Capítulo 17. Detalles

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Aquellos días de promo habían sido intensos, de radio en radio y de entrevista en entrevista, dando una y otra vez las mismas respuestas para las mismas preguntas. Entendía que era fundamental para que su música llegara a la mayor cantidad de gente posible y trataba de dar lo mejor de sí misma en cada entrevista, pero lo cierto es que aquella era la parte que menos le gustaba de todo el proceso y la que más incómoda la hacía sentir, por lo que terminaba rendida.  Por eso la llamada de Natalia la noche anterior proponiéndole pasar la mañana juntas de compras le había hecho ver el cielo abierto. Estaba deseando tomarse un día tranquilo para poder despejarse un poco de todos los nervios por el lanzamiento del disco, y qué mejor que hacerlo en compañía de la cantante, que sin duda era una de las que mejor podía entender cómo se estaba sintiendo en aquel momento.

Cuando se levantó se extrañó de que Queen no estuviese echa un ovillo a su lado, como cada mañana, pero lo achacó a que posiblemente la gata estuviera algo resentida por el abandono de los últimos días, por lo que se dispuso a asearse para que no se le echara el tiempo encima. Su pequeña era un poco rencorosa cuando consideraba que no se le habían dado todos los mimos que merecía. Sin embargo, no verla llegar corriendo cuando entró a la cocina y abrió el saco de su comida empezó a preocuparla. Queen podría ser muy rencorosa, pero la comida era la comida.

Alba: ¡Queen, cariño, el desayuno! -Gritó haciendo sonar su comedero, pero no hubo respuesta-. ¿Queen?

La ilicitana empezó a buscarla por los escondites que la gata solía utilizar, repasando mentalmente si había podido tener algún descuido que Queen hubiese aprovechado para salir de casa, pero no recordaba ninguno. Cuando llegó al salón, se encontró con la gata hecha un ovillo sobre el sofá. La gata ni siquiera hizo un intento por moverse cuando se acercó a ella, lo que terminó de preocupar a Alba.

Alba: Queen, cariño. ¿Qué te pasa? -Preguntó acariciándole la cabeza, viendo como la gata apenas tenía fuerza para abrir los ojos y el maullido casi ni le salía del cuerpo-. Queen, mi amor... Estás ardiendo, cariño.

Con la gata en brazos, una nerviosa Alba se apresuró en buscar su teléfono para llamar al veterinario, quien accedió a atenderla de urgencia. Con prisas metió a Queen en su transportín, abrigándola todo lo que pudo, cogió las llaves y se dispuso a salir de casa sin perder ni un minutos. En el portal se topó con Natalia, quien llegaba puntual a recoger a Alba como habían quedado la tarde anterior.

Natalia: Ey, hola -La cantante saludó con una sonrisa, pero al ver la cara desencajada de Alba supo que algo pasaba-. ¿Qué pasa, Alba? ¿Estás bien?

Alba: No. O sea, yo sí, es Queen, que no sé qué le pasa, pero está mal y voy a llevarla al veterinaro -Decía completamente acelerada por los nervios-. Lo siento pero tengo que irme..

Natalia: Ey, ey, ey. Tranquila -Dijo acariciándole el brazo-. Ven. Tengo el coche aquí aparcado. Estás muy nerviosa para conducir, yo te llevo.

Sin perder más tiempo ambas se montaron en el coche de la cantante y pusieron rumbo al veterinario mientras Alba no dejaba de hablarle a Queen y acariciarla a través del transportin. Cuando llegaron, el veterinario las estaba esperando, por lo que tras escuchar las explicaciones de Alba, se fue para dentro con la gata, pidiéndoles a ambas que esperaran en la sala de espera. A la ilicitana le vinieron los nervios de golpe, por lo que sentada en una de las sillas empezó a llorar en silencio, notando como Natalia no tardaba en rodearla con sus brazos tratando de consolarla.

Natalia: Tranquila. Verás como no es nada grave y enseguida está mejor -Dijo dejando un beso en su pelo mientras acariciaba su espalda con sus manos-.

Permanecieron en aquella posición el tiempo interminable que duró aquella angustiosa espera en la que Alba agradeció las caricias de la cantante. No le calmaron ni un ápice la preocupación por Queen, pero al menos la hicieron sentir que no estaba sola y le ayudaron a sobrellevarlo de la mejor manera posible. Más de una hora y medias después, por fin vieron salir al veterinario, por lo que Alba saltó como un resorte de su silla.

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