● twenty-three | bicycles

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B I C I C L E T A S△▽△▽△

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B I C I C L E T A S
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El garaje de la casa de Lily tenía una gran variedad de trastos. Latas viejas y bastante oxidadas de gasolina, cajas con libros antiguos que eran demasiado abundantes para caber en estanterías de la casa, y en la esquina del garaje, había dos o tres bicicletas. Remus y Freya se habían colado después de agradecerle a la señora Evans por el té y casualmente tropezaron con las bicis.

Ella estaba en medio de la explicación
de porqué había huido de la casa de sus padres, pero miró el recién descubierto transporte con una mirada misteriosa en su rostro y sed de aventuras.

Remus conocía esa expresión muy bien. Por eso, después de media hora intentando convencerle y suplicándole, no se sorprendió de encontrarse encaramado en el asiento de la vieja bicicleta, su camiseta pegándose contra su piel mientras aceleraba cada vez más rápido cuesta abajo. Freya estaba a su derecha, un poco más adelante, pero corriendo tan rápido a pesar de la hierba que desesperadamente quería aferrarse a sus neumáticos. Ella lucía una gran sonrisa, y tomó todo su poder para maniobrar la dirección de la bicicleta a toda velocidad para no chocara contra ella.

El problema era que ninguna bicicleta
tenía frenos, lo que creó toda una escena
al fondo de la colina. Remus fue tirado ligeramente desde el asiento, afortunadamente habiendo frenado ligeramente hacia abajo y caído sobre un montón de tréboles verdes brillantes, a sólo unos metros de donde Freya dolorosamente se unió a él en el suelo. Se sentó casi instantáneamente y se acercó a él con una sonrisa después de notar que estaban ilesos aparte de algunos pequeños moratones que tardarían varios días en curarse.

Ninguno hizo ningún ademán de levantarse del frío suelo o de querer volver a la casa para estar con sus amigos. El único cambio de posición fue el de Freya, que gateó hacia él, antes de dirigir su mirada al cielo azul.

—Se supone que debo volver con los Potter para la cena, pero dijeron que Lily y tú sois también bienvenidas —Remus hizo una pausa, volviendo su mirada hacia ella.

Freya asintió y estiró sus brazos ligeramente por encima de su cabeza sin preocupase por las manchas verdes de hierba que probablemente se formarían en su camisa.

—Convenceré a Lily de que se una a nosotros, si James no lo ha hecho ya —se quedaron allí en silencio por unos pocos más momentos, la pequeña distancia entre
ellos siendo interrumpida por sus manos conectadas.

Muy pronto se pondrían de pie para subir a las bicicletas y volver a subir la colina hacia la casa para reunirse con sus amigos, pero por ahora simplemente disfrutaron la presencia del otro.

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A los cuatro Merodeadores más las dos chicas casi les llevó una hora salir de casa la casa de los Evans. Pero finalmente lograron aparecerse todos juntos frente a la casa de James.

Freya siguió la alta figura de Sirius hacia el interior, sujetando la bolsa negra que le había prestado Lily para meter suficiente ropa para dos noches.

Le sorprendió que solo hicieran falta unos pocos minutos para convencer a la pelirroja de acompañarla a la casa de los Potter. Fue bastante impactante, pero reconfortante, el hecho de que Lily no estaba enfadada con Remus por darle a James su dirección para que pudiera pedir disculpas.

La puerta fue cerrada detrás de Freya unos pocos segundos después por Peter, que fue el último en entrar. Sus ojos vagaron por la habitación en un intento de inspeccionar lo familiar. Solo unas pocas cosas habían cambiado, como la nueva capa de pintura que cubría las paredes y daba al hogar una mirada fresca. Las nuevas fotos de James sonriendo ampliamente con su uniforme de Quidditch sobre la elegante mesa. El gran reloj viejo que estaba en la entrada al fin había sido arreglado, mostrando los preciados segundos que pasaban.

La última vez que Freya estuvo allí fue en el
verano siguiente al cuarto año, cuando el reloj se había roto por culpa de los juegos bruscos de James y Sirius.

Lily se puso torpemente al lado de Freya; nunca había esperado terminar en la casa de James de repente. Todas las veces que la había invitado, ella había siempre lo había rechazado.

La señora Potter pronto entró en la habitación con su varita en mano para saludarlos con abrazos de bienvenida. Su marido la siguió poco después con la misma sonrisa, aunque no tan notable. Ella abrazó a James y a Sirius con tanta fuerza como hubieran pasado semanas fuera de casa en lugar de un día.

Cuando se acercó a Freya para un rápido abrazo, el familiar aroma de rosas flotó a través de sus sentidos con relajación. Ella miró por encima del hombro de la mujer a James, quien miraba Sirius, y recordó con cariño la vez que ella le preguntó en segundo año cómo olía su casa. Él había respondido el nombre de una flor de olor dulce que provenía de la señora Potter.

Al poner sus ojos en Lily, su sonrisa se convirtió en una divertida.

—Vaya que si has crecido. Aunque una cosa no ha cambiado, James todavía sigue adorándote. Esta es Lily, ¿verdad, Sirius? ¡Recuerdo que ella solo era tan alta
como mi hombro!

—Es ella, mamá —respondió Sirius, usando ese apodo con cariño a su supuesta madre adoptiva—. No estoy seguro de lo que ven en ella, es terriblemente grosera conmigo...

—Ya es suficiente —interrumpido el señor Potter en tono de broma. Él espantó a Sirius lejos de la habitación con el diario El Profeta que sostenía, el resto le siguió rápido pisándole los talones.

Mientras subían las escaleras, la señora Potter se giró hacia ellos.

—Las chicas podéis quedaros en el dormitorio con la cama matrimonial.

James se volvió hacia Lily con una sonrisa y
ajustó sus gafas que empezaban a deslizarse por el puente de su nariz.

—Aunque si quieres, estoy seguro de que a Sirius no le importaría dormir en otro lugar.

—Ni en tus sueños, Potter —respondió Lily frunciendo el ceño, deteniéndose solo para golpearlo en el brazo y luego continuar su camino.

—¿Prefieres una cita, entonces?

—Cuando los cerdos vuelen y lleves una insignia de Premio Anual será el día en el que saldré contigo —dijo ella con determinación.

Los dos continuaron esta broma mientras caminaban a su habitación. Freya eligió quedarse en la esquina del pasillo junto a un pequeño jarrón con flores. Ella tiró de la mano de Remus hacia ella.

—¿Algún extraño requisito que necesito completar para nuestra próxima cita? —preguntó el chico.

Sus manos se envolvieron juntas, y ella
estuvo tentada a dejar escapar una ridícula respuesta, pero el recuerdo de todos los años en los que le había gustado a Remus le vino a la mente. El chico había pasado por una gran cantidad de ridículos requisitos para ella ya. Freya simplemente negó con la cabeza y le dedicó una sonrisa de labios cerrados.

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𝐒𝐓𝐀𝐈𝐍 ─ remus lupin  ( español )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora