón se resignó el príncipe sintiéndose responsable de un peso que no le pertenecía—. Todo es mi culpa.

No es cierto contrarrestó ella, tratando de tranquilizar a su amigo—. Yo sé que no.

Eres la única suspiró Caspian con cansancio. 

¿Y eso no basta?

No cuando Peter es quien manda.

La joven reina no supo que responder ante esas palabras, por lo que se quedó callada. Caspian, al darse cuenta de que la conversación ya había finalizado, se soltó del agarre —el cual ya estaba prácticamente suelto— y siguió su marcha hacia las ruinas sin darse cuenta de que alguien le seguía. 

Necesitas ayuda habló una voz tras él, cuando ya se encontraba cerca de la mesa de piedra. 

El príncipe se asustó ante la voz desconocida, pero cuando se giró y vio al enano se calmó. 

¿Y tú puedes dármela? cuestionó con sarcasmo. 

Si.

Caspian levantó la barbilla mirando al Narniano con duda. Sin embargo, se dejó guiar por el enano hasta la mesa de piedra y se posicionó frente al dibujo de Aslan en la pared. Un aire tenebroso recorrió el lugar y dos seres se adentraron a la sala. Uno de ellos dibujó un círculo a los pies del príncipe y clavó un bastón de hielo ante el retrato del gran león. Empezó a hacer frío y una capa de hielo llenó el espacio entre los dos pilares. 

Esto... comenzó a decir al percatarse de lo que estaba sucediendo, aturdido ante la mujer que se encontraba frente a él—, esto no es lo que yo he pedido.

Claro que sí respondió el enano admirando a su preciada reina; la bruja blanca—. Ella te ayudará.

Caspian volvió su mirada hacia la bruja blanca tras haberla apartado para hablar con el Narniano. 

Con una gota de la sangre del hijo de Adán me liberaréis, y seré vuestra majestad sentenció la bruja con su voz sugerente. 

 El enano cogió el cuchillo de su cinturón, agarró una mano de Caspian e hizo un corte en ella. 

Ven... alargó la mano la bruja hacia el joven príncipe a través del cristal—. Dame la mano... 

El joven no pudo evitar mirar fijamente sus ojos y quedarse totalmente hipnotizado por estos. Sin ser consiente de sus actos, movió lentamente sus piernas hacia ella. Los tres sirvientes de la reina esperaban con gran anhelo a que el joven liberara a su majestad; sin embargo, la situación había sido advertida por los demás, provocando que los dos reyes se adentraran a la sala junto con Q.A. y Carolina para terminar con la amenaza. 

Apártate de él sentenció Peter empujando a Caspian, el cuál cayó al suelo, y levantando su espada hacia su vieja enemiga. 

Peter querido susurró ella con su voz sugerente, mientras cerraba los ojos—. Una gota solamente.

Mientras tanto, Q.A. se encontraba luchando contra el enano; y, de un momento a otro, Lucy había llegado en su ayuda. Por otra parte, Edmund estaba luchando contra el hombre lobo y Carol contra la arpía. Todos los súbditos de la bruja blanca fueron finalmente derrotados. 

Peter, por favor, apártate suplicó Carolina cuando llegó hasta Peter y agarró su brazo con desesperación.

El sumo monarca, todavía sumido en el trance de la bruja, se zafó de una sacudida de la joven reina, haciendo que ésta cayese al suelo. Aprovechando la situación y percatándose de que Peter estaba en peligro, Caspian decidió rodear el fuego de la sala y romper el hielo que encarcelaba a la bruja. Mientras éste se resquebrajaba, Q.A. se mantuvo al frente de la reina Lucy para evitar que se hiciese daño, Peter y Caspian mantuvieron sus brazos en alto para cubrirse de cualquier golpe, y Edmund corrió hasta dónde se encontraba Carol tendida en el suelo y la cubrió con su propio cuerpo. La fisura culminó con una explosión que creó un eco en el silencio. 

Q.A. ayudó a la pequeña reina a ponerse en pie, mientras Peter miraba a Caspian con decepción en sus ojos. Edmund se puso de pie con un salto y tendió una mano a Carolina, la cuál aceptó con gusto. Susan apareció poco después con andares nerviosos y, tras observar el desastre que acababa de acontecer, echó una mirada desaprobatoria a Caspian y volvió a marcharse. 

Lucy, ¿estás bien? preguntó el mayor preocupado. Cuando su hermana asintió, dirigió su mirada a la otra muchacha—. Carol, siento haberte tirado al suelo, ¿estás bien?

Si, tranquilo.

Todos a la vez, como si éste los hubiese llamado, miraron el retrato de Aslan en la pared. 

La hija de AslanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora