Capítulo 9

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El viejo escondite en dónde se habían organizado los Narnianos se encontraba reinado por el silencio con la marcha de los guerreros

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El viejo escondite en dónde se habían organizado los Narnianos se encontraba reinado por el silencio con la marcha de los guerreros. La pequeña Lucy comenzó a correr hacia una de las salidas, esperando llegar antes de que fuera tarde. Cuando llegó al lado de su amiga, cogió su brazo con preocupación e insistencia. 

¿A dónde vas? cuestionó con una mirada atemorizada. 

La chica rubia terminó de prepararse y divisó que en el exterior ya se encontraba uno de los pájaros esperando para llevarla, cómo ella había pedido anteriormente. 

Tengo que ayudarlos.

Peter te dijo que te quedaras aquí insistió Lucy con la misma expresión.

Peter no me dará ordenes sentenció Carol con un tono profundo en su voz y una mirada poderosa. 

Carol... suplicó, aún sujetando el brazo de su amiga—. Por favor.

La joven apartó con cuidado las manos de Lucy de su brazo y mantuvo una de ellas agarrada mientras la miró fijamente a los ojos. 

Cuida de todo Lucy, te dejo al mando.

La pequeña se resignó ante aquella respuesta, sabiendo que la muchacha no cambiaría de opinión. Asintió con pesar. 

¿Y como irás?

Volando sonrió la mayor y señaló al pájaro que se encontraba en el exterior. 

[...]

La oscuridad de la noche rodeaba a Edmund, mientras se encontraba luchando con un soldado para lograr recuperar su linterna. Su aburrimiento anterior había provocado que la perdiera y cayera en manos de un Telmarino. No importaría de no ser porque el objeto era clave para avisar a sus hombres, los cuales aguardaban fuera mientras los reyes abrían el camino. 

¡Edmund, avisa a las tropas! chilló Peter, mientras corría por el patio hacia la puerta de entrada.

Susan y Caspian corrían tras él, pero ninguno de ellos estaba seguro de que debieran continuar. Lo mejor, pensaban, era retirarse antes de lamentar bajas innecesarias. Sin embargo, Peter no tenía intenciones de rendirse y apremió a sus compañeros para que le ayudaran a bajar el puente, mientras recibía las palabras de Edmund también desfavorecedoras. 

Estoy un poco ocupado chilló su hermano desde la torre.

Carol llegó volando por la parte trasera del castillo, aprovechando que toda la atención se encontraba en la puerta. De lejos, vislumbró a Edmund luchando contra un Telmarino mientras la linterna restaba en el suelo. Ella entendió que las tropas aún no habían sido avisadas y viendo la situación de los tres chicos en el patio, ese suceso apremiaba. El pájaro la dejó en el tejado de esa torre y ella saltó encima del hombre, logrando que éste se distrajera lo suficiente para que Edmund acabara con él a pesar de la sorpresa momentánea por ver allí a la chica. 

Gracias agradeció el chico con una media sonrisa tímida. 

No hay de qué respondió ella devolviéndole la sonrisa—. Avisa a las tropas.

Edmund hace caso a sus palabras y, cogiendo la linterna del suelo, hace el código lumínico pertinente. Mientras realiza la acción, sin embargo, no aleja su mirada de la joven que ahora se encuentra a su lado. 

Peter te dijo que te quedaras le reprochó el chico cuando las tropas ya habían sido llamadas.

A mi nadie me da órdenes.

La mirada de la joven era firme y Edmund no pudo evitar sentir un nudo en el estómago al observarla. Su fuerza, su valentía y su fortaleza eran dignas de admirar. Una reina, de pies a cabeza. Carol dirigió su mirada al chico y coincidió con unos ojos que ya la observaban con intensidad. Mantuvieron ese contacto durante unos segundos que parecieron interminables, leyéndose en los iris del otro y reconociendo el nacimiento de un sentimiento nuevo que se formaba en su interior. 

Rompieron con el contacto visual y volvieron a la realidad. Se encontraban en medio de una batalla y debían ayudar a sus amigos. 

Por aquí indicó Edmund. 

Se fueron corriendo por un callejón  del tejado y se colocaron encima de unos arqueros. Edmund se percató de que el soldado que se encontraba justo debajo suyo tenía en su mira a su hermano mayor y, sin dudarlo, se lanzó para derribarlo. Cuando el soldado cayó al patio haciendo que Peter se diese cuenta de lo sucedido, miró a su hermano menor con horror en sus ojos. Ahora él era el blanco de todos los arqueros.

¡Edmund! chilló Carol advirtiéndole del peligro. 

Él se percató de la situación en la que se encontraba y salió de esa zona a toda prisa, cerrando una puerta para protegerse de las flechas. De todos modos, esa acción solo le sirvió para despistar a algunos Telmarinos, ya que su posición había sido revelada para otros hombres. Por su parte, Carolina también huyó del callejón superior en dónde se encontraba, ya que ella era el siguiente blanco. Corrió lo más deprisa que pudo mientras oía el ruido de pisadas y voces tras ella. Llegó hasta una torre y cerró la puerta después de aventurarse al lugar, logrando despistar a los hombres. Se quedó en silencio mientras recobraba el aliento, hasta que otra persona entró por la puerta y la cerró con la ayuda de una linterna. 

¿Edmund? lo llamó al reconocer a su amigo. 

Él se giró sorprendido y asustado en un principio, con la respiración acelerada de la rápida huida.

¿Estas bien? cuestionó mirándola ahora con preocupación—. ¿Te han hecho daño?

Estoy bien respondió ella con una sonrisa tenue. 

La calma precedió a la tempestad. Unos golpes tras la puerta se hicieron presentes poniendo a ambos chicos en alerta. Edmund se acercó al borde de la torre y miró hacia el abismo. La puerta se abrió entonces y regresó la mirada hacia ella mientras agarraba del brazo a Carol para acercarla a él. Los dos soldados los amenazaban con las espadas en alto. 

¿Confías en mi? le susurró a la chica, sin apartar la mirada de los hombres frente a ellos. 

Ella asintió. El joven rey rodeó con sus brazos a la muchacha y con un pequeño impulso los lanzó a ambos al vacío. Sin embargo, Edmund había advertido con anterioridad que uno de los pájaros se encontraba allí, velando por los jóvenes reyes, esperando el momento preciso para que tuviesen una huida rápida y segura. Edmund se agarró del plumaje del animal y Carol, aún sorprendida por la caída, se sujetó con firmeza en la cintura de su compañero. 

Sobrevolaron el castillo,  el patio, el campo de batalla; y las imágenes que allí vieron eran desgarradoras. Una gran cantidad de cuerpos inertes llenaban la puerta de salida de aquel espantoso lugar. 

Dios mío susurró la chica, sintiendo que se le encogía el corazón ante tal escena atroz.

Su amigo no respondió, pero miró en silencio la masacre. Cuando al fin dejaron atrás el castillo, llegaron hasta dónde se encontraban los Narnianos sobrevivientes y regresaron a su refugio. 

La hija de AslanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora