El doctor Sarmiento llegó bien temprano a la mañana como lo había prometido. Ni bien el sol empezó a dar un vestigio de luz, el doctor ya hizo su aparición en la hacienda. Nadie pudo dormir bien de noche. Eduardo se la pasó acostado en un sofá que puso frente al cuarto de Felipe; Rosalía se fue a dormir a una habitación aparte con Arturo, y Anita apenas durmió unas horas cuando la despertó el ruido de las puertas que se abrían y de los sirvientes que iban de aquí para allá.
Eduardo fue el primero en recibir al doctor Sarmiento, ya que había dado órdenes de que lo despertaran en cuanto llegase. Ni bien lo vio, le contó toda la situación: todos los síntomas de Felipe, la herida que Anita dijo haber visto, el desvanecimiento y la palidez extrema. Luego lo condujo hasta la habitación de Felipe. Cuando los dos entraron, Felipe estaba despierto y agachado en el suelo. Al parecer, había intentado levantarse de la cama pero, cuando dio unos pasos, el dolor lo tiró para abajo.
-¡Felipe! ¿Qué estás haciendo? – exclamó Eduardo corriendo hacia él.
-¡No te acerques, Eduardo! – le gritó Felipe parándolo con una mano.
-Felipe, tienes que acostarte – le dijo su hermano deteniéndose – aquí vino el doctor Sarmiento a revisarte.
-¿Por qué? Yo no lo llamé – dijo Felipe volteando la mirada.
-Pero yo sí – repuso Eduardo – no estás bien y vas a dejar que él te revise.
-No, no quiero que nadie se me acerque – dijo Felipe.
-Felipe – le dijo el doctor Sarmiento acercándose lentamente y con voz suave – sólo será un control rápido, no voy a tardar mucho. Es sólo de rutina. Te prometo que sólo lo haré una vez.
-No me pasa nada, doctor – dijo Felipe tratando de levantarse – no es necesario que se moleste – y cuando se puso en pie, un dolor agudo en los músculos lo hizo pegar un grito y acostarse de nuevo en la cama. Acto seguido empezó a retorcerse.
-Eduardo, por favor déjame solo con tu hermano – le dijo el doctor Sarmiento a Eduardo llevándolo aparte – sé que si estoy solo con él puedo hacerlo entrar en razón y hacer que deje que lo revise. No es la primera vez que Felipe se comporta así.
-¿Está seguro, doctor? – le preguntó Eduardo vacilando.
-Sí, muchas veces no he tenido éxito en acercarme a él pero ahora me está preocupando y buscaré la forma de convencerlo. Es mejor si estoy solo con él.
-Sí, creo que tiene razón, doctor – dijo Eduardo y, echando una última mirada a su hermano, salió de la habitación.
Pero, contrario a lo que el doctor Sarmiento esperaba, Felipe continuó con su mismo comportamiento, exhibiendo ataques terribles cada vez que el doctor Sarmiento intentaba tocarlo. El doctor intentó un par de veces lo mismo pero sin éxito. Al cabo de algún tiempo, se dio por vencido y salió de la habitación mientras Felipe se revolvía furioso en la cama.
-Es inútil – fue lo primero que dijo el doctor negando con la cabeza al cerrar la puerta de la habitación y encontrarse con Eduardo. También Anita y Gloria estaban ahí esperando con él. Rosalía se había marchado con Arturo de vuelta a su casa porque Eduardo le dijo que ellos nada podían hacer y que él se quedaría en la hacienda para encargarse de su hermano.
-No entiendo cómo mi hermano puede ser tan testarudo – dijo Eduardo captando enseguida que el doctor Sarmiento no había tenido éxito con Felipe.
-Sí, Felipe siempre fue de esta manera – añadió el doctor Sarmiento.
Eduardo iba a decir algo más pero lo interrumpió la figura de su padre que caminaba rápidamente hacia ellos acompañado de Emilio, del administrador de la hacienda y de otro empleado más.
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El Camino al Padre Parte II: La fuerza del amor
SpiritualLuego de la huida de Anita, grandes problemas se presentan en el matrimonio y la promesa del amor se hace cada vez más difícil de cumplir. Felipe, indignado y furioso por verse abandonado, lo intentará todo con tal de recuperar a su esposa. Anita, a...