Capítulo 13

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Tras la muerte de Miraz por parte de sus propios hombres, los telmarinos acusaron injustamente a los narnianos provocando así el inicio de la guerra

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Tras la muerte de Miraz por parte de sus propios hombres, los telmarinos acusaron injustamente a los narnianos provocando así el inicio de la guerra. El plan de combate debía realizarse. Peter y Edmund permanecían al frente, observando las tropas enemigas; Susan y Carol se prepararon para disparar desde el saliente al que la más joven había subido a toda prisa; y Caspian aguardaba la señal para ejecutar su plan desde las profundidades. 

Todo parecía ir a cámara lenta ante ellos, pero pronto la cuenta atrás anteriormente empezada llega a su punto culminante. Caspian y los narnianos que se encontraban en las zonas subterráneas comenzaron a golpear las columnas para generar un agujero en la tierra para detener a a las tropas enemigas en la zona que ellos habían determinado con anterioridad. Los arqueros dispararon sus flechas cuando un gran grupo de soldados se vieron acorralados en esa pequeña trampa. 

Tras ese primer movimiento, los reyes y príncipe se posicionaron frente a su gente para iniciar la batalla como tal. Peter encabezaba el grupo, con la espada en la mano y la mirada serena frente a sus enemigos. Caspian a su izquierda y Edmund a su derecha, ambos también con sus respectivas espadas. Tras ellos, las jóvenes reinas con sus arcos en mano. 

Tened cuidado susurró el sumo monarca. 

Empezaron a correr en dirección a las tropas enemigas, con los narnianos siguiéndolos. Pronto se encontraron en medio del campo de batalla y cada uno de ellos luchando con varios soldados contrarios.

Carolina lanzó una flecha a un jinete que apuntaba con descaro a un pobre narniano, pero al regresar su atención a su alrededor se vio rodeada de varios telmarinos. Con las puntas afiladas de su arco comenzó a propinar golpes firmes, y en otras ocasiones lanzaba flechas con la propia mano. Parecía que podía con todos, pero no fue así. Uno de los soldados se aproximó por la espalda lanzándola al suelo y enviando el arco unos metros más allá. 

¡Ah! chilló, asustada, al ver que no tenía tiempo suficiente de reacción ni con sus armas ni con sus poderes; visualizando el final de su vida en un instante. 

Edmund estaba luchando con otros soldados a unos metros de su amiga y, al verla en peligro, terminó con los telmarinos en un segundo y corrió hasta la muchacha a tiempo para evitar que la mataran. Derrotó a todos los soldados que la rodeaban, tras encargarse del hombre que la había desarmado, y se acercó a ella para ayudarla a levantarse. 

No puedo dejarte sola negó el muchacho con una sonrisa en su rostro.

Pues no lo hagas respondió ella en un susurro sugerente. 

Se miraron fijamente y, sin darse cuenta, sus rostros fueron acercándose lentamente el uno hacia el otro. Esa pequeña burbuja que se había creado en un instante alrededor de los dos jóvenes se rompió cuando Carol empujó a su amigo a un lado y sus ojos se abrieron abruptamente del dolor. Al percatarse de la aproximación de un telmarino con intenciones negativas hacia su amigo, su primera reacción fue apartarlo del peligro; pero se olvidó por completo de que no tenía tiempo suficiente de reaccionar al ataque hacia ella. 

Su mirada descendió hasta su vientre, dónde una gran cantidad de sangre proveniente de una herida realizada por el filo de una espada teñía las telas de su vestido. Cayó al suelo del dolor y el cansancio. Edmund, todavía desorientado por el empujón y sin haberse levantado, dirigió su mirada hacia la muchacha. 

¡Carolina! chilló con todas sus fuerzas, el pánico acrecentando en su sistema. 

Se arrastró hasta llegar a su altura y la abrazó entre sus brazos. El hombre que la había herido se encontraba en el suelo derrotado por otro narniano. 

Ed... Edmund... dijo ella, respirando con dificultad. 

Tranquila, estoy aquí, estoy aquí susurró acariciando su pelo y tratando de aguantarse las lágrimas al ver que la vida de Carolina se iba apagando.

Caspian, Peter y Susan, cuya escena habían presenciado a la lejanía, se acercaron al lugar para socorrer a su amiga. 

¿Qué ha pasado? cuestionó Peter, observando con el ceño fruncido la sangre que brotaba de la muchacha. 

La han herido. 

Carol Caspian se arrodilló a su lado y acarició la mejilla de la joven con la mirada acuosa—. Te pondrás bien.

Lucy recordó Susan, sabiendo que su hermana podría curar a Carol con su pócima mágica. 

Debe volver comentó Peter sin quitar la misma expresión de su rostro—. Ahora todos dependemos de que ella vuelva.

Carolina apenas podía mantener los ojos abiertos, siendo plenamente consciente de su pésima condición. 

Pe... Peter lo llamó con las pocas fuerzas que tenía—. Ella vendrá y os... Os ayudara pero... Pero para mi ya... Ya será tarde...

No Carol, no lo permitiré susurró Edmund apoyando su frente en la contraria. Se quedó así unos segundos hasta que volvió a incorporarse con decisión—. Vamos a buscar a Lucy.

El mayor de los hermanos asintió ante esa idea y consiguió un caballo para ellos. 

Sálvala le dijo Peter a su hermano con una mano en su hombro. 

Éste asintió y subió al caballo, dejándose ayudar por Caspian para subir a su amiga junto a él. Cabalgaron por lugares menos visibles para no ser descubiertos y, tras recorrer mucho terreno, Edmund escuchó la voz de su hermana a lo lejos. Siguió su voz hasta que la encontró junto a Aslan, ambos sentados en el suelo. Al percatarse de que no estaban solos, Lucy y Aslan miraron a los recién llegados y sus rostros se tiñeron en preocupación al ver el estado deplorable de Carol. 

¿Qué le ha pasado? preguntó la niña asustada. 

La han herido... susurró Edmund cogiéndola en brazos para dejarla ante su hermana—. Todo por protegerme a mí...

Carol... Aslan se aproximó a su hija preocupado. 

Lucy, debes curarla apresuró Edmund.

Lucy abrió su poción y miró el rostro de su amiga una última vez antes de darle una gota. Al principio, Carol parecía no reaccionar a la magia; sin embargo, poco a poco comenzó a respirar pausadamente y abrió los ojos de golpe. Se incorporó lentamente, comprobando que su herida se había cerrado bien, y miró a su amiga para agradecerle sin palabras la ayuda. Luego dirigió su mirada a Edmund y éste no tardó en lanzarse a sus brazos para fundirse en un abrazo. Lo necesitaba. 

No me hubiera perdonado si algo que llega a pasar susurró él en su oído. 

Aslan, que se había mantenido en silencio, hizo notar su presencia a su hija.

Carolina habló con voz solemne, hecho que provocó que los dos muchachos se separaran y ella lo mirase—. Estoy orgulloso de ti.

Ella sonrió y se levantó a toda prisa, a pesar de marearse un poco, solo para correr a abrazar a su padre. 

Es hora de ayudar a los demás sentenció el gran león.

Con un aullido despertó a los árboles para que ayudaran a los narnianos y se dirigió al río junto a los tres niños. 

La hija de AslanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora