• . ˚ * ━━ 𝐒𝐓𝐀𝐈𝐍
❝Las manchas que adornaban sus camisas eran diferentes; las de él eran de café derramado y las de ella de quemaduras accidentales de cigarrillos. Sin embargo, las manchas en sus cuerpos combinaban perfectamente con las mordedur...
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E R R O R E S (1) △▽△▽△
Un trueno sonó tan fuerte que sacudió las ventanas del pasillo y enmascaró el sonido constante de sus pasos. Freya agarró y con más fuerza los libros en sus manos mientras entraba a la biblioteca, caminando inmediatamente hacia la mesa redonda donde Remus estaba sentado esperándola solo.
Él no levantó la vista cuando ella retiró una silla y se sentó a su lado, ya que estaba completamente atraído por su novela. Se inclinó suavemente, con la barbilla casi tocando la mesa en un intento de leer las palabras escritas en una fuente dorada y rizada cuando sus ojos de repente se separaron de la página y se conectaron con los de ella.
—¿Interesante? —cuestionó ella, tirando su tarea que había estado escondida en la parte delantera de su libro de texto hacia ella y mirando las primeras oraciones por errores gramaticales.
—Mucho. —respondió el chico, cerrando el libro y examinando el estante más cercano, como si pudiera leer los títulos impresos en los bordes de los libros desde tan lejos.
Freya se inclinó ligeramente hacia un lado sobre el borde de la silla y hacia su cartera, con el pelo cayendo en su cara mientras pasaba los dedos por la bolsa en busca de su pluma. Cuando finalmente la agarró y se volvió hacia la mesa, notó la mirada algo distante en el rostro de Remus.
—Desearía que me dijeras lo que pasó. —susurró ella, su cabeza se giró bruscamente hacia ella como si hubiera leído su mente.
—Solo empeoraría las cosas.
Ella extendió la mano sobre la mesa, con la palma apoyada sobre la mano de Remus, que había comenzado a acercarse al libro desde antes. Aprovechó el momento y envolvió su mano con la de ella, levantando sus ojos color chocolate para encontrarse con los azules.
—Desembucha.
—Está bien. —dijo con frustración después de un minuto de vacilación, liberando su mano mientras él se recostaba—. Está bien, pero no puedes hacer nada estúpido.
—Sin promesas.
Él le dirigió una mirada agitada antes de continuar.
—¿Recuerdas la noche en la que de repente dejamos de hablar con Sirius?
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La lluvia caía en gotas del cielo nublado y gris y se adhirió al exterior de la ventana en la cálida Sala Común. Los estudiantes se apilaron por tres en los lujosos asientos para dejar espacio para todos, ya que no había mucho más que hacer en un día lluvioso. Las conversaciones bajas zumbaron sorprendentemente suavemente desde cada área de la sala circular, solo para ser interrumpidas por el rugido ocasional de un perdedor adolorido una vez que un juego de ajedrez mágico llegaba a su fin.
