Capítulo 11

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Aunque Anita ya nunca intentó quedarse en cama luego de ese día, todavía continuaba sintiéndose muy mal.

-Gloria, he notado que mi esposa está más cansada que de costumbre, quiero que me digas qué es lo que le pasa – le inquirió Felipe a su empleada una noche luego de que Anita se hubiera retirado a su habitación para dormir. La había visto subir las escaleras como si algo la pesara y le había llevado mucho tiempo hacerlo.

A Gloria la pregunta la dejó sorprendida porque no la esperaba. No sabía cómo responder a su patrón algo que para ella era tan obvio pero para él no.

-La verdad señor es que ella no anda durmiendo muy bien – respondió cuidando bien sus palabras – hay noches en las cuales apenas puede conciliar el sueño.

-¿Cómo lo sabes? –preguntó Felipe.

-Ella me lo ha dicho. Verá, yo le pregunto todas las mañanas si cómo durmió la noche anterior. A veces me dice que durmió poco, otras que durmió mal y otras tantas que no durmió en toda la noche. Seguro usted mismo lo ha notado en el rostro.

Felipe no le dijo nada porque tenía razón. Él mismo se había dado cuenta de que algo andaba mal con Anita ya que veía su rostro muy cambiado. Ahora constantemente estaba pálida, con los ojos hinchados y la parte de debajo de los mismos siempre era de color violáceo. Y las noches que pasaba sin dormir, se las pasaba llorando.

Esto era algo que Felipe no podía seguir tolerando. Lo tenía muy intranquilo e inquieto. Por un lado, estaba lleno de rabia contra Anita porque la creía culpable del estado en el que estaba, pues ella no hacía nada para ponerse mejor; y por el otro lado, notaba que cada día ella iba empeorando y que lo mejor era tomar medidas por su propia cuenta. Por eso mismo, en un momento que pudo, consultó con el doctor Sarmiento acerca del estado de su esposa cuidando bien de no entrar en detalles. El doctor le proporcionó un remedio que dijo que haría que Anita pudiera dormir durante las noches. Sólo tenía que verter tres gotas del frasco en una bebida y tomarla durante unas cinco noches, luego de las cuales podría seguir su curso normal de sueño. El doctor le aseguró a Felipe que, una vez que Anita hubiera dormido lo suficiente, de a poco iba a recuperar la vitalidad.

Esa misma noche, antes de que se hiciera muy tarde, Felipe agarró un vaso y, luego de llenarlo con agua, vertió tres gotas del remedio que le dio el doctor Sarmiento. Después llamó a Gloria para darle las siguientes instrucciones:

-Vas a llevar este vaso con agua a mi esposa y vas a cerciorarte de que se lo tome todo – dijo Felipe pasándole a Gloria el vaso con agua – cuando eso pase, vienes junto a mí y me lo dices. No le digas nada, simplemente convéncele de que se lo tome entero. ¿Entendido?

-Sí – respondió Gloria bastante sorprendida de la orden que le acababa de dar su patrón.

Luego de una media hora, Gloria volvió al despacho donde estaba Felipe y le dijo:

-Señor, ya he hecho lo que me ordenó.

-¿Se tomó todo lo que contenía el vaso?

-Sí. Me quedé hasta que ella lo hiciera – respondió Gloria todavía sin entender el motivo de esta acción.

-Muy bien. Ya puedes retirarte – dijo Felipe despachándola.

Después de transcurridas unas horas, cuando ya era medianoche, Felipe fue a la habitación de Anita para comprobar por sí mismo si es que el remedio había funcionado y estaba durmiendo profundamente. A esa hora, ya debía de haber hecho efecto. Cuando llegó a la habitación, pegó el oído a la puerta como era habitual y no escuchó nada dentro. Dudando, abrió un poco la puerta y miró en su interior. Grande fue su sorpresa cuando se percató de que Anita no estaba en su cama, por lo cual entró en su habitación y empezó a buscarla hasta que la encontró acostada en el sillón que estaba frente a la ventana. Al lado de su cama, sobre una mesa estaba el vaso que había dado a Gloria anteriormente. Acercándose, lo levantó y lo examinó detenidamente. Estaba vacío. Miró a Anita y observó que estaba profundamente dormida. Pensó que seguramente se había sentado en aquel sillón para poder mirar mejor tras los ventanales y se quedó dormida en él.

El Camino al Padre Parte II: La fuerza del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora