Capítulo 11

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El hielo ya casi se había deshecho del todo, pero todavía quedaban fragmentos adheridos en las columnas y en el suelo

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El hielo ya casi se había deshecho del todo, pero todavía quedaban fragmentos adheridos en las columnas y en el suelo. Peter observaba el retrato de Aslan ensimismado, sentado en uno de los peldaños de la mesa de piedra, y no se percató de que Lucy se acercaba a él con cautela. La joven reina miró a su hermano mayor con comprensión y tomó asiento a su lado. Ambos miraron el retrato en silencio, hasta que el muchacho al fin habló. 

Tienes suerte, ¿sabes? comentó con pesar en su voz. 

Lucy se dio cuenta de que, a pesar de públicamente haber culpado al príncipe de lo ocurrido en el castillo, sí se sentía plenamente responsable de los sucesos. 

¿Por qué lo dices? cuestionó la niña sin entender a qué se refería su hermano. 

Porque lo has visto suspiró sin apartar su mirada del dibujo en la pared, haciendo más fácil a su hermana entender a qué se refería—. Ojalá me hubiera dado a mí un tiempo de prueba...

El corazón de la muchacha se estrujó al escuchar sus palabras y, queriéndolo consolar, acarició su brazo con cariño. 

A lo mejor tenemos que dárselo nosotros habló ella, tratando de darle apoyo a su hermano. 

Se formó un breve silencio agradable, dónde ambos miraban el retrato sin formular palabra alguna; hasta que Lucy decidió comentarle un tema que hacía ya días que tenía en mente. 

Lo vi en un sueño... después de cruzar el río.

¿Y que te dijo? cuestionó el mayor, sabiendo que la pequeña seguía hablando del gran león. 

Nada sucede del mismo modo.

Las palabras que Aslan le había dicho a la joven reina quedaron esparcidas en el aire. Ambos comprendieron su significado y se miraron conscientes de que ya no eran aquellos niños que lucharon contra la bruja blanca, que ahora todo era distinto. Edmund entró en el lugar con pasos apresurados, poniendo a ambos reyes en alerta. 

Peter, será mejor que vengas comentó nada más llegar con una expresión de espanto clavada en el rostro. 

Peter y Lucy se levantaron de inmediato y siguieron a su hermano hasta un saliente de las ruinas, dónde se podía divisar el extenso terreno que se abría paso ante ellos. Caspian, Susan y Carol ya estaba allí, observando a los Telmarinos, observando la gran cantidad de hombres que se aproximaban a ellos con armas y catapultas. Sus rostros reflejaban terror. 

[...] 

Tras observar la nueva amenaza que se alzaba ante ellos, se reunieron alrededor de la mesa de piedra para debatir sus opciones contra el adversario. 

—¿Así que este es vuestro plan? inquirió Q.A. con molestia—. ¿Enviar a una niña, en lo más recóndito del bosque, sola?

Es la única opción respondió Peter con autoridad, aunque en el fondo tampoco quería que su hermana se adentrara en el bosque. 

Y no va a ir sola intervino Susan, dando un paso al frente. 

El silencio reinó en la sala, nadie quería contradecir las palabras de sus reyes. Sin embargo, Q.A. seguía sin dar su brazo a torcer, no queriendo que su querida amiguita estuviese en peligro. Se acercó a Lucy, tomó sus manos con cariño y le habló mirándola a los ojos con preocupación. 

¿No te parece que han habido suficientes muertes?

La incomodidad se hizo presente en la sala, todos sintiendo un gran peso ante aquellas palabras. Carolina, sin embargo, sabía que era la única esperanza para ganar la batalla y habló a favor de la decisión de los hermanos. 

Es muy valiente comentó con gran orgullo y una media sonrisa reconfortante—. Todos confiamos en ella.

¿Y por qué no vas tú? cuestionó con un tono acusador el pequeño hombrecito, girándose hacia ella—. Eres su hija.

La muchacha apartó la mirada con molestia y tristeza, aunque respondió al enano. 

Pero no iría a mi encuentro confesó con la voz apagada—. En este mundo prefiere a otros como a hijos que a la suya propia... movió una pierna y se estrujó las manos con nerviosismo—Disculpad.

Salió de la sala a toda prisa, sin dejar que nadie la detuviese. Necesitaba estar un momento sola. Necesitaba no sentirse así cada vez que su padre prácticamente la ignoraba. El resto no la detuvo, y aunque Caspian quería ir a ver si se encontraba bien, sabía que tenía que ayudar a las dos reinas.

Vamos a prepararos dijo cuando se posicionó frente a Susan y Lucy. 

[...] 

Sin haberse percatado nadie, Edmund había salido tras Carolina poco después de que ésta abandonase la sala. Logró encontrarla en uno de los pasillos; estaba llorando. Se acercó a ella dubitativo y colocó una mano en su brazo para llamar su atención. 

¿Qué sucede?

Es... Complicado sorbió su nariz y se secó una lágrima rebelde que descendía por su mejilla. 

El joven rey no sabía que hacer. Nunca se le había dado bien consolar a la gente cuando estaba triste. Sin embargo, él realmente quería que Carol se sintiese mejor. 

Lo siento...

La muchacha advirtió al instante que su amigo no era bueno para consolar a las personas, por lo que solo lo miró con ojos suplicantes y le pidió la única cosa que necesitaba. 

Puedes... ¿Puedes darme un abrazo?

Edmund la miró con los ojos abiertos de la sorpresa y la duda, pero no tardó en envolverla entre sus brazos. Ella rodeó a su amigo a su vez, dejando sus manos reposar en la espalda ajena y la cabeza en su hombro. La joven suspiró, sintiéndose más relajada. Ese abrazo era lo que realmente necesitaba, nada más. 

Unos pasos resonaron en el suelo de piedra haciendo que los dos jóvenes se separaran lentamente. 

Preparaos para el duelo ordenó Peter cuando ya se encontraba a su altura. 

¿Qué duelo? preguntó ella mirándolo dudosa. 

Entre Peter y Miraz, nos dará tiempo.

Ella asintió y los tres se dirigieron junto al resto; los cuales ya se encontraban preparándose para la inminente batalla. 

La hija de AslanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora