Kriptonita -Mateo Palacios y Sofia Pevensie (1ra temporada)- Fanfiction

-Capítulo 38-

-Narra Mateo-

Desperté por el despertador, pero en realidad, si no tuviese despertador, me despertaría solo a horario. Siempre pasa, cuando me tengo que levantar a una hora, es como que mi cabeza ya lo asume y simplemente, me despierto a esa hora o cercano. Es raro. Desayuné, cepillé levemente mi cabello y mis dientes y me vestí normal. El negro es mi color preferido. Quizá digan que soy algo gótico pero los tonos de grises, el negro, el blanco, el crema y el azul oscuro son mis colores preferidos. Y los que mas combinan conmigo

Hoy me siento algo raro, no me pregunten por qué. En fin, cuando tomé todo lo que necesitaba para la universidad, partí para allá en mi auto. Llgué y entre en el enorme edificio y me dirigí al salón que me correspondía hoy. Como siempre, el primero de todos. ¿Saben? Me da paz sentarme y mirar por la ventana. A veces miro como el sol sale desde el horizonte, a veces como se aproximan tormentas, a veces como la lluvia cae...

No pasó mucho tiempo hasta que los amigos de Sofia llegaron, la castaña, Spallatti y Vainstein. Poco a poco el salón comenzó a llenarse pero ni señales de Sofia. Eso me preocupa. Sé que X anda cerca. Mi celular vibró y el número de Camilo apareció en la pantalla. "X se está moviendo, lo estamos siguiendo" decía el mensaje. Se me tensó cada parte del cuerpo. Sofia no llegaba y cada vez me ponía más nervioso, nunca se sabe cuando X pueda dar un paso. La clase pasó tan lenta que juro que podía roncar. El receso llegó y aún, no sabía nada de Sofia.

Cuando el receso estaba por terminar y Nacho se dirigía a su salón lo llamé.

Mateo: Hey, tu -lo llamé. No se dio vuelta así que volví a llamarlo y ahí giró a verme-

Nacho: ¿Qué quieres? -dijo de mala manera-

Mateo: ¿Sabes dónde está Sofia? -pregunté serio. Spallatti se acercó más hasta quedar cara a cara-

Nacho: ¿Así que no sabes? -preguntó riendo- ¿No te contó?

Mateo: ¿Responderás a mi pregunta o no? -dije serio-

Nacho: En el hospital -dijo, sonrió y volteó para dirigirse al salón-

Mateo: Aguarda, ¿qué? -dije con el corazón en la boca-

Nacho: Lo que oíste Palacios -dijo y lo miré raro-

Mateo: ¿Por qué? ¿Qué le sucedió? -pregunté con el pulso agitado. Él iba a hablar pero su celular se lo impidió-

Nacho: ¿Hola? –atendió- ¿Por qué lloras? -preguntó luego. Después de eso, subió su mirada y me miró con ira y seriedad. Entrecerré mis ojos ante esa reacción. Con un acto rápido soltó el teléfono y me empujó contra un casillero tomándome por el cuello- ¡Eres un idiota! -gritó con furia y yo no lo miraba asustado, pasé peores cosas. Lo miraba sin entender-

Mateo: ¿De qué hablas? -pregunté con lo poco que podía hablar ya que su presión en mi garganta me impedía tragar mucha saliva-

Nacho: ¿Qué de qué hablo? -dijo con enojo- que la embarazaste, inútil, embarazaste a Sofia

Mateo: No es cierto, su test dio... -hablé pero la presión en mi cuello me dejaba sin habla-

Nacho: ¿Sabes por qué estaba en el hospital? -dijo con furia en cada palabra que decía- Porque se hizo un análisis de sangre y acaba de dar positivo -dijo con ira y sin paciencia- ¡La embarazaste estúpido!

Lo miré por unos segundos. No estaba mintiendo. Sentí como si un balde de agua fría se me cayera en la cabeza. ¿La embaracé? Con un movimiento brusco lo alejé de mí

Mateo: ¿En qué hospital está? -pregunté dominante-

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Caminaba mientras intentaba pensar. Lo único que mi cabeza me decía era "esto no puede estar pasando". Lo repetía una y otra vez. Llegué a la dirección donde me dijo Nacho y miré para todos lados, ella no estaba allí. Pero divisé un zapato con una carta dentro. "Ve a su cuarto, Mateo" decía la nota. El corazón casi se me sale del cuerpo y corrí a su casa con el zapato en la mano. Entré por la ventana y no la vi allí. Pero vi otro zapato y otra nota en él. Me acerqué y leí la nota. "¿Vendrás por tu Cenicienta, príncipe? X" Sentí como intentaba mi alma sostener a mi cuerpo en pie. Esto no puede estar pasando. No puede habérsela llevado. Mis ojos se humedecían y mi peso me ganaba. Mi cuerpo se sentía débil. Sabía lo que tenía que hacer.

Agarré mi teléfono y llamé a Camilo

Camilo: ¿Mateo? -dijo él-

Mateo: Camilo -dije con voz entre cortada-

Camilo: ¿Qué pasa? -preguntó-

Mateo: Se la llevaron -El no contestó por unos segundos-

Camilo: Dime que no es cierto -dijo. Al parecer tomó mi silencio como un sí, ya que al cabo de unos minutos, ya estaba aquí junto a mí- Mateo, escucha -dijo intentando calmarme. Yo no dejaba de llorar, simplemente, está pasándome de nuevo-

Mateo: No, Camilo, otra vez está pasando -dije entre sollozos- tenías razón, tenía que alejarme, nunca debí acercarme

Camilo: Vamos, Mateo -dijo y volvió a abrazarme- tú eres fuerte, lo solucionaremos

Mateo: Va a pasar lo mismo, Camilo -dije con bronca y tristeza-

Camilo: No, Mateo, escucha, no será así, ¿oíste? No esta vez –dijo- no terminará como Anne

Mateo: Camilo, está embarazada -dije. Y me salió del alma. Camilo se alejó y me miró-

Camilo: No puedes estar hablando en serio -dijo sin poder creerlo-

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Entré al gran edificio sagrado y me dirigí a la primera fila de asientos. Y me senté justo en frente de él. Guardé silencio por un rato y luego miré la estatua. Respiré hondo y me digné a hablar.

Mateo: Sé que no tengo permiso de estar aquí. Sé que no tengo derecho a pedirte nada -decía y miraba mis manos entrelazadas con ojos húmedos- Y sé también que nunca creí en ti. Y nunca creí en ti porque mi vida fue una basura, y creo que fui en contra de ti porque sentía que no lo merecía y como tú eres el todo poderoso, tú manejas esas cosas -dije y volví a mirar a la estatuilla de Jesús- Pero no estoy aquí para que perdones todos y cada uno de mis pecados -hice una pausa- estoy aquí porque hay alguien que por mi culpa, está pasándola mal en este momento -dije y vi los ojos de la estatuilla- tu sabes de quien hablo, tú ves y sabes todo -sonreí sin ganas- castígame de cualquier manera si hice algo mal, quizá lo merezca, quítame la vida si es necesario, pero ella no lo merece. Y menos la criatura que ahora se está formando en su interior. Ella no tiene la culpa. Solo te pido que la ayudes, que la protejas mientras yo no pueda hacerlo. ¿Crees que puedas? -pregunté con ojos llorosos y luego de un rato de silencio, salí de aquel lugar-