Capítulo 1

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Empezar una nueva etapa de tu vida nunca es sencillo, y lo es en mucha menor medida si se trata de comenzar en un nuevo país, un nuevo idioma, vivir sola... En definitiva, un nuevo ambiente. Afortunadamente conozco de primera mano el coreano porque desde pequeña he sido una fanática de la cultura oriental. Por lo poco que he visto, Seúl tiene un encanto especial, al igual que T/P, si bien es cierto que no se parecen en nada.

Siempre pensé en visitar Corea, pero nunca imaginé que sucedería en estas circunstancias. Podría haber estudiado esta carrera en T/P, pero apenas se dan salidas profesionales allí. Será difícil, pero presiento que merecerá la pena.

Todo es tan hermoso como esperaba, o incluso más. La fantasía empezaba en el Aeropuerto Internacional de Incheon, nunca había visto nada tan inmenso y lleno de vida, su estructura era hermosa.

Según el mapa que sostengo y consulto todo el tiempo, tardaría aproximadamente 20 minutos desde la parada más cercana a mi nuevo domicilio hasta llegar a él si voy a pie. Cuando me bajo del bus no puedo evitar quedarme prendada de todo lo que veo, incluso lo más mínimo, por lo que esos 20 minutos se convierten en casi una hora.

Al llegar al apartamento que será mi hogar durante los próximos años toda la sensación de encantamiento por todo lo que me rodeaba desaparece súbitamente y, en su lugar, me invade una fuerte añoranza. El cansancio del trayecto cae sobre mí con toda la crudeza de una jarra de agua fría. Aún así, suelto la maleta en el primer lugar que encuentro y pruebo lo esencial y el lugar donde estaré mucho tiempo: el sofá.

Cuando abro los ojos me doy cuenta de que he dormido durante media hora, y decido llamar a mi familia por videollamada para paliar esta sensación de añoranza. Como era de esperar, responden rápido desde el otro lado del planeta y en la pequeña pantalla aparecen mis padres y mi hermana, Haneul.

- ¡T/N! Ya pensábamos que te habías quedado tan prendada de la ciudad que no te habías acordado de llamarnos -menciona mi madre. Cuando la veo mis ojos se humedecen casi al instante, pero aguanto e intento disimular.

- Hola mamá. Al contrario, he acabado tan agotada que desde que he probado el sofá me quedé dormida.

- Quién lo iba a decir -agrega mi padre con esa típica ironía suya.

- Ya me he apropiado de tu habitación -comenta Haneul.

- ¿He oído bien? ¿En qué habíamos quedado? -lanzo una mirada inquisitiva a mi madre.

- Vaya... Creo que he olvidado algo al fuego -mi madre evade la pregunta y se dirige a otro sitio.

Después de hacer un tour por mi nueva casa y aprovechar la oportunidad única de que esté todo ordenado (ya que no he empezado a sacar mis cosas de la maleta) termina la llamada y el silencio se vuelve a hacer notar. Quién iba a decir que incluso iba a echar de menos a Haneul tan pronto, ese pequeño bicho revoltoso. Papá es el culpable de mi afición por la cultura oriental, que también le apasiona, y a eso se debe el nombre de mi hermana.

Papá es un alto cargo de una empresa que va viento en popa y mamá es arquitecta, mientras que Haneul acaba de iniciarse en el instituto. Todos tienen su proyecto de vida y, aunque es duro aventurarse sola a tan corta edad en un sitio tan lejano, no puedo pedirles que lo dejen todo para venir a un país que es tan culturalmente opuesto, a hablar un idioma del que no manejan ni lo más mínimo.

Antes de que me invada otra vez la sensación de añoranza, miro a mi alrededor y descubro que aún me quedan un millón de cosas por hacer: comprar comida para el apartamento, conocer la ciudad y el lugar donde se ubica la universidad, colocar las cosas que hay en mi maleta (que no son pocas)... Por tanto, decido ponerme en marcha y, con una actitud mucho más pesimista, salgo a cumplir cada propósito. Más me vale darme prisa, es domingo y ya mañana comienza el curso.

Salgo a la calle siempre con el mapa en la mano, y me entretengo observando la hermosura de la ciudad abarrotada de gente, así que no creo que vaya a tener problemas para hacer amigos, ¿no?

Todo me parece increíble. Observo a la gente, los altísimos edificios, tiendas cuyos nombres no he escuchado en mi vida, la vegetación, las estructuras... Hasta que una bicicleta está a punto de atropellarme y lo siguiente que veo es el suelo. Cuando soy consciente de lo que está pasando miro a mi alrededor y veo a un chico viniendo en mi dirección.

- Por favor, espero que no te haya pasado nada -dice el chico, que además es muy atractivo y parece preocupado.

- Oh, sí... Yo... -titubeo.

- Perdona, pero me refería a mi bicicleta. En cuanto a ti, ¿no miras por dónde caminas? -me espeta. Durante un tiempo me quedo sin habla. Tiene que ser una broma, así empieza mi vida social. Respiro profundo antes de volver a hablar.

- Disculpa, no soy de aquí y...

- Tenemos los ojos más cerrados que los occidentales, pero eso no nos hace ciegos. Salta a la vista que no eres de aquí, ¿no te enseñan en tu país a pedir disculpas? -me interrumpe de nuevo y, tras escuchar a un coro de chicos de nuestra edad riéndose mientras nos observan pierdo toda la cortesía.

- Oye, eres tú el que tiene un vehículo

- Uy sí, una bicicleta. No hables de ella como si fuera un monovolumen último modelo -resoplo perdiendo casi toda mi paciencia.

- No me lo puedo creer. Dejémoslo así -me levanto sacudiendo mi ropa y hago una mueca después de notar una punzada de dolor proveniente de mi rodilla. Cuando la observo la noto ligeramente ensangrentada, poca cosa.

- ¿De verdad te has hecho daño? -él también se da cuenta.

- ¿Me hablas a mí o a tu bicicleta? -le menciono cortante.

Sin darle opción a responder, prosigo mi camino para evitar enzarzarme en una discusión. Miro hacia atrás una última vez sin dejar de caminar y veo a ese imbécil sin moverse en medio del camino, tal y como estaba hace unos segundos cuando 'hablaba' conmigo. Después camina hacia ese grupo de chicos que se reían y choca la mano con uno de ellos.

- Muy buena, Taehyung -menciona uno de los chicos, de nuevo entre risas.

Vuelvo la vista hacia delante de nuevo y pongo los ojos en blanco, parece mentira que tengan mi edad. Suerte que es una ciudad tan grande que no los tendré que ver de nuevo, por mucho que, a mi pesar, alegren la vista. Taehyung... Es un bonito nombre. 

Imagina con Taehyung: vida universitariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora