Madurez

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Reino Maria, en el castillo Real

Los reyes de Maria entraron a la biblioteca donde rostros asustados, sorprendidos y tristes los recibieron. Eren abrazaba a Annie que lloraba desesperada; el general Erwin Smith revisaba los mapas que habian colocado en la mesa para poder rearmar su estrategias de acuerdo con las nuevas circunstancias; Reiner se alistaba, pues el también pelearía por Annie ya que la chica le recordaba a la hermana que no pudo ver crecer; y por ultimo, Armin recién llegaba con Hanji prendida a su brazo como si temiera que se fuera a desvanecer, para avisar que los caballos estarian listos en unos minutos más.

La reina se sintió devastada, sabía que su muy amado rey pelearía y rogaba por que en algún momento reconsiderara su decisión, cuando otra noticia igual de demoledora la tomó desprevenida. Su hermano también estaría en el frente, pues estaba dispuesto a entregar su vida con tal de defender el honor de su futura esposa. Mikasa no lo soportó, su esposo era conocido como "el hombre más fuerte de la humanidad" por múltiples batallas ganadas, nunca había sido vencido en su vida, al igual que su ejército; pero su hermano no tenia idea de combate real, jamás había peleado y aunque poseía habilidades de un excelente guerrero, la situación a la que se enfrentaban no era para inexpertos como él. Tomando al emperador Eren enérgicamente del brazo, la reina de Maria le pidió que lo acompañara a donde pudieran hablar a solas, para sorpresa de la prometida del emperador y del mismo emperador.

- Eren te amo con toda mi alma, eres mi hermano y uno de los motores más grandes de mi existencia. Por eso debo decirte que tu decisión de estar en el frente de batalla: es lo más estúpido que hayas dicho en tu vida. Eres el emperador de Xian, el único hombre de la dinastía del loto sagrado. No tienes descendientes, nunca has peleado realmente... no sabes usar el poder que habita en nosotros. ¡¿Qué demonios pretendes?! ¡Morir! - La soberana de Maria había ido incrementando el tono de su voz conforme hablaba sin despegar la vista de su muy querido hermano.

– Mikasa no tendré esta discusión contigo. Soy tu hermano mayor y tu emperador. No permitiré que cuestiones lo que he elegido. Pelearé por el honor de Annie y por la seguridad de Maria. Punto final. -El emperador Eren sabía que quizás su hermana tenía razón, pero su decisión estaba tomada. Sin mirar atrás salió de la habitación donde la monarca lo había arrastrado para cuestionarlo.

La reina Mikasa estaba rota. No podía sentirse más impotente, los hombres que más amaba en la vida se dirigían a una batalla. Ninguno parecia querer escuchar razones. La cabeza había empezado a dolerle y con todo el dolor de su alma se dirigió nuevamente a la biblioteca para estar con ellos hasta el último minuto.

El rey Levi había visto salir a su esposa con su hermano, era claro que no le agradó para nada que el emperador decidiera luchar. Levi entendía perfectamente ese sentimiento de querer proteger su honor, así que estuvo de acuerdo en que el soberano de Xian se uniera en el campo de batalla. Sin embargo, al ver a su esposa que parecia haberse apagado por completo, como si toda la luz que en ella habitaba la hubiera abandonado en segundos, se preocupó como nunca. Esa mujer era su vida, y ahora llevaba en el vientre el futuro de su reino. Su hijo o hija, heredero de la casa real Ackerman. El monarca de Maria dudó, tal vez aceptar la decisión de Eren de pelear no había sido tan buena idea después de todo.

Annie después de enterarse que su prometido también pelearía casi había enloquecido, lloraba mientras gritaba desesperada. - ¡Basta! ¡Por favor solo entréguenme a los turbantes azules! ¡No puedo más! ¡Esto es demasiado! – La ojiazul se encaminó a la puerta de la biblioteca con la clara intención de entregarse ella misma. Sin embargo, su futuro esposo trató de impedir que saliera abrazándola impidiendo que continuara su andar, pero ella experta en combate cuerpo a cuerpo, se libró rápidamente del apretón, mandando al emperador al suelo. Reiner reemplazó los esfuerzos por contener a la rubia, pero esta se debatía como fiera, vociferando que la entregaran al sultán de Paradise. Todos en la habitación la miraban con sorpresa hasta que la reina Mikasa se acercó a ella y sin más preámbulo la abofeteó.

- ¡Es suficiente Annie! - La chica tenía los ojos muy abiertos por la impresión, al igual que todos en el lugar. - Annie Leonhardt, serás emperatriz de Xian, serás madre de los herederos de loto sagrado. Eres la mujer que mi hermano eligió para esta importante misión, por el más puro y sincero amor. - La reina Mikasa habia recuperado algo de su brillo mientras pronunciaba estas palabras.- Eres mi hermana por que el destino en su infinita sabiduria, lo planeó de está manera. Así que te pido, no, te exijo que seas fuerte. – La monarca miraba fijamente a Annie, que había dejado de pelear y de debatirse en los brazos de Reiner. La reina continúo hablando con un tono de autoridad.- Es un orgullo pelear para que la justicia y el honor prevalezcan. Maria y Xian están dispuestos a ello. Porque es lo correcto. - Reiner soltó a Annie para que finalmente Mikasa abrazara a la rubia mientras trataba de consolarla, terminando su discurso casi solo para ella.  - Tu deber consiste en ser fuerte, Annie. –

El emperador miraba a su hermana, se había vuelto tan sabia en tan poco tiempo. Estaba tan orgulloso de que la chiquilla caprichosa y despreocupada hubiera madurado para dar paso a una mujer fuerte y segura de su misma. Aunque debía hablar con ella del uso de la fuerza para enfatizar un punto, pero después, por el momento le agradecía haber hecho entrar en razón a la mujer de su vida. 

Leo, el mozo de cuadras ingresó a la concurrida biblioteca y despues de hacer una reverencia a sus reyes y al emperador procedió a hablar. -Majestad, los caballos están listos.- 

La reina Mikasa miró a su esposo, y luego a su hermano que se habia puesto de pie segundos antes, sentia como la garganta se le habia hecho nudo y el corazón le temblaba dentro del cuerpo. El momento de que ella tambien fuera fuerte habia llegado.

Había una vez una reinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora