Capítulo XXVII

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Aria:

Estoy recostada aun cuando el día ya ha aclarado, siento el relinchar de los caballos que tienen hambre, pero realmente no tengo deseos de bajar. Prendo el teléfono y me encuentro con 80 llamadas perdidas y como 30 mensajes de Nate ¿qué espera? ¿decirme todo por móvil? Idiota.

- ¡Aria!, abre la puerta – escucho su voz en la puerta de mi casa mientras golpea con fuerza y los perros ladran estruendosamente.

Me asomo a la ventana intentando que no me vea, lo veo muy desordenado con una maleta azul a su lado, su rostro está enrojecido como si hubiera estado corriendo una maratón y unas ojeras inmensas que se asoman bajo sus hermosos ojos. Mi madre abre la puerta algo asombrada, él entra en pánico, intenta alisarse su traje y sonreírle amablemente, debo confesar que la escena ha sido algo graciosa, hablan unas cuantas palabras que no logro escuchar, pero él de todos modos intenta entrar, mi madre intenta frenarlo, pero es casi imposible con ese chico casi del doble del tamaño que ella.

Corro a cerrar la puerta de mi habitación, pero ya es demasiado tarde, lo encuentro todo sudado y desesperado en frente mío.

- Lo siento hija, no pude detenerlo – dice mi madre que aparece tras él.

- Lo siento señora – se gira sonriente a mirar a mi madre – realmente necesitaba ver a su hija y decirle que no tiene idea porque la he despedido y que no debería reaccionar así – dice mirándome fijamente a los ojos.

- Y ¿cómo esperabas que reaccionara? Me despidieron sin ninguna razón – mi madre mira la escena algo descolocada.

- ¿Qué pasaría si te dijera que me estoy enamorando de ti? – dice de repente tomándome fuertemente de los brazos – Aria, remeciste mi mundo en cuanto bajaste de aquella escalera el primer día que te conocí ¿cómo se le puede llamar a eso? -.

- ¿Por qué me has despedido? – digo frenando su hermoso discurso, eso era lo que necesitaba saber.

- Porque quiero estar contigo, si esperaba que llegaran esos cinco días y te tuvieras que ir, tendrías que empezar tu vida desde cero, lejos de mí, si rompía el contrato antes no era necesario, no me importa tener la empresa, ni nada de lo que he tenido que hacer de un principio, yo solo quiero estar contigo y te prometo que tampoco necesitaras del trabajo – me quedo muda mirándolo – he traído esta orden de divorcio pues si no quieres seguir conmigo, quiero dejarte libre, no quiero que estés conmigo o sin mí por un contrato, quiero que tu elijas libremente -.

No sé qué decirle, las primeras lágrimas salen de mis ojos, yo estaba equivocada sobre él y definitivamente esto no me lo esperaba, era mejor que un sueño.

-Yo, no puedo decir que estoy enamorada de ti, aun no estoy totalmente clara de lo que siento, pero no quiero divorciarme de ti, si quiero estar contigo, conocerte más, disfrutarte más y quedarme con esta vida que he construido – sin decirme nada más me toma y me besa y me siento realmente feliz.

Durante el resto del tiempo intento contarle a mi madre lo sucedido, ella algo molesta intenta entenderlo, aunque finalmente lo logra un poco pues sabe que todo lo que he hecho era por ellos y por sentirme desesperada. Y las buenas noticias me abundan en ese instante, me cuenta que ya están todas las deudas pagadas, que tiene un profesor para Thomas y que pronto tendrá una prótesis para su brazo.

Luego salgo a enseñarle un poco de mi mundo a mi esposo y que hermoso sonaba decirle así y poderlo mirar como tal, las mariposas del estómago si existían y llevaba tanto sin sentirlas libremente. Siempre había dicho que yo le había traído felicidad, pero él, sin darse cuenta, también había traído felicidad a mi vida, él no sabía cuánto en realidad había sufrido, también había pasado momentos muy malos en mi familia, no los compararé con las de él, claro está, pero también me había hecho sonreír como hace mucho no lo hacía, porque con solo mirarlo me bastaba para sentirme cómoda, un abrazo, un beso, me hacían sentir en paz, porque todos mis problemas se iban y solo existía él y yo.

Una boda por contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora