Felipe permaneció en ese estado por tres días más. Durante esos días, no hacía más que retorcerse y gritar del dolor. Nadie pudo convencerlo de que se dejase ayudar. A todas las personas descargaba sus arranques de rabia. Su padre lo fue a ver al segundo día. Felipe no quiso saber nada de él y estuvo a punto de lanzarle un candelabro que estaba cerca de su cama. El doctor Sarmiento iba a verlo cada día con la esperanza de conseguir que Felipe se dejase atender por él pero todo esfuerzo fue en vano. Felipe no dejaba que nadie se acercase. El último recurso al cual iban a apelar sería al de someterlo a la fuerza al tratamiento aunque el doctor Sarmiento quería esperar un poco más porque aquella le parecía una medida drástica que utilizaría sólo en un caso extremo.
Ya al segundo día de estar en cama, la noticia de que Felipe estaba muy enfermo llegó a oídos de muchas personas. La noticia corrió rápidamente, adornada con detalles que realzaban de más la gravedad del asunto. Algunas personas habían escuchado que Felipe estaba a punto de morir y que sólo un milagro podía salvarlo. Otros decían por ahí que Felipe había tomado un veneno puesto por uno de sus empleados, puesto que era bien sabido el desagrado que le tenían a Felipe las personas que trabajaban para él. Por el otro lado, se había corrido el rumor de que Felipe había quedado inválido por una caída del caballo y que por eso no podía moverse de la cama, otros decían que había quedado ciego, otros que se quedó manco, otros que ya había muerto pero que todavía no decían nada porque fue en circunstancias misteriosas, entre otros cuentos fantásticos.
Cuando el padre Antonio se enteró de todo esto, lo oprimió una angustia terrible. No sabía a quién debía creer y deseaba saber con certeza lo que estaba pasando. Pensaba en Anita y en lo mucho que ella estaría sufriendo y, no aguantando más la incertidumbre, decidió ir hasta la hacienda para ver si podía ser de ayuda. Cuando anunció que iría a visitar a Anita y a Felipe para ver en qué estado se encontraba éste último, Lázaro se incorporó rápidamente y, tanto fue lo que le suplicó al padre para que lo llevara con él, que el padre no pudo oponerse. Así que, cuando ya hacían tres días que Felipe estaba en cama, el padre Antonio y Lázaro emprendieron el camino hasta la hacienda.
Su llegada le fue anunciada a Anita, quién durante esos tres días, no se había asomado al cuarto de Felipe, limitándose solamente a escuchar lo que decían sobre él las personas que entraban y salían del mismo. Anita recibió con buenos ánimos tanto al padre Antonio como a Lázaro, a quiénes no veía desde hace mucho tiempo y se apresuró a relatarles los acontecimientos de los últimos días, disipando los rumores que habían circulado con respecto al estado de Felipe. El padre Antonio escuchó con gran sorpresa cuando Anita le comentó que Felipe no se dejaba atender y que el doctor ya había ido varias veces para revisarlo pero cada vez salía frustrado por la forma en que Felipe se comportaba. Cuando el padre preguntó a Anita cómo ella veía a Felipe, Anita se apresuró a cambiar de tema rápidamente no queriendo que el padre supiera que ella todavía no se había acercado a él y que no pensaba hacerlo. El padre prometió incluir a Felipe en sus intenciones para la misa y también en las oraciones diarias que hacían con los sacerdotes y seminaristas de la parroquia. Quiso entrar a ver a Felipe pero, en ese momento, Eduardo le había dicho que Felipe estaba durmiendo y que lo mejor era no despertarlo porque fue difícil conseguir que pudiera conciliar el sueño. Entonces el padre y Lázaro terminaron su visita, no sin antes quedar en volver dentro de unos días para ver cómo seguía Felipe.
Pero, ya al cuarto día, Felipe empezó a empeorar. Le agarró una intensa fiebre que lo hacía temblar a cada rato, no podía casi tragar la comida que se le llevaba y, a ratos, su respiración se volvía más agitada. El doctor Sarmiento había abrigado la esperanza de que, en cuanto Felipe se viera impedido de salir de la cama, solicitaría que se le asistiera, pero nada de eso pasó al cuarto día. Ese día, Eduardo fue al centro de la ciudad para comprar algunos medicamentos que le había solicitado el doctor Sarmiento. Habiendo agotado todos los recursos, optaron por el último que les quedaba, que era el tratamiento forzado.
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El Camino al Padre Parte II: La fuerza del amor
SpiritualLuego de la huida de Anita, grandes problemas se presentan en el matrimonio y la promesa del amor se hace cada vez más difícil de cumplir. Felipe, indignado y furioso por verse abandonado, lo intentará todo con tal de recuperar a su esposa. Anita, a...