Capítulo 8

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Esa noche, Anita esperaba intranquila en su habitación el regreso de Felipe. Aunque se había mostrado calmado esa mañana en la escuela, sabía que ahora la encararía como era su costumbre: humillándola e insultándola de todas las maneras posibles. Lo más seguro era que también se volvería agresivo y reaccionaría de la misma forma que aquella vez en la cual había descubierto su diario. No cabía duda de que esto no se lo iba a perdonar y que sabe qué haría en represalia. Estaba segura de que no iba a entender nada de lo que ella le dijera porque lo más probable era que ni siquiera la dejaría hablar.

Luego de unos instantes, alguien tocó a la puerta, lo que hizo que ella se sobresaltara.

-Señora – dijo la voz de Gloria al otro lado – el señor ha llegado y me mandó llamarla. La está esperando en el salón. Dice que se arregle y que no tarde tanto porque van a venir algunos invitados pero quiere hablar con usted antes de que eso pase.

-Dígale que ya voy, Gloria – contestó Anita con voz temblorosa porque sabía sobre qué quería hablar Felipe con ella.

Anita empezó a inquietarse más de lo que ya estaba. Se paseaba por su habitación mientras pensaba qué era lo que tenía que hacer. No quería ver a Felipe por ningún motivo. No quería enfrentarse con él. Le iba a ser imposible soportarlo. Y, por si fuera poco, después de eso tendría que recibir a otras personas. ¿Qué cara debía poner frente a ellos? ¿Tendría que volver a fingir que estaba todo bien? No, no iba a poder. Hoy no se sentía con fuerzas para hacerlo. Tendría que ser mañana pero, por otro lado, ¿cómo decirle a Felipe? Él la iba a obligar a estar allí, a poner buena cara y a pretender que nada pasaba cuando él antes la haría escuchar una reprimenda por haberle mentido. ¿Qué decirle a Felipe? Podía fingir que estaba indispuesta pero Felipe no le creería o, lo que era peor, no le importaría.

-Señora – volvió a decir Gloria a través de la puerta – disculpe que la moleste pero el señor está bastante apurado y solicita que venga lo antes posible.

-Enseguida estoy, Gloria – contestó Anita cuando ni siquiera había empezado a arreglarse.

Pero los minutos pasaban y ella no hacía otra cosa más que pasearse por su habitación. Por tercera vez se escuchó la voz de Gloria, esta vez ansiosa:

-Señora, le sugiero que vaya junto al señor Felipe. Él está bastante molesto y dice que, si usted no baja de inmediato, él mismo va a venir a buscarla. Así que no lo haga enfurecer más y vaya junto a él.

Anita sentía como su respiración se iba haciendo muy rápida. Felipe vendría en cualquier instante y se enojaría cuando viera que ella todavía no estaba lista. No quería verlo. Entonces, cuando sentía que ya no iba a poder más de los nervios, en un impulso, le puso llave a la puerta sin ponerse a pensar en lo que estaba haciendo.

Gloria escuchó desde afuera el sonido de la cerradura y le preguntó extrañada:

-Señora, ¿qué está haciendo?

-No quiero verlo, Gloria – contestó Anita empezando a desesperarse – hoy no quiero verlo.

-¿Qué dice? – preguntó Gloria y, poniendo su mano en el picaporte de la puerta, intentó abrirla pero sin éxito - ¡Señora! ¿Por qué se ha encerrado?

-No quiero verlo – volvió a repetir Anita.

-¿Cómo? Ay, señora no haga esto. El señor Felipe se pondrá furioso.

-Lo sé, pero hoy no puedo... hoy no quiero tener que discutir con él – decía Anita con voz agitada.

-Señora, por favor, hágame caso y vaya junto al señor.

Pero enseguida se oyeron unos pasos que venían apresuradamente.

-¡¿Se puede saber por qué mi esposa está demorando tanto?! – preguntó furioso Felipe, quién había aparecido drásticamente.

El Camino al Padre Parte II: La fuerza del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora