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Sin dejar pasar aún más tiempo, di pasos hacía al frente para así apartarme del cuerpo que tenía detrás mío. Cuando giré, todo de mi se quedó paralizado, no me esperaba esto para nada.

—¿P-Poché?— fue lo único que pude emitir por todo el shock que tenía ante esta situación —¿Eres tú?

Estaba de pie frente mío con su cabello azulado húmedo; seguramente salió de bañarse. Sus labios estaban curvados en una perfecta sonrisa mostrando un poco de sus hoyuelos y sus ojos aceituna me miraban con admiración mientras brillaban.

—¿Calle?— ella rió al ver mi actuar —¿Estás bien?— oír de nuevo su voz fue como una melodía para mis oídos, nunca me había sentido tan feliz de haber escuchado algo —Claro que soy yo, ¿por qué lo pre...?

Antes de que dijera alguna palabra más, mis brazos ya estaban alrededor de su cuerpo pegandola lo máximo posible a mi. Quería sentirla conmigo, que se uniera conmigo. La había extrañado tanto. No la quería dejar ir, no quería cometer ese mismo error de nuevo. No quería volver a sentir esa misma maldita sensación que me quemaba por dentro cada día desde que ella se fue de mi vida. Esa sensación llamada culpa.

—Oye, Calle, tranquila— ella siguió bendiciéndome con el sonido de su risa —Me estas apretando un poco fuerte— mencionó en un susurro haciendo aflojar mi agarre.

La miré y ella me imitó; no sabía que decir a lo que mis ojos me dejaban observar. No sabía que era lo que estaba pasando, pero me gustaba demasiado.

Poché esperaba a que dijera algo, pero no tenía cabeza para pensar que decir, así que simplemente de mi boca salieron las palabras que siempre llegaban a mi mente cada vez que la veía.

—Te amo— murmuré haciendo que las mejillas de mi peliazul comenzaran a sonrojarse. Nunca se había acostumbrado a eso —Te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo...— repetía cada vez que dejaba un beso en alguna parte de su rostro. Quería demostrarle todo el amor que sentía por ella, el que no le pude dar cuando todavía estaba.

Escuché una risa infantil proveniente de ella haciendo que mis días grises comenzaran a tornarse de colores llamativos.

Al terminar de repartir besos por todo su rostro, llevé mi cara al hueco de su cuello mientras sentía como Poché acariciaba mi espalda muy lentamente, haciéndome sentir una paz que pensé no volver a tener.

—Yo también te amo, Calle, más de lo que puedo expresar— confesó dejando un corto beso en la coronilla de mi cabeza —Y no se porque llegaste tan cariñosa, y un poco rara, pero me gusta. Bueno, para serte sincera, me gusta todo de ti— añadió por último.

Después de otros segundos, me separé de ella sintiendo un vacío por ya no sentir su cálido cuerpo junto al mío. Cuando Poché me vió, pude notar como su expresión cambiaba a una preocupada acercando sus manos a mi rostro donde limpió el rastro de lágrimas que no me había percatado que tenía.

—¿Por qué lloras?— preguntó sorprendida. Pase las yemas de mis dedos por mis mejillas comprobando lo que dijo.

Fruncí un poco el ceño y mordí mi labio. Lo que estaba a punto de decir, era algo totalmente imposible, pero de alguna manera quería que este sueño durará para siempre.

—No quiero que te alejes de mi— sollocé mientras sentía más lágrimas salir.

Poché me miró sin entender, pero eso cambió cuando sonrió de una manera comprensiva. Se acercó a mi rostro dejando nuestros labios a cierta distancia corta, después de que nuestras respiraciones chocarán, cerró la distancia con un beso lento y profundo.

No recordaba lo bien que podía llegar a sentirse un simple beso de ella.

—Calle, escúchame, siempre estaré aquí a tu lado, sin importar que, nunca te dejaré— dijo en mis labios al separarse.

La miré dándome cuenta que esas palabras estaban lejos de la realidad. Poché me sonrió de nuevo, tratando de tranquilizarme y después me volvió a besar, haciendo que me diera cuenta de algo, una vez más, al estar de nuevo a su lado:

Mi mundo siempre ha sido ella.

Efecto Mariposa (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora