Capítulo 34

17 2 0
                                    

Los siguientes días se sucedieron rápidamente. Anita no se despegaba de sus padres en ningún momento. Desde que comenzaba el día hasta que terminaba, pasaba las horas a su lado, mostrándoles y haciéndoles conocer todo lo que era su vida en la hacienda. Los Vinueza muy pronto se sintieron muy a gusto en la gran casa, debido a las magníficas atenciones de su hija, de los empleados y sobre todo de Felipe, quién se encargaba de que no les faltase nada y de que todo estuviese en orden para ellos. Felipe trató de mantenerse algo alejado de ellos, para que Anita pudiera disfrutar completamente de sus padres. En varias ocasiones se vio tentado de acercarse a ellos, porque la calidez y amabilidad que los Vinueza le trasmitían, lo hacían sentirse muy cómodo y muy a gusto en su compañía; sin embargo, pensó que, en esos momentos, la que debía pasar más tiempo con ellos era la propia Anita y, por ese motivo, la dejaba muchas veces sola con ellos, excusándose de tener mucho trabajo que hacer. Aún así, Felipe tenía muchas cosas preparadas para esos días en los cuales los Vinueza se quedarían y puso todo su empeño para que todo lo que había planeado se cumpliera. Por ejemplo, puso a disposición de Anita al chofer para que los llevara hasta la ciudad, así ellos pudieran conocer la parroquia donde frecuentaba su hija y también la tan querida escuela del padre Antonio, que Anita se moría de ganas de mostrársela a sus padres.

-Es un gusto el poder verlos nuevamente – les dijo el padre Antonio a los Vinueza, después de la misa que había presidido en la parroquia, a la cual habían asistido esa mañana Anita con sus padres – recuerdo que la última vez que los vi fue el día en el cual casé a su hija. En aquella ocasión, sólo pude intercambiar algunas palabras con ustedes y me parecieron excelentes personas... siempre quise conocerlos mejor.

-Nuestra hija nos ha hablado muy bien de usted, padre – dijo don Juan afectuosamente – nos ha contado también sobre la escuela que usted ha fundado para los niños de escasos recursos.

-Bueno, su hija me ha ayudado mucho en eso – contestó el padre Antonio – a decir verdad, ella es una de las personas que más me ha ayudado, y la que más me sigue ayudando. No hay duda de que ustedes le habrán inculcado esta clase de servicio a ella.

-Nosotros sólo hicimos una parte, padre, el resto lo hizo Dios – agregó doña Carmen con lágrimas en los ojos. Se emocionaba siempre que alguien hablaba bien de su única hija.

-¿Ya han conocido esa escuela? – preguntó el padre.

-Aún no – respondió Anita también emocionada – precisamente ahora los iba a llevar para que la conocieran, los niños ya estarán saliendo.

Y, despidiéndose del padre Antonio, los tres se dirigieron a la escuela que estaba muy cerca de la parroquia.

Tanto don Juan como doña Carmen se sintieron profundamente conmovidos al ver aquel lugar repleto de niños que salían corriendo al escuchar el timbre que indicaba el término de las clases. Se sintieron orgullosos de que su hija estuviera prestando un servicio tan noble y de que hubiera sido precisamente Felipe el que compró esa propiedad para que la escuela pudiera funcionar.

-Felipe realmente ha hecho un gran bien aportando para que los niños pudieran estudiar – comentó doña Carmen contemplando cada rincón de la escuela – estoy segura de que Dios le retribuirá el cien por ciento de su acción.

-¿Dónde estará Lázaro? – preguntó en voz alta Anita, ignorando el comentario que había hecho su madre. Había mirado ilusionada por todas partes esperando encontrarlo y así presentárselo a sus padres, pero no lo veía por ningún lado. Enseguida, se topó con Mateo y le preguntó: - Mateo, ¿no has visto a Lázaro? Tengo entendido de que ya terminó la hora de clases y él siempre suele quedarse más tiempo para ayudarlos a ustedes.

-Así es, señora Anita – contestó Mateo – pero últimamente él no se está quedando más tiempo, ya que un señor viene a buscarlo todos los días y lo lleva con él.

El Camino al Padre Parte II: La fuerza del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora