Capítulo 21

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Como Felipe continuaba sin poder dormir, sacó el diario de Anita de debajo de su almohada para continuar leyéndolo.

18 de diciembre de 1906

Vengo de hablar con don José. He ido a visitarlo. Felipe no sabe nada de esto porque justamente quería hablar con su padre acerca de él. Me sirvió mucho el hablar con él. Pude conocer y entender un poco más a Felipe. Hace un tiempo que he percibido que a Felipe no le agrada para nada su padre, no lo quiere ver. No sé por qué será. Quizás tuvieron alguna disputa hace muchos años. Don José está muy triste por esto, me dijo que él quería mucho a Felipe y que lo extrañaba.

Felipe se detuvo porque esto lo había enojado. ¿Cómo se atrevió Anita a ir junto a su padre para hablar de él? ¿Cómo no se había enterado? Y, ¿qué estupideces le habrá inventado su padre? Continuó leyendo:

También me contó todo lo referente a cuando Felipe era niño y tuvo que estar al lado de su madre en sus últimos momentos. Me conmovió en lo más profundo del corazón el saber esto. No me imagino lo duro que habrá sido para Felipe el enfrentar un dolor tan grande como este a una edad tan temprana.

En ese instante, Felipe empezó a inquietarse. No le gustaba recordar los tiempos que había pasado junto a su madre enferma.

Don José también me dijo algo que me sorprendió. Me dijo que Felipe me amaba. ¿Por qué Felipe ya no me lo dice entonces? ¿No será que cambiaron sus sentimientos hacia mí?

20 de enero de 1907

Anita escribió acerca de la vez en la cual había mostrado a Felipe la caja que contenía las pinturas de su madre y cómo éste le había confiado recuerdos de cuando era niño.

...Lo noté un poco sensible, al mirar sus ojos pude observar que estaban llenos de tristeza. En ese momento, sentí las ganas de abrazarlo para confortarlo pero no me atreví por miedo a que él me rechazase.

Querido Felipe: gracias por confiar en mí. Ojalá puedas contarme más de ti. Quiero saber más de ti. ¿Quién eres? ¿Por qué eres tan serio? ¿Qué escondes detrás de esa expresión rígida y severa? Quisiera que me abras tu corazón, Felipe. Quiero llegar hasta tu corazón.

Al leer esto último, Felipe sintió como su corazón empezaba a latir rápidamente. Anita se estaba dirigiendo a él con esas palabras. Casi podía verla y escuchar su propia voz que le decía todas esas cosas.

5 de febrero de 1907

¿Sabes una cosa? He podido notar que Felipe se está comportando de manera diferente conmigo. Ahora me presta más atención, ya no me reprende cuando lo molesto, ya responde mis preguntas, pasa más tiempo en la hacienda... son pequeñas cosas que para mí significan mucho. Quizás Felipe sí me ama después de todo. Y, ¿yo? ¿Yo lo amo? No puedo decirlo con seguridad todavía, lo único que sí puedo decir es que quiero amarlo y todos los días me levanto pidiéndote esto. Tú más que nadie sabes que cada mañana, al despertar, entre mis oraciones, te digo: Padre, ayúdame a amar a Felipe. Y siento que cada día que paso a su lado me acerca más a ese objetivo. Cada día que lo conozco más, más lo quiero.

En las siguientes páginas, Anita iba relatando cómo la escuela del padre Antonio iba abriéndose camino, cómo a ella le encantaba ir ahí y su fuerte deseo de enseñar catecismo. Contaba cómo se sentía muy apenada de que a Felipe no le gustara que ella visitase la escuela y cómo se había negado a que ella diera clases allí. Felipe siguió hojeando unas páginas más hasta llegar a una que lo sorprendió bastante.

2 de junio de 1907

Querido Padre Dios: ya es de noche, es muy tarde y sin embargo no consigo dormir. No puedo dormir, no después de lo que me he enterado hoy. Todavía no lo puedo entender, todavía no lo puedo asimilar completamente. Me cuesta pensar que algo de esto sea verdad pero, al parecer, es así.

El Camino al Padre Parte II: La fuerza del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora