Pasaron algunos meses desde que los hermanos Pevensie habían regresado a Narnia para hacer frente a la nueva amenaza. En su aventura, conocieron al príncipe Caspian; cuyo destino era llegar al trono del país y convertirse en el nuevo rey de Narnia.
La segunda aventura de los Pevensie en el mundo de fantasía culminó más pronto de lo que los cuatro hermanos hubieran deseado. La sorpresa para Edmund y Lucy fue saber que sus hermanos no volverían a pisar aquel lugar. Peter y Susan ya eran mayores, habían aprendido todo lo que necesitaban de Narnia y ahora debían adentrarse en los entresijos de su propio mundo.
No fue mucho después de su regreso que los hermanos mayores se fueron a vivir con sus padres, mientras que Edmund y Lucy tuvieron que quedarse en Inglaterra en casa de sus tíos y convivir con su odioso primo, Eustace, quién les hacía la vida miserable y siempre les reprochaba sus historias de Narnia considerándolas como cuentos de niños.
Era un día como cualquier otro en la vida de Edmund y Lucy, o eso parecía en un principio.
Regresaron a la casa de sus tíos después de hacer la compra. Su tío estaba sentado en el sillón de la sala, mientras leía un libro y fumaba su pipa.
—Ya hemos llegado, tío —saludó Lucy, aunque no recibió respuesta; sin embargo, siguió hablando—. Voy haciendo la sopa.
Lucy mostró su expresión de fastidio ante el comportamiento de su familiar y se dirigió a la cocina ignorando a tan maleducado ser. Edmund, por otro lado, no se estuvo de hacerle una mueca de desagrado.
—Padre —se escuchó la voz de Eustace desde las escaleras—, Edmund le ha sacado la lengua.
El nombrado se giró con el ceño fruncido y un rostro enfadado en dirección al muchacho.
—Serás chivato —susurró con furia—. Ya verás lo que voy a...
Se dispuso a perseguir a su primo hasta que oyó a su hermana llamándolo. La miró esperando a que hablara.
—Ha llegado una carta de Susan.
Estando en la habitación que Edmund compartía con Eustace, Lucy comenzó a leer la carta de su hermana en voz alta.
—¡¿Qué tenemos que quedarnos en Inglaterra unos meses más?! —comentó exaltada la muchacha tras procesar las palabras de Susan—. No vamos a sobrevivir...
—Tú tienes suerte —habló Edmund mientras se sentaba en la cama al lado de Lucy—, yo tengo que compartir habitación con ese rarito.
—Susan y Peter sí que tienen suerte —suspira Lucy y al levantar la mirada se fija en el cuadro que hay en la pared—. Mira ese cuadro, ¿no te parece que ese barco es muy narniano?
Edmund también levanta la mirada y le da la razón a su hermana.
—Deberíais dejar de leer cuentos de niños, así nadie os tomará jamás en serio.
Las palabras que dijo Eustace al entrar a la habitación enfurecieron a Edmund, ya que éste recordaba sus días en Narnia como algunos de los mejores de su vida. Además, allí había conocido a alguien muy especial y realmente deseaba volver para reencontrarse con ella. Se levantó de la cama para enfrentar a su primo.
—Edmund —chilló Lucy, entre asustada y asombrada—. El cuadro...
Los dos muchachos miraron a su dirección y vieron como éste comenzaba a expulsar agua. Edmund y Lucy comprendieron al instante que, al fin, iban a regresar al lugar en el cuál más deseaban estar. Esperaban con una sonrisa su llegada al otro mundo.
Sin embargo, Eustace estaba asustado y su primera reacción fue sacar el cuadro de la pared para intentar destruirlo. Los hermanos Pevensie, al ver sus intenciones, corrieron a detenerlo. Tras un leve forcejeo, el cuadro cayó al suelo y mucha más cantidad de agua salió de él. El agua llenó rápidamente la habitación y pronto se encontraron buceando en aguas saladas tratando de llegar a la superficie.
Ya no se encontraban en la pequeña habitación, sino que estaban en mar abierto. Lo que alertó a Lucy fue que un barco se dirigía directamente a ellos.
—¡Nadar! —chilló a los muchachos.
Se pusieron a nadar con todas sus fuerzas, pero Lucy pronto se cansó y comenzó a hundirse de nuevo.
Se escuchó el sonido que hace el agua cuando alguien se lanza a ella y, de repente, un hombre estaba sujetando a la muchacha para que no se ahogara. Lucy tosió un poco tratando de recuperar la respiración y miró a su salvador.
—¡Caspian! —exclamó sorprendida y contenta de volver a ver a su amigo.
—¡Lucy! —exclamó él con el mismo tono.
—¡Edmund! —llamó a su hermano, que seguía nadando para alejarse del barco y de los hombres—. ¡Es Caspian!
Al escuchar aquellas palabras dejó de nadar y el hombre que estaba tratando de ayudarlo llegó a su altura para cumplir con su propósito. Otro de los hombres alcanzó a Eustace, aunque él seguía negándose a todo lo que estaba sucediendo.
Cuando subieron al barco Caspian le preguntó a Lucy el motivo de su regreso a Narnia, pero ni ella ni su hermano sabían porqué estaban allí. Caspian no los había llamado esa vez, pero a ninguno le importó. Estaban en Narnia.
—No habéis sido los primeros en venir —comentó Caspian con una sonrisa.
—¿A qué te refieres? —inquirió Lucy con una expresión confusa en su rostro.
Con un leve gesto de cabeza, Caspian les indicó que miraran tras ellos. Cuando se giraron, se encontraron frente a Carol, quién les daba la bienvenida con una gran sonrisa. El corazón de Edmund comenzó a latir muy deprisa.
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La hija de Aslan
FanfictionLas historias son ciertas. Hace mucho tiempo, en nuestro mundo hubo una reina que reinó sola. No hubo hijo de Adán ni profecía, solamente había una chica dispuesta a gobernar con justícia a su pueblo. Fueron grandes años para Narnia, con celeb...