Capítulo XXIX

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Nathaniel:

- Hola, ¿Cómo has estado hermanito? – digo a penas contesta Fred su móvil.

- Bien ¿y tú, como has estado? – dice casi como un susurro.

- Bien también, tú sabes cuánto amo España y estar con los primos – digo entusiasmado – dime ¿estás muy ocupado? -.

- Sí, estoy con Lisa en el aeropuerto – comprendo de inmediato el por qué está hablando tan bajo.

- ¿a dónde vas? ¿tomaste vacaciones? –.

- No, no, vamos a un matrimonio -.

-¿Sí? ¿de quién? – pregunto dudoso.

- Es que no se si deba contarte...- su respuesta me contrae todos los músculos y un escalofrío recorrió desde la cabeza hasta los pies.

- Comprendo, pero puedes contarme con tranquilidad, no reaccionaré mal – digo porque la duda me mata, sé que ella tiene algo que ver.

- Es que prefiero seguir con el trato de no contarte nada de su vida, mejor así sin que nadie sepa nada, hay que saber separar las cosas – dice algo afligido – lo siento hermano, Lisa me está apurando para subir al avión, el viernes es el matrimonio y pienso regresar el sábado, así que te llamaré ese día mejor –.

- Está bien, que tengas un buen día, hablamos, adiós -.

- Adiós, Nate -.

No podía negarlo, esa noticia había sido totalmente inesperada, se casaba, Aria se casaba, miro el calendario, ya son ocho meses desde que me vine a España, ¿tan rápido que me había olvidado? Bueno eso era lo mejor, yo lo sabía, pero egoístamente me dolía. Cuento los días, el viernes se casa, quedaban cinco días y perdía para siempre a la mujer que había amado. Me agarro la cabeza ¿Qué podía hacer? Ella sería más feliz con él, quien sea que fuera, definitivamente no creía que fuera más idiota que yo, sabía que le haría menos daño del que yo le había hecho.

Aria:

Me pongo el vestido que hace varios meses había elegido, menos mal que con todas las cosas y la planificación de la boda no había adelgazado porque no quería que a estas alturas me quedara suelto, tenía que ser perfecto el día de hoy. Me miro al espejo y me arreglo el cabello, realmente parezco princesa, que bueno que la peluquera había sabido hacer la moña que esperaba, me pongo los aretes, los últimos detalles y suspiro, se viene el momento.

Debo admitir que había soñado este día de diversas formas desde que se anunció el matrimonio, había vivido bodas, pero esta era muy especial, era simple, pero tenía una connotación muy importante para toda mi familia y cercanos, me alegraba mucho que todos pudieran haber estado aquí.

- Vamos – me dice mi madre muy sonriente.

Camino hasta la entrada, ansiosa por el momento, tomo el ramo de flores temblorosa, no sé por qué estaba tan nerviosa ¿cómo estaría Sebastián? Con lo nervioso que es, me imagino que debe estar inquieto. Relleno con más pañuelitos desechables la funda del ramo, no creo que llore tanto, pero uno nunca sabe quién pueda necesitarlo, yo por lo menos, estoy consciente de que debo cuidar mi compostura y mi maquillaje, como dice mi madre "linda hasta el final".

La música comienza a sonar, una de mis favoritas, mi corazón late fuertísimo.

- ¿Estás lista? – me pregunta el caballero a cargo de las puertas de la iglesia.

- Sí, estoy lista – y me dispongo a entrar.

Una boda por contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora