Capítulo 33

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Aquel domingo del segundo mes de primavera, el sol se dejó ver claro en lo alto, tras un sábado cargado de nubes y una leve llovizna. Felipe se despertó mucho más temprano que de costumbre, aunque el día anterior había dormido bastante tarde. La razón de su desvelo se debía a que había puesto a trabajar a los sirvientes desde muy temprano, y les había ordenado que limpiasen y ordenasen toda la casa de arriba abajo porque al día siguiente tendrían visitas. A nadie mencionó quiénes eran las personas que iban a venir, ni siquiera a Anita, quién tomaba los preparativos con suma indiferencia porque pensaba que tal vez se tratasen de los antiguos amigos de Felipe. Ella no tenía muchos ánimos de recibir a nadie, por eso cuando Felipe le comunicó que tendrían visita al día siguiente, ella sólo se limitó a asentir con la cabeza sin decir ninguna palabra.

Felipe estaba más atareado que nunca. Cuando se levantó, lo primero que hizo fue recorrer toda la casa cerciorándose de que todo se encontrase en condiciones de recibir a los visitantes. Desde hace días que venía pensando con emoción en este momento y ya casi faltaba poco para que al fin ellos estuvieran allí. Gloria, al verlo despierto tan temprano, le preguntó si también quería que despertara a Anita.

-Por ningún motivo – respondió Felipe – déjala descansar. Hoy será un día muy ajetreado para ella.

Al decir esto, sonrió para sus adentros porque ya podía imaginarse el rostro de Anita cuando viera a las personas que llegarían dentro de muy poco.

Luego de unas horas, Anita al fin se despertó. Al primer lugar que se dirigió fue a la cocina para encontrarse con Gloria y preguntarle si sabía algo de los que vendrían ese día a la hacienda, y muy grande fue su sorpresa cuando se encontró cara a cara con Felipe, quién estaba a punto de entrar también a la cocina.

-¡Ah! Ya estás despierta – le dijo Felipe sonriéndole - ¿quieres desayunar? La mesa está puesta en la galería... Como el día estaba tan agradable, pensé que te gustaría comer afuera... Yo ya desayuné, pero te acompañaré si quieres.

-No te molestes, Felipe, seguramente estás muy ocupado.

-Para nada – respondió rápidamente Felipe – para ti siempre tengo tiempo. Ven, vamos.

-No hace falta, Felipe, de verdad – volvió a decirle Anita mirándolo fríamente – no te quiero molestar. De verdad, puedes dejarme sola.

Felipe entendió, por el tono de voz que Anita había utilizado, que en realidad ella no quería estar con él pero que no lo decía abiertamente. Con un largo suspiro dijo, como aceptando la derrota:

-Está bien... de todas maneras tengo muchas cosas que hacer.

Y dándose la vuelta, echó a andar apresuradamente.

Anita se quedó un buen tiempo mirándolo mientras él se alejaba, con la mente llena de preguntas que no alcanzaba a encontrar las respuestas. Definitivamente, algo estaba pasando con Felipe. Continuaba comportándose de una manera muy extraña con ella. Anita ya se había dado cuenta antes de que Felipe había cambiado con ella después de su enfermedad, pero creía que ese cambio sólo era pasajero y que, en alguno que otro momento, él volvería a ser el mismo de siempre. Sin embargo, Felipe seguía siendo atento y amable con ella; incluso, se atrevía a admitir de que ahora lo era mucho más. Después de la muerte de la hermana Teresa, y después de aquella vez en la cual Felipe le había dicho a Anita que la amaba, sus atenciones para con ella habían aumentado, a pesar de que Anita lo había rechazado bruscamente en aquella ocasión. Aquella vez, después de ocurrido el hecho, Anita esperó con temor que Felipe se acercara inmediatamente a ella para reprocharle su conducta y para imponerle un sinfín de condiciones que ella debía cumplir. Pero, para su gran desconcierto, Felipe no hizo nada de eso. Felipe, no sólo no le reprochó nada ni tampoco le mencionó algo de lo que había pasado, sino que se dirigió a ella de una manera cordial como si nada hubiera pasado entre ellos. Anita había estado segura de que Felipe estaría furioso y descargaría su ira contra ella, pero nada de eso ocurrió.

El Camino al Padre Parte II: La fuerza del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora