Capítulo X

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Nathaniel:

Despierto temprano pues es domingo y es rico salir a correr a estas horas, en el lugar que vivo están puras personas jóvenes, así que siempre me encuentro con más de un amigo, tomo la misma tenida de siempre y bajo las escaleras mientras programo la música que me acompañará en esta corrida. En eso algo extraño capta mi atención, Aria se encuentra sentada en uno de los sofás chicos dormida mientras que en el sofá más grande se encuentra la chica de la noche anterior ¿Qué diablos hacía aquí aun?

Molesto camino hacia Aria y la zamarreo fuertemente.

- ¡HEY DESPIERTA! - digo enojado.

- ¿Qué sucede? – me mira descolocada.

- ¿¡QUE HACE ESTA CHICA AQUÍ?! - apunto notoriamente a la extraña.

- Solo se ha dormido anoche y no he querido despertarla, no sabía dónde vivía, al parecer tuvo un problema y no tiene a donde ir - dice como si estuviera realmente preocupada de esa desconocida.

- Ese no es mi problema así que espero que ella se haya ido cuando vuelva, no me gusta que extraños estén en esta casa, claro excepto tú, por obligación - digo dándome la vuelta para salir finalmente de mi departamento.

Aria:

No sé si tenía un talento especial o algo, pero con el poco tiempo que llevábamos conviviendo juntos definitivamente ya había superado mi límite.

- Disculpa, no estoy muy segura de lo que hago aquí, pero estoy segura que a él no le ha gustado nada mi estadía - dice la desconocida que parece haber escuchado.

Veo su rostro un poco confundido y pasea la mirada de un lado a otro viendo cada detalle del departamento. Intentando calmarla un poco le ofrezco que desayunemos y con una amplia sonrisa acepta, fuera de todo creo que es mejor que la conozca un poco antes de juzgarla por lo pasado en la noche anterior. Le cuento lo ocurrido para que pueda entender que hace aquí y algo avergonzada me pide disculpas y comienza a relatar un poco su historia, la misma que anteriormente me había explicado pero esta vez con más detalles, así descubro que la situación es aún más compleja de lo esperado, definitivamente no puedo dejarla sola.

- Ya tranquila, calma - digo sobando su mano que temblorosa sujeta la cuchara - yo te ayudaré, no te preocupes -.

- Muchas gracias, solo, no quiero ser una molestia - dice, estrechándome en un gran abrazo.

- No, no eres una molestia, yo hablaré con mi esposo, estoy segura de que él entenderá - o eso esperaba.

No tenía idea como inculcar ese pensamiento a Nathaniel, la empatía era uno de sus mayores defectos y eso que solo llevaba conociéndolo unas semanas, pero bastaba para darme cuenta de sus habilidades y defectos, aunque como fuera, no podía dejar a esa chica, estaba muy sola aquí y llevaba poco, incluso su inglés era un poco confuso, se notaba que aún le costaba hablar el idioma en su perfección.

- Y otra vez siento haber besado a tu esposo y haber aceptado venir para acá, si hubiera sabido que estaba casado yo no habría...-

- Eso ya pasó - la interrumpo, después de todo más culpa tenía mi "esposo" pues ella no sabía nada de mi existencia.

- Gracias, te pagaré todo cuando pueda - dice sonriente - a todo esto, mi nombre es Sydney ¿y tú eres...? -.

- Aria, un gusto -.

La sonrisa de esa desconocida era sincera y su mirada algo perdida, pero era pura, creo que solo estaba asustada, no podía ser una mala persona, solo le había tocado un mal momento y pues si yo podía ayudarla a darle un poco de tranquilidad no me iba a quedar de brazos cruzados. Algo me decía que podía confiar en ella y que nos llevaríamos bien.

Una boda por contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora