Nieve

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Reino Maria, en los bosques glaciares

El monarca de Maria cabalgaba a toda velocidad seguido por el emperador, su general y Reiner Braun hacia los cuarteles generales del Maria a las a fueras del pueblo, enclavados en lo profundo de los boques glaciares.

La despedida de su esposa habia sido tan dolorosa y desesperanzadora, que el rey en un intento de dejar su mente en blanco, hizo que "Titán" galopara con todas sus fuerzas. El rey sentía sus huesos chocando dentro de su cuerpo debido a la furiosa cabalgata, pero aun con eso no podía sacar la imagen de su mujer embarazada conteniendo las lágrimas, implorándole que volviera sano y salvo.

El soberano lo habia sentido casi como una despedida final, como si algo en el viento helado de Maria, le avisara que no volvería a ver a la mujer que amaba y tampoco podría conocer a su hijo. Su corazón gritaba que regresara al lado de su reina y no peleara está batalla, pero la razón se lo impedía. Por fin pudo entender lo que su padre le dijo minutos antes de su muerte. - "El deber de un rey es absoluto..."-

El rey Levi nunca había temido morir peleando al lado de sus subordinados, pues antes de Mikasa todo se reducía a su sed de venganza en contra del Imperio y la culpa por no poder ayudar a los pueblos que se veía obligado a someter. Autoflagelación, ira y lucha, a eso se reducía su vida antes de que su mocosa llegara para dar un giro a sus expectativas e imprimiera todo de esperanzas nuevas.

Por primera vez desde que se inició su tortuoso trayecto en los campos de batalla, deseaba con toda su alma dar media vuelta y regresar a su castillo. Con su amada reina para esperar el nacimiento de su muy esperado heredero, y vivir, sólo eso, poder vivir.

El rey Levi se detuvo sin previo aviso, había tomado una decisión. Dirigiendo a su adorado caballo "Titán" regresó hacia donde su comitiva también había detenido el galope de sus propios equinos, y lo miraban con extrañeza. El monarca ignoró los ojos confundidos de todos y se encaminó a... Reiner.

-Reiner Braun, me desgradas y no es un secreto. La primera vez que te vi fue en Paradise, asesinado a muchos de mis soldados. Lo entiendo, era una guerra, pero aun así no te perdono. - Reiner miraba sumamente contrariado al rey de Maria, al igual que el emperador y su general. - Luego, apareciste trayendo a mi Reina contigo, devolviéndola a mi después de que mi vida se había vuelto una angustia perpetua en su ausencia. No sé cómo, pues mi esposa se ha negado a decirme que sucedió en las montañas del Sol entre ustedes y Annie. - El emperador ocultó la vista del rey de Maria, él sabía, pues Annie se lo había contado todo rogando su perdón y agradeciendo a su hermana por haberla salvado de... un infeliz que quiso aprovecharse de ella. El mismo malnacido que, con una máscara de bondad había abusado de la confianza de Reiner y había destrozado su vida de la manera más cruel.

El rey continuó dirigiéndose al exlíder rebelde. - Desconozco cuál es ese juramento que hiciste a mi mujer que une sus destinos. Sin embargo, confío en mi reina como en mí mismo y sé que ella a su vez confía en ti. Por eso te pido por favor que regreses al castillo y cuides de mi esposa hasta que vuelva. - Los ojos del Rey siempre feroces se apagaron en ese momento y todos los presentes lo notaron.

- Su majestad la reina es mi amiga y salvadora. Haría lo que me pidiera en su favor, pero usted habla como si no fuera a volver. Lo he visto pelear, y matar a mucha gente que conocía y apreciaba. Le aseguro que al igual que usted lo entiendo, era una guerra, matar o morir. Pero el sentimiento es compartido, usted no me agrada. Sin embargo, la reina lo necesita para ser feliz, lo ama; así que por favor no hable de esa manera. Si desea que vuelva como escolta de la Reina lo hare sin oponerme, pero debe pensar mejor sus palabras, pues de ninguna manera le diré a mi amiga que el feroz Demonio Ackerman, el hombre más fuerte de la humanidad me pidió un favor a mí, su enemigo, porque tuvo miedo. - El rey se adelantó hasta estar frente al exlíder rebelde y le propino un puñetazo, que el rubio esperaba. - Así está mucho mejor, majestad. Gané, vuelva y cumpla la promesa de hacer un lugar mejor este jodido continente. - Reiner que sangraba de la nariz debido al puñetazo hizo una reverencia al rey, y luego al emperador para emprender de vuelta el camino al castillo y cumplir una nueva promesa.

El rey Levi miraba alejarse al odioso Braun, y por un momento, breve, pensó que era una buena persona, antes de espolear a su caballo y reanudar su camino hacia el cuartel.

El cuartel general del reino Maria se ubicaba lejos del pueblo a unas dos horas de los acantilados glaciares. Era pleno mes de noviembre y el frio invernal se sentía en los alrededores, pronto iniciarían las primeras nevadas de la temporada.

Al llegar a su destino el Rey, el emperador y el general se encontraron con un panorama bastante favorecedor, pues a pesar de las terribles noticias, el ejército de Maria estaba en total control de sus emociones, y mantenía la disciplina y el orden al máximo.Estaban preparados, antes habian combatido para defender su honor en múltiples batallas alrededor de todo Rose, pero esta era la primera vez en la vida de todos los soldados, incluso de su general y el mismo rey que pelearían por defender a Maria en su propio territorio. No temían, si debían entregar su vida por su adorado reino, seria el honor más grande; pues ellos mejor que nadie sabían que la existencia humana estaba llena de dolorosos sacrificios para lograr los objetivos que se proponian.

El ejército del Imbatible Reino Maria estaba listo para iniciar la marcha hacia donde se hallaban los invasores de Paradise. Todos los preparativos para llegar a ese punto habian llevado tres horas. El recorrido llevaría al menos dos más, hasta los acantilados glaciares, lo que reducía el tiempo del ultimátum a solo dos horas antes de que la batalla diera comienzo. El general Erwin Smith se ubicó enmedio del rey Levi y del emperador Eren, para después con voz de trueno dar la orden para iniciar el avance.

Como si los copos de nieve hubieran escuchado también la omnipotente voz de mando del rubio, comenzaron a caer lentamente sobre las cabezas de los hombres que se dirigían al campo de batalla.

Había una vez una reinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora