Introducción

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James Callister, un hombre vestido de traje que aparentaba tener alrededor de cuarenta años, sostenía de la mano a una niña de cuatro, caminando hacia las colinas que se encontraban próximas al lago.

El cielo estaba teñido de naranja, el sol estaba escondiéndose y había una leve brisa, sacudiendo el cabello café de James y los rizos color rojo de Abelia.

Ella corrió hasta llegar a las orillas del lago y sumergió un pie, y luego el otro. Las cortas piernas de Abelia se movían rápidamente en el lago, mirando el agua deslizarse lentamente por sus pies, el agua humedeció con rapidez la parte inferior de su vestido rosa pastel.

Ella le dedicó una gran sonrisa a James.

Él le devolvió la sonrisa y se sentó a pies del lago.

-Mira, Abey -dijo James apuntando a un ciervo que estaba a pocos kilómetros de ellos.

Ella volteó y clavó sus ojos verdes en el animal.

- ¿Qué es eso, papá? -preguntó ella sin desviar sus ojos.

-Es un animal del Mundo Mortal. ¿Recuerdas que te dije acerca del Mundo Mortal?

Abey asintió con la cabeza.

-Es un mundo que protegemos de los malos -contestó Abelia.

-Exacto. Y, ¿Quiénes son los malos?

-Demonios -se limitó a decir.

James le depositó un suave beso en el cabello.

-Sí -hizo una breve pausa- ¿Y que no debemos hacer nunca?

-Confiar en ellos.

- ¿Me puedes prometer que no lo harás?

Ella asintió con la cabeza.

James estaba acostumbrado a hacerle ese tipo de preguntas, y ella a responderlas. Lo hacía a menudo desde que había cumplido la edad suficiente para memorizar algo, y James lo hacía seguido. Quería asegurarse que su hija supiera a lo que se estaba enfrentando, a lo que tendría que hacer el resto de su vida; combatir contra los demonios y cualquier otra cosa que amenazara la existencia de algún ser humano.

Y mayormente; los resultados del final era casi el mismo, sólo podían esperar dos cosas.

Salir vivos de la batalla o muertos.

Y pese al cargo elevado que mantenían Elise y James Callister, Abelia no podría evadir aquél futuro.

Un movimiento fugaz, que desconcentró de sus pensamientos a ambos, hizo que el animal cayera al suelo, con una gran mancha de sangre entre su pelaje. Al lado del animal había una persona que le resultó a la niña desconocida, pero a juzgar por la expresión que mantenía su padre, él lo había reconocido. Su rostro de él era una mezcla de confusión y miedo, una clase de miedo que Abelia nunca había visto antes venir de su padre.

James se la llevó a los brazos, alzándola bruscamente y echando a correr en la dirección opuesta.

Abelia lanzó un pequeño grito.

-Shhh... -la silenció y colocó su mano sobre la cabeza de ella sin dejar de correr- Todo está bien -mintió.

El camino despejado se estaba acabando. Llegarían al Bosque Prohibido en menos de minutos, y James no tenía opción, se adentró en las profundidades del bosque.

El bosque tenía aquel nombre debido a que allí vivían algunos submundos.
Todo lo que fueran brujos y hadas.

James corrió hasta llegar a unas rocas y se colocó detrás de ellas, escondiéndose de lo que sea que los estuviera siguiendo.

-¿Qué sucede, papá? -preguntó ella haciendo un puchero, preparándose para empezar a sollozar.

James no contestó y puso un dedo sobre sus labios, indicando que hiciera silencio.

Pasos se escucharon cerca de ellos. No podrían estar seguros por mucho tiempo.

James esperó a que los pasos se escucharan distantes, para empezar a correr nuevamente.

Corrió sin parar durante varios minutos.

Cuando paró, miró a su alrededor, buscando algún lugar donde esconderse.

El lugar más seguro que encontró fue un tronco hueco, ya que con la oscuridad que había en el bosque, no se podía ver dentro del tronco.

Colocó a Abelia en un tronco y se arrodilló.

-Abey, pase lo que pase, prométeme que no harás ruido alguno ni saldrás de tu escondite hasta que mamá o Ethan estén aquí.

Ella asintió con los ojos húmedos.

-Tengo miedo -susurró Abelia.

-Lo sé -se limitó a decir él.

Intentó sonar lo más valiente que pudo. Eso era lo que hacen las personas. Sonar valientes frente a cualquier situación, ocultando todo aquel miedo que contienen, para no alarmar a las personas que quieren.

-Te amo, Abey -le dio un beso en el cabello e hizo una breve pausa-. También a tu mamá y a Ethan. ¿Se lo puedes recordar?

Ella asintió y sin esperar más respuesta, James se enderezó y se alejó unos metros de Abelia, corriendo lo más que pudiera para aumentar las probabilidades de sobrevivencia de su hija

El demonio estaba de pie a corta distancia de él.

-Mira a quien tenemos aquí -dijo el demonio para sí mismo-. Nuestro querido James Callister.

-Los guardias te encontrarán, ellos ya están de camino. Vete.

El demonio rió maniáticamente.

-No se te da bien lo de mentir en éste caso, ¿Eh?

James se estremeció.

-Te busqué durante ocho años. No creas que me iré de aquí dejándote vivo.

El demonio se acercó más a él, sin quitarle la vista de los ojos, reflejando odio en ellos.

James colocó instintivamente la mano sobre su cinturón, buscando algún arma. Pero estaba vacío, había dejado todas las armas en casa. Maldijo en silencio y se preparó para lo peor.

El demonio sacó una espada, y sin decir nada ni dar oportunidad a James para que gritara, la enterró con un movimiento fugaz sobre el corazón de él.

Abelia se llevó la mano a la boca para evitar gritar. Le había prometido que no haría ruido, y quería mantener la promesa. Era lo único que le parecía real en aquél momento, lo único que seguía teniendo sentido en ese lugar.

Desenterró la espada lentamente y James cayó al suelo. Frio. Tieso. Muerto.

Luego de acercarse al cuerpo inerte de él y asegurarse que estuviera muerto, se marchó.

Dejando a Abelia sola. Sola en la oscuridad.

***

Hola! Aquí el prólogo. Espero que les haya gustado y que sigan leyendo.
Publicaré todos los viernes.

-Liv


In the Darkness (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora