Las historias son ciertas.
Hace mucho tiempo, en nuestro mundo hubo una reina que reinó sola. No hubo hijo de Adán ni profecía, solamente había una chica dispuesta a gobernar con justícia a su pueblo. Fueron grandes años para Narnia, con celeb...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Los vítores de la gente se escucharon resonar por las calles del pueblo mientras los reyes y reinas de Narnia desfilaban ante ellos montados a caballo. Caspian al fin había sido coronado, y encabezaba la marcha tras el gran león junto a su gran amiga Carolina. Los Pevensie iban tras ellos siguiendo el ritmo que Aslan marcaba para que todos pudiesen contemplar a su nuevo rey.
[...]
Caspian salió del edificio para dirigirse a la reunión que había programado ante su pueblo y no pudo evitar ver a lo lejos, en el claustro del castillo, a Susan llorando mientras hablaba con su hermano mayor y con Aslan. Se le encogió el corazón al verla así, por lo que intentó marcharse.
—Rey Caspian —le llamó el gran león, captando su atención.
El joven se giró de nuevo hacia ellos y volvió a posar sus ojos en la joven reina.
—Cuando queráis podéis venir.
—No tardaremos —le respondió Aslan, solemne.
El joven rey asintió y miró a Susan de nuevo antes de irse.
En otra parte del castillo, Edmund, Lucy y Carol yacían sentados en unas escaleras hablando entre sí.
—Jamás me cansaré de este sitio —sentenció Lucy, muy segura de lo que estaba diciendo.
—Tampoco yo —concordó su hermano.
Carolina los miró con una sonrisa triste y suspiró.
—No habléis tan pronto.
Los dos hermanos Pevensie la miraron con cara de confusión.
—¿A qué te refieres? —preguntó la más pequeña.
—Al final aceptaréis no volver.
—¿Tú lo harás? —reprochó el muchacho, con una ceja levantada.
—Yo puedo volver cuando quiera —respondió la hija de Aslan encogiéndose de hombros.
Edmund la miró con un brillo especial en los ojos y le apartó un mechón de su rubio cabello.
—Solo espero volver a verte.
Ella lo miró de soslayo y esbozó una dulce sonrisa.
—Estoy segura de que volveremos a vernos.
Frente a ellos, Caspian se situaba en frente de su pueblo, en una especie de escenario improvisado delante de un viejo árbol. Varios de sus amigos narnianos también estaban allí, junto a Aslan, Peter y Susan.
—Tenemos que ir —comunicó Lucy, poniéndose en pie.
Los dos muchachos la siguieron. Se acercaron al lugar a medida que la gente les daba paso y se posicionaron al lado de los mayores de los Pevensie.
Comenzó, de este modo, el discurso de Caspian, el cual prometía un futuro mejor para su pueblo y para Narnia. Además, ofrecía la oportunidad de empezar de cero en otro lugar para aquellos que así lo desearan. Todo ocurrió muy deprisa cuando los voluntarios para comenzar una nueva vida desde cero en otro mundo se encontraron pasando a través del portal que Aslan había abierto en el viejo árbol. Cuando el último de ellos desapareció, reinó el caos en las gentes. Aslan había aclarado que aquel nuevo mundo era el lugar de procedencia de los cuatro reyes, hijos de Adán y Eva, por lo que Peter decidió que para demostrar a los pueblerinos que podían confiar en Caspian, ellos serían el ejemplo de que nada malo les ocurriría tras el portal.
Tras declarar sus intenciones a todos los allí presentes, Peter se acercó a Caspian y le entregó su propia espada.
—Cuidaré de ella hasta que vuelvas —prometió el recién coronado rey sujetándola con firmeza y mirando a su amigo a los ojos.
—Me temo que no va a poder ser —respondió Susan acercándose a ellos—, no vamos a volver.
Caspian la miró con duda y tristeza. ¿Se refería acaso a que jamás volverían a verse? Antes de hablar, sin embargo, la pequeña de los Pevensie, quién también oyó lo que su hermana acababa de decir, se adelantó a cuestionar sus palabras.
—¿No vamos a volver?
Su tono era de sorpresa, pero también de reproche y angustia; pues la pequeña de los Pevensie no quería ni pensar en el hecho de no poder regresar al mundo que tanto amaba. Edmund también miró a sus hermanos con una mirada interrogativa, sin querer despedirse de ese lugar para siempre.
—Vosotros dos sí —respondió el mayor; y aclaró en relación a las palabras de Caspian sobre la espada—: Se refiere a vosotros.
—Pero... ¿por qué? —preguntó Lucy mirando a Aslan—, ¿es que han hecho algo malo?
—Nada de eso, querida —respondió el león con serenidad—. Ya han aprendido todo lo que necesitaban de este mundo, y ahora deben vivir en el suyo.
La pequeña aceptó la respuesta aunque no complacida con ella. Conociendo entonces lo inevitable, los cuatro hermanos se despidieron de sus amigos narnianos.
—Ojalá hubiéramos tenido más tiempo —susurró Caspian cuando Susan se acercó a él para despedirse.
—No habría salido bien —respondió ella con una breve sonrisa triste.
—¿Por qué?
—Soy 1.300 años mayor que tú —su sonrisa se ensanchó un poco al decir eso, pero al ver la tristeza en la mirada de Caspian dejó de sonreír.
Él asintió y ella se dispuso a irse hacia dónde le aguardaban sus hermanos, pero tras meditarlo unos segundos decidió arriesgarse. Retrocedió hasta el nuevo rey y lo besó dulcemente sorprendiendo a todos los allí presentes. Tras el beso, se posicionó junto a Lucy y Peter y aguardaron a que Edmund terminara de despedirse de su amiga.
—¿Tú no vienes? —preguntó el muchacho a su amiga de cabellos dorados.
—Voy después —le aseguró.
—Te echaré de menos.
—También te echaré de menos.
Se miraron unos instantes que parecieron eternos y a la vez demasiado efímeros. Se abrazaron, diciéndose todo lo que no podían en palabras a través de ese gesto.
Cuando Edmund se juntó con sus hermanos, emprendieron la marcha de regreso a su mundo. Lucy, la última en pasar a través del portal, miró de nuevo a Aslan antes de avanzar y luego desapareció.
—Carol, debes volver —comunicó el león a su hija.
La muchacha asintió y se despidió de todos.
—Te echaré de menos, hermanita —le susurró Caspian mientras se abrazaban.
—Volveré pronto, ya lo verás —respondió ella con una sonrisa genuina plasmada en su rostro.
Al separarse de su amigo, se encaminó hacia el árbol y, tras mirar una última vez a su padre, cruzó el portal hacia el otro mundo. La misma estación en la que se encontraban los Pevensie antes de la aventura se hizo presente ante sus ojos; ya que ella también se encontraba allí antes de viajar a Narnia. Los observó a la lejanía, vio como corrían para subir al tren y sonrió.
—Algún día ya no tendré que esconderme y podremos hablar en este mundo —pensó—. Algún día...