Génesis + Capítulo 1

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Sábado 09 de Agosto del 2014.
7:28 a.m.

—¡¿Cómo que no saben dónde está?!— asomé mi cabeza del baño totalmente desconcertada.

Había despertado hoy, un sábado, con la noticia de que mi novia no había llegado a su casa después de nuestra cita. Según Marta, la esperó toda la noche hasta la madrugada pero no hubo señal de ella.

—Dani, cálmate un poco, seguramente ella está en casa de una amiga y se quedó a dormir por la tormenta de ayer que llegó de imprevisto— intentó calmarme, pero fue inútil.

—Sabes que ninguno de nuestros amigos vive cerca, má'— angustiada, caminé hacía mi clóset buscando una chaqueta que ponerme —Ella fue directo a su casa después de nuestra cena, sí Poché hubiera decido ir a otro lugar antes de llegar a su casa, me hubiera avisado, créeme— aseguré colocándome encima mi suéter rojo.

—Ella está bien, Dani, no te preocupes— suspiró desde la puerta de mi habitación. Ella me observaba poniéndome los primeros tenis desgastados que encontré —¿A dónde planeas ir?— preguntó y yo me acerqué para dejar un beso en su mejilla de despedida.

–Iré con Marta, necesito saber que pasa con Poché— le respondí subiendo el cierre de mi suéter hasta arriba —Nos vemos más tarde, mamá.

Salí de mi habitación bajando las escaleras de mi casa a toda velocidad. Mi papá a estas horas se encontraba en su trabajo, así que no me sorprendió no verlo en la cocina desayunando.

Todavía llevaba mi pijama negra con unicornios blancos, pero eso no me importaba en absoluto, solo estaba en mi mente saber que estaba pasando con mi novia.

Salí de casa y caminé al patio frontal de esta; ahí estaba mi bicicleta, últimamente no la utilizaba para mucho, solo a veces cuando quería ir a algún lugar apartado en el pueblo, pero ahora la necesitaba para llegar rápido a casa de los Garzón.

—¡Buenos días, Daniela!— saludó con alegría el señor Luis.

Él era encargado de repartir cualquier tipo de correo por todo el pueblo. Iba siempre con una bicicleta con canasta y su uniforme azul.

Cada mañana, sin falta, yo salía a recoger el periódico con él, pero ahora no era el caso por primera vez.

—Hola señor Luis, ¡que tenga un buen día!— le dije a toda velocidad mientras tomaba mi bici y me montaba a ella sin esperar alguna respuesta de él.

Comencé a pedalear en mitad de la calle. Aquí comúnmente no pasan carros, así que no tengo que preocuparme por si me atropellan.

Lo único bueno es que la casa de Poché está cerca de la mía, solo nos separaban algunas calles, así que podía llegar a mi destino en menos de cinco minutos.

El frío viento golpeaba mi cara mientras más rápido iba; yo ya comenzaba a jadear por el esfuerzo que hacía para llegar rápido, pero es que la angustia me estaba matando.

Miré a las personas trajeadas y con un maletín dirigirse a su coches o a la parada de un autobús cerca, también a gente corriendo por las afueras del gran bosque que tenía a mi lado derecho para cumplir su rutina de ejercicio.

Detuve mi bici y me bajé dejándola caer al duro asfalto sin importarme que le sucediera. Llegué al porche de la casa y toque tres veces su puerta esperando pacientemente a que alguien abriera, pero me comencé a desesperar cuando pasaron más de diez segundos sin alguna señal de vida al otro lado, así que decidí tocar una vez más, pero antes de hacerlo, por fin la puerta se abrió.

Efecto Mariposa (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora