Tras su exitoso paso por un concurso de televisión, Natalia Lacunza, de 21 años, se había convertido en una de las artistas más importantes y con mayor repercusión del país, logrando varios discos de oro y platino, varios número 1 y varios premios e...
El avión había aterrizado en Barajas en torno a las 11 de la mañana procedente de Barcelona, donde la noche anterior había hecho parada su gira después de una gira internacional que les había tenido casi dos meses viajando por Latinoamérica y algunas ciudades europeas. El concierto en el Palau Sant Jordi, para que el que se habían agotado las entradas hacía meses, había sido el primero de los conciertos de despedida de aquella gira que solo le había dado alegrías y que les había permitido llegar un poco más alto que con su anterior disco, si es que aquello era posible. El concierto había sido todo un éxito -como todos los de la gira, en realidad-, dejando encantados tanto a sus fans como a la prensa especializada, que aquella mañana sólo le dedicaba bonitas palabras en los diarios catalanes que se habían hecho eco del "ciclón Lacunza", como algunos medios la habían llamado, conquistando el Palau. A lo largo de la mañana había agradecido a algún medio a través de sus redes sociales las palabras que le habían dedicado a ella y a su equipo, utilizando alguna de las fotos para publicarla en su cuenta de Instagram. Lo cierto es que, aunque lo agradecía en el alma, aun no se había acostumbrado a eso de haberse convertido en una "grande", como la denominaban muchos medios, después de que decidiera probar suerte en aquel programa de televisión y a que su música generara tanta repercusión como generaba, algo que todavía le seguía dando un poco de vértigo y la hacía sentirse a ratos abrumada por cómo habían cambiado las cosas desde hacía unos años atrás, cuando solo era una chica de Pamplona que mataba las horas muertas en su habitación, refugiándose en su vieja guitarra. Siempre había sido demasiado humilde como para sentirse cómoda ante tanta atención y tanto halago.
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@natalialacunza: Barcelona, ayer fue una noche increíble para todxs nosotrxs. Muchas gracias por darlo todo y por recibirnos tan bien. Os amo!!!
Después del tiempo necesario para recoger el equipaje Natalia puso rumbo hacia la salida del aeropuerto, seguida de cerca por África, su manager, mano derecha y amiga, y María, la batería de la banda que, a diferencia del resto del equipo, que había optado por quedarse unos días disfrutando de Barcelona, había preferido regresar a Madrid juntos a sus compañeras y amigas. Nada más poner un pie en la zona del aeropuerto abierta al público se encontraron con un grupo de fans que esperaban impacientes por verla llegar, algunos con su último disco en la mano esperando un autógrafo y otros simplemente cargados con sus móviles para poder grabar cada uno de sus pasos y conseguir una foto con su ídola que después circularía como la pólvora por las redes. No sabía muy bien cómo eran capaces de enterarse siempre de los horarios, pero era rara la vez que llegaba a algún aeropuerto o estación y no se encontraban con algún grupo de fans esperándola. No era una situación que le resultara del todo agradable, sobre todo cuando volvía de un viaje largo deseando llegar cuanto antes a casa o al hotel para poder descansar, pero siempre que le era posible procuraba dedicarles unos minutos y atenderles con una sonrisa. Al fin y al cabo eran ellos los que invertían su dinero y su tiempo en apoyar su carrera y su música, por lo que siempre se sentiría en deuda con ellos.
Fan: ¡Ay, Natalia! -Gritó una chica a la que se le habían saltado las lágrimas al verla a su lado-. ¿Me puedes firmar el disco, por favor?
Natalia: Claro que sí, cariño, pero no llores que no pasa nada. -Contestó con una sonrisa, firmándole el disco y dejando un apretón en su mano tratando de calmarla-.
