Reino Maria, en los acantilados glaciares
Petra miraba con melancolía el terreno escarpado frente a sus ojos. Los acantilados glaciares, uno de los lugares más hermosos de todo Maria. Cuantas veces soñó que su rey la llevaba allí para confesarle su amor, a esa montaña que parecia haber sido partida por mitad con una gigantesca hacha, dejando un terreno lleno de salientes y rocas completamente cubiertas de hielo durante todo el año. Un paisaje que se hallaba en constante cambio, pues los desprendimientos de las lindes del acantilado y el hielo derritiéndose para luego volverse a formar mantenía en evolución aquel lugar.
La ahora general de Paradis, lo había elegido no sólo por lo difícil que era maniobrar entre esos dos gigantescos muros naturales, que reducían considerablemente el espacio para la lucha encarnizada cuerpo a cuerpo, en la que el ejército de Maria tenía la ventaja por experiencia, sino también porque se hallaba cerca del enorme precipicio Aar, en cuyo lecho nacía el rio indomable que llevaba el mismo nombre.
Petra estaba muy enojada, había tomado en cuanta cada aspecto de la batalla para que jugara en su favor. Eligió el lugar, el tiempo, y la manera en que daría inicio su venganza. Sin embargo, nunca pensó que los hombres de Paradise fueran tan débiles en condiciones de frío extremo. Era absurdo, pues vivían rodeados del desierto Dorado que, aunque en el día era como estar en el mismo infierno, en las noches las temperaturas bajaban hasta casi el grado de la congelación. La general estaba molesta aún no había iniciado la lucha y una cuarta parte de su ejército se hallaba en mal estado.
La militar que era exigente y sin gota de humanidad más allá de lo que su puesto le demandara jamás pensó que no era el frio lo que afectaba a sus tropas, sino la altura. "Mal agudo de montaña", una reacción que creaba en sus tropas síntomas clínicos, como náuseas, mareos, agotamiento y cefaleas. Era la manera en que los cuerpos de sus soldados le gritaban que no eran capaces de adaptarse a la altitud del terreno donde pelearían. La general Petra decidida a no perder, poco le importo el estado de los turbantes azules que la acompañaban, amenazó con mandar a la horca al que no peleara.
Sin embargo, la pelinaranja aun con su enorme molestia no se preocupaba, incluso si la cuarta parte de su ejército se sentía mal. Los turbantes azules estaban con la única finalidad de acribillar a cada hombre del ejército enemigo después de llevar a cabo su simple pero efectiva estrategia. Petra no deseaba prisioneros, deseaba la muerte y destrucción del reino que una vez juro proteger con su vida. Por eso eligió los acantilados glaciares para llevar a cabo el primer paso de su venganza.
Su plan para ganarle al ejército invencible era simple: les había tendido una trampa. Los turbantes azules comandados por ella, se ocultaban en el escarpado terreno esperando su señal para iniciar lo que seria una masacre sin igual. Ese seria el regalo de bodas de la exgeneral Petra, sangre, muerte y derrota. Sin importarle que fuera en contra del honor que debia poseer un soldado, sin importarle que hace muy poco tiempo esos hombres que planeaba asesinar fueran sus subordinados. Incluso poco le interesaba que fuera en contra de las preciadas leyes continentales, que regian aún por encima de las mismas normas de cada uno de los cuatro grandes reinos.
Las leyes continentales que gobernaban cada aspecto de la vida en Rose, para que sus habitantes se condujeran con virtud y honor siempre. Petra había pensado una y mil veces, que era muy tonto que, unas reglas escritas por gente que había muerto siglos atrás mandaran a todos los habitantes de un continente, desde el más humilde de ellos hasta sus soberanos más poderosos. Sin embargo, las seguía sin protestar pues su rey, todo honor y honestidad, se negaba a quebrarlas, y mucho menos en batalla. El rey Levi era tan íntegro en ese aspecto que, tenderle una trampa fue relativamente fácil.
La general Petra recordó la ley continental 71° que decía. - "Todo acto de guerra deberá ser anunciado con anterioridad dando posibilidad del contrario a preparar la ofensiva." - La estratega militar de Paradise había seguido esa ley al pie de la letra.
Mientras que la ley continental 72° citaba. -"Una batalla siempre deberá ser frontal. Las emboscadas, están prohibidas, pues demuestran falta de carácter y espíritu combativo. Por lo cual seran castigadas, ya que ningún acto de cobardia será tolerado entre los cuatro grandes reinos. "- Petra estaba dispuesta a quebrar una de las leyes más antiguas y sagradas del continente con tal de obtener la victoria. Además,la suerte estaba a su favor, pues el sultán de Paradise ni siquiera habia tenido el valor de llegar a Maria, abandonando la comitiva en los límites con Xian para regresar a su palacio. Ese cerdo inútil, si ganaban le daría a la estúpida de Annie para que jugará con ella como deseara y ella obtendría su anhelada venganza; si perdían, lo cual era poco probable, el banco continental con sede en Ymir, se encargaría de ajusticiar al saco de estiércol que era el soberano del Eterno Oasis. Un ganar, ganar... para Petra.
Todo era válido para lograr su objetivo:vencer a su amado rey y su amado reino, por haber preferido a una mocosa estúpida en lugar de a ella.
La nieve empezó a caer cubriendo de delicados copos su brillante cabellera, la mujer miraba extasiada el espectáculo de la naturaleza. Era sin lugar a duda, maravilloso, y lo sería un más cuando la sangre de sus compatriotas tiñera de rojo el naciente paisaje blanco.
Petra sonrió, sin dudas un entretenimiento digno de la espera.
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Había una vez una reina
FanfictionEl amor logró crecer a pesar de todos los obstáculos pero ahora el pasado llega a tratar de quebrar la felicidad conseguida. ¿Podrá el amor una vez más sobrevivir a pesar de la maldad? Continuación de Había una vez una princesa. Personajes propiedad...