Capítulo 4

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Peter tenía una extraña sensación de que aquel lugar le era familiar

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Peter tenía una extraña sensación de que aquel lugar le era familiar. No sabía decir con exactitud si se trataba de las vistas hacía las cristalinas aguas del mar o los restos de las viejas columnas que antaño habrían lucido majestuosas en un gran y lujoso salón. Lo que no sabía, o quería pensar que no sabía, era que aquellos restos pertenecían a lo que había sido su hogar. Cair Paravel.

—Esto es... —comentó Lucy, la cual se había dado cuenta de que ya había pisado innumerables veces en el pasado aquellos restos de piedra. 

—Cair Paravel —susurró Peter, con la mirada al frente y sombría al ver como su majestuoso hogar se había convertido en ruinas. 

Los otros dos hermanos se miraron entre sí cuando comprendieron la situación. 

—¿Pero que ha pasado? —preguntó Susan, sorprendida y confusa ante el reciente descubrimiento. 

Todos se quedaron en silencio, sin saber que decir. Sin embargo, Edmund salió del trance y se acercó a unas viejas columnas.

—Catapultas —comentó, mientras acariciaba una especie de hendidura en aquel antiguo soporte. 

—¿Que? —cuestionó Peter en el instante en que tanto él como sus hermanas se giraron en dirección al menor con un gesto interrogante en sus rostros. 

—Cair Paravel fue atacado —respondió Ed, sin dar más detalles; ya que siquiera él podía imaginarse los sucesos que tuvieron lugar allí. 

Lucy y Susan se miraron consternadas, recordando los buenos momentos que vivieron entre esas ya inexistentes paredes. A su vez, Peter miró a su hermano menor con determinación y habló.

—Debemos averiguar que a pasado aquí.

Todos estuvieron de acuerdo con él, pero Susan observó sus ropas y una mueca se abrió paso en su rostro.

—Pero no podemos ir vestidos así, llamaremos mucho la atención. 

El resto de los hermanos también miraron sus ropas, aunque no le dieron tanta importancia como su hermana. Sin embargo, Edmund recordó algo. 

—La habitación secreta —le dijo a Peter.

—¿Crees que todavía estará? —respondió el mayor. 

—Hay que intentarlo.

Se alejaron de la sala de los tronos —o lo que quedaba de ella— y caminaron hacia una zona más elevada. Allí todavía se mantenía en pie una estructura del antiguo edificio, la cual escondía una puerta de madera tras de sí. Peter agarró una navaja que traía consigo para abrir la puerta, y seguidamente se arrancó una parte de la camisa para crear una antorcha improvisada-.

—¿Tienes cerillas? —preguntó el mayor a su hermano.

—No, pero tengo esto —sacó una linterna de su bolsa y se la mostró a Peter.

Él suspiró dándose cuenta de que había malgastado su tiempo preparando la antorcha, y después de negar con una sonrisa ante ese suceso, con un gesto de brazo indicó a sus hermanos que entraran. Todos entraron dentro del lugar hasta llegar a una sala que parecía haberse mantenido intacta. En ella se encontraban cuatro baúles frente a cuatro estatuas que simbolizaban a los reyes del pasado. Cada uno se posicionó en frente de su representación y abrieron sus respectivos baúles para buscar nueva ropa y equiparse con sus armas. Para Susan, esta última hazaña no pudo completarse al darse cuenta de que una de sus pertenencias no se encontraba en su lugar. 

—No encuentro mi cuerno.

—A lo mejor te lo dejaste en algún sitio cuando volvimos —comentó su hermana pequeña para tranquilizarla. 

—A lo mejor... —respondió ella no muy segura. 

Terminaron de vestirse y de coger todo lo que necesitaban, para más tarde salir de allí en busca de respuestas. 

La hija de AslanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora