Era una tarde de abril en las oscuras y frías calles de Inglaterra. Un joven muchacho de cabellos como el carbón paseaba tranquilamente sin rumbo alguno. Su corazón latía en su pecho, pero sentía que algo le faltaba. Residía en él un vacío que parecía imposible de llenar; imposible para cualquiera, excepto para ella.
—Edmund —lo llamó una voz dulce que reconocería en cualquier mundo.
Se giró y con asombro admiró a la muchacha rubia que se encontraba frente a él.
—Carol... —susurró su nombre sin creerse que realmente fuese ella.
Se acercó un poco más, tratando de descifrar si la imagen de la joven era una simple ilusión, un simple sueño, o era real.
—Estoy aquí —susurró ella con una sonrisa radiante que hacía que sus ojos destellearan.
No hizo falta nada más. Edmund acortó la distancia entre ellos y aprisionó a la chica en un cálido abrazo que fue correspondido de inmediato. Edmund sintió que el vacío de su corazón comenzaba a llenarse, poco a poco.
—Me has encontrado —dijo él al separarse.
—Jamás te perdí de vista.
—Entonces, ¿por qué no viniste antes? —preguntó Edmund confuso.
Ella lo miró con cariño y acarició su mejilla con las yemas de sus dedos. Edmund sabía que no tendría una respuesta clara a esa pregunta, pero no le importaba. Solo quería estar junto a ella.
—No era el momento indicado —fue su única respuesta.
—¿Y ahora lo es?
—¿Lo es? —repitió la pregunta que había formulado el chico.
Mientras hablaban, sus rostros se habían ido acercando centímetro a centímetro. Carol rodeó el cuello de Edmund con sus brazos y él la rodeó por la cintura. Sus labios ya casi se rozaban.
—Lo es —respondió Edmund.
La muchacha sonrió y juntó sus labios en un hermoso y tierno beso. Sus corazones comenzaron a palpitar al mismo compás, sintiendo que por fin habían encontrado aquello que tanto anhelaban. Cuando al fin se separaron, se miraron y sonrieron a la vez. Ambos podían decir que jamás habían sido más felices.
—Prométeme que no te irás —suplicó él rozando su nariz con la de su amada.
—¿Separarme de ti? Nunca.
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La hija de Aslan
Fiksi PenggemarLas historias son ciertas. Hace mucho tiempo, en nuestro mundo hubo una reina que reinó sola. No hubo hijo de Adán ni profecía, solamente había una chica dispuesta a gobernar con justícia a su pueblo. Fueron grandes años para Narnia, con celeb...