La liebre y el cazador

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????? , en un elegante salón

El príncipe Mike bostezaba aburrido, mientras esperaba.

Ser tan afortunado como él era mortalmente tedioso. Su vida resuelta desde su nacimiento. Nunca debió esforzarse por hacer nada. Su hermano mayor era el heredero al trono, así que él solo se dedicaba a existir de la manera más privilegiada, mientras que sobre su hermano, Jesse caía todo el peso de las obligaciones del reino Ymir.

Debido a ese hastío en el que vivía, la personalidad del menor de los monarcas fue generando una fascinación casi morbosa por los conflictos a su alrededor. Eran su entretenimiento, el observar como una simple palabra o una actitud mal interpretada podían ir en aumento, progresivamente hasta incluso crear una guerra prácticamente de la nada, le fascinaban. Conforme el tiempo pasaba el segundo en la línea de sucesión al trono, dejo de contentarse solo con ser un observador pasivo. Valiéndose de todo tipo de artimañas y engaños pronto se hizo un experto en crear situaciones conflictivas donde no existía material para tal.

El príncipe Mike se deleitaba con el drama. Él no tenía convicción por nada ni por nadie en particular. Él solo deseaba crear un incendio y disfrutar como las llamas consumían todo a su alrededor.

Por eso había ayudado a Zeke III, sultán de Paradise a desposar a una reina por la fuerza. Apreciaba al mandatario del oasis eterno, era su amigo, pero no tanto como para hacer algo por él. Sin embargo, el poder presenciar semejante espectáculo, era algo que no se podía perder. Era casi como si Zeke le hubiera dado lugares en primera fila para presenciar la erupción de un volcán. Él jamás se negaría ese acontecimiento.

Y lo había hecho. El plan salió a la perfección. Luego, después de eso nuevamente mortal aburrimiento. Recordaba con claridad, la cara de felicidad del Sultán de Paradise, que en su impaciencia no respeto el mismo plazo que él había puesto para celebrar la boda con la reina. En cuanto la mujer estuvo completamente rendida, organizó todo para que la ceremonia se llevará a cabo lo más pronto posible, invitándolo para que presenciara su triunfo. O al menos eso creyó el ingenuo sultán.

En la ceremonia pudo contemplar a su único amigo, colmado de orgullo al pasear a su nueva sultana frente a los pocos nobles invitados a la ceremonia, la gran mayoría de la misma Paradise. Mike se recordaba triste, pues su pequeño espectáculo personal había terminado. Sin embargo, cuando se fijó en los ojos de la ahora sultana de Paradise gritaban en el más sepulcral de los silencios que, de hecho, acababa de empezar una batalla épica. Perfecto, la fiesta aun no terminaba, y él ayudaría a que durara lo más posible.

-Arena, felicidades. La mujer a tu lado es perfecta. ¿Me permitirías y una pieza con la nueva soberana del Oasis Eterno, Zeke? - El sultán miró con sus gélidos ojos azules a Mike. Odiaba que le llamara arena para fastidiarlo. Sin embargo, le debía mucho, por él ahora los ojos de luna del desierto le pertenecían. Sin dudar le ofreció la mano de sus esposa mientras él se dirigía a conversar con sus invitados.

Mike tomó gentilmente a la sultana de Paradise para conducirla a la pista de baile, sabía que lo odiaba, pero ese era el precio por tener un buen espectáculo. - ¡Ay! cariño, ¿Por que tan triste? En la boda de una damisela tan bella, la sonrisa es su mejor atuendo. Aunque debo decir que parece que tu sombrío semblante no opaca tu belleza. - Mike disfrutaba como la pelinegra con la que bailaba lo miraba con hondo resentimiento. – Eres un maldito. Tan vil y rastrero como ese animal. Sabes perfecto que, si no te atravieso la garganta junto a él, es solo por mi amiga. - La voz de Mikasa apenas era un susurro, pero se escuchaba grave, oscura, cargada de ira. Mike sintió gran emoción al escuchar las palabras de la azabache. – Sultana por favor, hiere mis sentimientos. Además, ya que ahora es la flamante esposa de mi mejor amigo, le ayudare. -

Mikasa tenía ganas de hundir sus uñas en la carne de aquel miserable sujeto. Se burlaba de ella en su cara y no podía hacer nada para que se tragara sus palabras. - ¿En qué me puede ayudar un infeliz bastardo como tú? - De nuevo , su voz fue casi un murmullo lleno de veneno. – Fácil su majestad. A escapar. -

El semblante de Mikasa reflejaba su sorpresa. Estaba atónita, las palabras morían en su garganta antes de poder ser pronunciadas. Sin embargo, nadie más notó su turbación, para todos en aquel festejo, eran una pareja excepcionalmente buena en la pista de baile.

-Cariño ¿Te has quedado muda? Supongo que te preguntarás ¿Por qué? Simple, aburrimiento. Si te ayudo, tú serás mi pasatiempo. Espero que no lo malinterpretes, no me interesas en lo más mínimo. De hecho, para que tengas claro cuál es mi intención lo pondré de esta manera. Tú serás una liebre tratando de huir de un cazador. Zeke es increíblemente capaz cuando se propone algo. Pero en esta ocasión mis apuestas estarán a favor de la liebre, o sea tú, dulzura. –

Mike seguía inalterable mientras hablaba con Mikasa, que había perdido por completo el color en el rostro y en más de una ocasión estuvo a punto de caer durante el baile. – Por lo que he visto la arena del desierto te desea, y seguramente esta misma noche te hará suya, por las buenas o las malas, dulzura. Disculpa si soy muy directo, pero me da igual. – Mikasa sin querer había empezado a temblar en los brazos del Príncipe Mike, que la movía como una infante por la pista de baile. Este sin siquiera inmutarse continuó con su monólogo. – ¿Por qué te digo esto? Si eso sucede no habrá poder que los separe, le pertenecerás. Y la verdad, creo que Zeke obtuvo muy pronto su recompensa. Así que lo que te propongo es esto, pequeña sultana. Te ayudare a huir, creando la oportunidad perfecta, y no solo eso, tratare de darte tiempo para que  por todos los medios busques la forma de salir del circulo Azul, por lo menos. Luego dependerá de ti y Zeke darme un buen espectáculo. Que dices ¿Tenemos un trato? –

Mikasa por fin pudo articular palabra para contestar al infeliz hombre frente a ella. – Eres un traidor y un miserable. Sí Hanji y yo estamos en esta aberrante situación es por tu culpa. ¿Por qué demonios confiaría en ti? –

El príncipe de Ymir sonrió discretamente antes de contestarle a la ojigris. - Jamás pedí confianza. Ni la tuya ni la de nadie. Yo solo me debo a mi, cariño. Pero si quieres una prueba de que lo que digo es en serio, te la puedo dar. Tu adorada Hanji partió esta misma tarde con dirección a Xian. Así que ya nada debería retenerte en este lugar, primor. Sin embargo, si planeas huir sin mi ayuda lo mas probable es que termines atada a la cama de Zeke, como su esclava, dulzura. Por lo que te vuelvo a preguntar ¿Tenemos un trato? ... –



Mike sonrió con todos los dientes expuestos. Recordar ese momento le hacia feliz. La cara de Zeke, loco de ira al saber que Mikasa había escapado de Topkapi sin que le pudiera tocar ni un cabello. Como había amenazado a todos los presentes con cortarles la lengua si se atrevían a decir algo, pero la arena del desierto, olvidó que él no estaba sujeto a sus leyes. Él era príncipe. Nadie lo amenazaba. Ese fue un error más bien tonto de parte de su amigo. 

Su amigo, la humillación y la ira reflejados en sus ojos, era sin dudas un recuerdo invaluable.

Eso había pasado tres días antes de su llegada a Xian, y su querida liebre no lo había decepcionado. El cazador aun no daba con ella. Pero quería que su espectáculo de verdad fuera uno entre mil. Para eso era necesario unir más personas al show.

-Majestad, Príncipe Mike Zacharius del Reino de Ymir, su excelencia el emperador Eren del Sagrado Xian, alabado sea, lo recibirá. Puede acompañarme. – Uno de los criados del Palacio imperial conducía a Mike por la enorme edificación.

El rubio y alto monarca solo podía sonreír. ¿Quién atraparía primero a la liebre? ¿El cazador o el emperador?

La espera era deliciosa.

Había una vez una reinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora