Capítulo 7

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Los días siguientes se volvieron cada vez más difíciles de soportar para Anita. Cada momento al lado de Felipe era un verdadero suplicio. Trataba lo más que podía de esquivarlo y de eludir su presencia aunque no muchas veces lo conseguía porque él la buscaba para seguir atormentándola. Cada vez que estaban juntos, Felipe no perdía la oportunidad de lanzarle un comentario sarcástico, el cual ella tenía que aguantar en silencio porque si le respondía sabía que sería mucho peor. Cuando salía de la hacienda, Felipe se encargaba de prohibirle, con toda clase de amenazas, que contara a alguien lo que él había hecho para que ella volviera. Siempre le decía que, si ella hablaba con alguien al respecto, debía atenerse a las consecuencias que se sucederían después. Los lugares a donde ella iba también eran limitados. No podía, por ningún motivo, ir a la iglesia ni tampoco a la escuela o a la casa de su padre. A éste último le inventaría cualquier excusa para no ir si la invitaba. Sólo podía ir a la casa de su hermano y sólo si éste la llamaba. Podía también ir a la hacienda de los Guzmán ya que prefería esa compañía a las demás, y podía acompañar a las hermanas Guzmán a cualquier lugar que la llevasen, menos a la iglesia.

Felipe no tuvo reparos en ser severo con ella. Quería que, cada día que pasara, ella se diera cuenta de que de él nadie se burlaba y que nunca más le vería la cara de tonto. Quería que ella supiera que no debía ni atreverse a querer engañarlo de nuevo y que, si lo hacía, su tormento sería mayor.

Anita sufría a solas y en silencio porque no podía desahogar sus penas con nadie, ni siquiera consigo misma. No quería volver a escribir en un diario por temor a que Felipe lo volviera a encontrar y armara un escándalo nuevamente. Fue confinándose en su interior tratando de dialogar consigo misma y con Dios, con el afán de encontrar alivio: "Señor, mi Dios... que hasta ti llegue mi oración, presta atención a mi clamor. Pues de pruebas mi alma está saturada y mi vida está al borde del abismo (1). El sufrimiento mis ojos ha gastado. Señor, a ti clamo todo el día, y mis manos extiendo hacia ti (2). Padre, ayúdame. Hazme salir de este abismo, por favor. Esta prueba es muy dura, no sé cómo superarla. No puedo más luchar, Padre, no puedo más luchar por él".

Dormía con un sueño intranquilo y agitado y sentía como el corazón la apretaba cada vez que estaba en presencia de Felipe. Quería mantenerlo lo más lejos posible de ella. Estaba harta de todas sus amenazas y sus burlas. No podía seguir aguantando cuando él la humillaba. No soportaba su sarcasmo. Sus palabras hirientes eran inagotables. Todo lo que Felipe le decía, no hacía más que incrementar la rabia que le tenía. Nunca quería verlo ni mucho menos hablar con él. Todo eso Felipe lo sabía y era por eso que más la buscaba, más le hablaba y más se burlaba de ella. Anita se hundía en su dolor y creía que su espíritu cada vez se iba desmoronando, sus fuerzas cada vez se iban extinguiendo, su alegría cada vez iba desapareciendo...

Cuando iba a la casa de Eduardo y Rosalía o a la hacienda de los Guzmán, trataba de que su rostro no la delatara. Contrario a lo que ella se hubiera esperado, esto no le resultó tan difícil puesto que, como aquellas veces Felipe no estaba presente, ella no sufría tanto. Se dijo a sí misma que iba a distraerse cuando veía a otras personas y en la mayoría de las ocasiones lo lograba. Nadie parecía notar lo que pasaba en su interior.

Don José estuvo en una de esas ocasiones en que fue a la casa de Eduardo y Rosalía. En esa ocasión, Anita aprovechó para comentarles a los tres cómo iban las cosas con Felipe. Les dijo que él estaba cambiando de a poco y que sentía que ahora la trataba de una manera diferente. No sabía si cuando decía esto ellos lo creían en su totalidad pero nunca se lo hicieron saber así que no tuvo que preocuparse de ello.

Pero todo era más difícil ahora para ella. Lo que le había costado esfuerzo obtener, ahora se había destruido y le era imposible volver a construirlo. Los días y las semanas se hacían largos. Era frustrante para ella no saber cuánto tiempo más seguirían así las cosas. No podía seguir más con lo mismo. Necesitaba muchas veces salir de su dolor, aunque fuese por unos segundos, porque pensar todo el día en ellos le hacía peor.

El Camino al Padre Parte II: La fuerza del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora