Capítulo 14

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Cuando Aslan y los tres niños llegaron a la orilla del río, se detuvieron al percatarse de que los telmarinos estaban huyendo

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Cuando Aslan y los tres niños llegaron a la orilla del río, se detuvieron al percatarse de que los telmarinos estaban huyendo. Uno de ellos, el que parecía haberse quedado con el mando tras la muerte de Miraz, cabalgó hasta quedarse a mitad del río encima del puente. Observó al león y a los tres muchachos y con toda su cobardía bramó un '¡Atacar!' a sus hombres. 

Aslan, furioso ante la actitud del soldado, rugió hacia las aguas llamando al ser mitológico que las dominaba. Éste observó al león y, tras su asentimiento, comenzó a lanzar al agua a todos los soldados que se estaban dirigiendo al ataque. Cuando solo quedó el cabecilla montado sobre su caballo, todavía erguido en medio del puente sobre el río, el ser de agua cogió los extremos de la construcción de madera y lo arrancó llevándose consigo al hombre. Éste, desesperado, trató de luchar con su espada contra la propia agua y terminó muriendo ahogado por ese ser. 

Los telmarinos aceptaron su rendición y entregaron sus armas a los narnianos. Peter, Caspian y Susan cruzaron el río a nado para llegar hasta sus hermanos, Carol y Aslan. Cuando salieron del agua miraron a los ojos al león y se arrodillaron en señal de respeto. 

—En pie, reyes y reinas de Narnia —vocifeó Aslan observando con honor y cariño a los jóvenes ante él. 

Peter y Susan se pusieron en pie, pero Caspian se mantuvo arrodillado con la cabeza gacha mostrando respeto. 

—Todos —insistió el gran león. 

Los Pevensie y Carolina observaron a su amigo todavía arrodillado en el suelo, sabiendo que Aslan ya lo consideraba el nuevo rey de Narnia. 

—No estoy listo todavía —susurró Caspian, con pesar. 

—Por esa misma razón sé que lo estás. 

Ante las palabras de Aslan, Caspian se alzó y lo miró con respeto y agradecimiento en sus ojos. 

Una música tenue comenzó a oírse en el ambiente. Peter, Susan y Caspian se apartaron un poco para dar paso a los ratones; los cuales llevaban encima de una camilla a Reepecheep. Lucy, al verlo moribundo, se acercó a toda prisa a él y le dio una gota de su poción curativa. Reepecheep pronto recuperó la conciencia y agradeció a la muchacha su ayuda. Sin embargo, comenzó a desorientarse y a hablar sandeces ante el gran león hasta que se percató de que le faltaba la cola. En ese momento, se acercó de nuevo a Lucy para pedirle un poco más de la poción. 

—Es que no sirve para esto... —respondió la niña, disculpándose con la mirada por no poder hacer más para ayudarle. 

—Por probar... —insistió Reepecheep, aunque éste sabía por la expresión de la muchacha que no iba a lograr nada. 

Un ruido metálico se escuchó y todos dirigieron su atención al resto de los ratones; los cuales tenían sus colas cogidas con la mano y sus espadas listas para cortarlas. 

—No disfrutaremos de un honor que no le es concedido al gran ratón —sentenció uno de ellos, como portavoz de todos. 

Aslan rió entonces, haciendo que todos quedaran confundidos. 

—No es por tu valentía, sino por el amor de tu pueblo —habló, mirando a Reepecheep con una sonrisa. 

De pronto, una cola apareció tras Reepecheep, haciendo que todos los ratones soltaran una exclamación de sorpresa y maravilla. Éste, al verla, agradeció a Aslan su regalo y comenzó a dar vueltas de alegría. 

La hija de AslanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora