¿Felicidad efímera?

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Reino Maria, en los acantilados glaciares

Armin Arlert estaba en completo estado de shock. Su cuerpo temblaba sin control, su respiración era agitada y forzada, un nudo se había hecho en su garganta amenazando con estrangularlo desde dentro. Después de haber salido del castillo de Maria, Reiner y él se habian dirigido al cuartel general que se hallaba en los bosques glaciares. Al llegar encontraron un gran alboroto, pues el equipo médico y el de limpiezas se preparaban para salir hacía los acantilados glaciares. Habían recibido poco antes a dos soldados provenientes de la batalla y las noticias que tenían estremecieron el alma de todos los allí reunidos. Maria seguía siendo el reino imbatible, pero la batalla había tenido un costo muy alto para ambos bandos, el general Smith, el emperador Eren y el rey Levi estaban desaparecidos y solo habian sobrevivido no más de cien hombres del imbatible reino, algunos con heridas que no serían capaces de atender más que expertos en la materia. El enemigo había sido exterminado.

Armin estaba con el alma en un hilo y sin esperar a que el equipo de médico se encontrara listo para partir a los acantilados glaciares, salió disparado junto con Reiner hacia el lugar de la batalla.

Su mente se desconectó de su cuerpo, no supo exactamente cuanto tardaron en llegar de un lado a otro. Lo siguiente de lo que fue consiente era del general de división llorando como un crío. El hombre del ejército tenía los ojos nublados debido al llanto y la desesperación, la noticia que de su labios salió era devastadora como una espada atravesando su corazón.

- ¡Eso no es verdad! ¡El rey Levi es el hombre más fuerte de la humanidad! ¡Él no podría ...! ¡Menos ahora que será padre! ¡Su majestad el rey Levi Ackerman, trigésimo primer rey del Imbatible reino Maria jamás se daría por vencido y tampoco moriría! ¡Él debe estar con vida! ¡Me oyen todos el rey esta vivo! ¡Búsquenlo! – El mayordomo real gritaba, su voz chocó con las enormes paredes del acantilado, el eco ayudo a que todos escucharan al fiel sirviente de su majestad.

El general de división miraba al rubio, y como si su cuerpo estuviera vacío de cualquier sentimiento bueno o malo, extendió la mano y con la otra tomó las del mayordomo depositando en las palmas del sirviente una especie de tela.

Armin miraba fúrico al militar. ¿Cómo se atrevía a decirle que su rey estaba muerto? ¡Era una estupidez! Y ahora le tendía un trapo sucio. El rubio observó el lienzo de tela en sus manos, y conforme más lo contemplaba sus ojos se iban agrandando y su cara se volvía de un blanco cadavérico. Un grito desgarrador, desesperado, sufriente atravesó los acantilados.

Armin corrió como energúmeno hacia el precipicio Aar. Reiner que había escuchado todo y también estaba completamente descolocado cuando miro la reacción del rubio que lo había acompañado, leyendo sus movimientos corrió tras él, atrapándolo a escasos metros de que esté se arrojara al abismo que se abría frente a ellos. - ¡¡¡Suéltame!!! ¡¡¡Déjame maldito imbécil!!! ¡¡Debo encontrar al rey!! ¡¡Que me bajes inmundo perro de desierto nacido en ese maldito infierno que es Paradise!! ¡Bájame! ¡Yo ... debo encontrar a su majestad...! ¡Él... debe volver! ¡Será padre! ... ¡Te lo suplico... por favor... por Maria... debo encontrarlo! ¡Es mi amigo... el único!¡Su reina lo espera...! - El ojiazul se debatía como loco en los brazos de Reiner, mientras gritaba se podía escuchar como su garganta se lastimaba con cada insulto y suplica. Al final su voz se escuchaba ronca por el esfuerzo, y un llanto incontrolable se apodero de todo su ser.

Los sobrevivientes de la batalla se unieron a los lamentos del mayordomo real del castillo. Su soberano y compañero en innumerables batallas, había logrado encontrar a una mujer digna a la cual amar y que lo amaba de vuelta. Todos era testigos de como el rey se había transformado, todos recordaban sintiendo una llaga abierta en su corazón, a su rey sonreír al presentar a su esposa ante todo el reino y el ejército. Su leal líder, que jamás en la vida había cambiado su expresión indiferente no importando la situación en la que estuvieran, había mostrado una amplia y honesta sonrisa casi todos los días después de haber contraído nupcias. Parecia que el rey Levi a pesar de tener el mismo carácter de los mil diablos, habia cambiado, irradiando una luz enceguecedora debido a la felicidad recién descubierta, que cobijaba a todos a su alrededor. Una luz que quebraba el espíritu saber se había apagado muy pronto.

Había una vez una reinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora