【ʟɪʙʀᴏ ɪ: ꜱᴀᴋᴜʀᴀ-ʜɪᴍᴇ ꜱᴀɢᴀ】
【ᴄʀᴏꜱꜱᴏᴠᴇʀ ɴᴀʀᴜᴛᴏ x ʙʟᴇᴀᴄʜ】
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Los susurros de su nombre, las historias de quién fue... Todo parece estar tan fresco en la memoria de la Sociedad de las Almas...
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Autora POV
La pelirrosa avanzaba a través de los pasillos de la mansión Kuchiki buscando una salida de esta. Sus pasos eran cortos debido a que la rígida tela de su kimono limitaba bastante sus movimientos, pero, en compensación, sus pisadas eran rápidas.
Un bufido de frustración escapó de los labios de la ojijade mientras detenía su andar y se recargaba contra la pared más cercana. Aquella gran residencia se sentía casi como un laberinto sin fin, por cada vuelta que tomaba en la esquina de un pasillo, sentía que estos se ramificaban más y más, haciendo que encontrar la salida del lugar fuese toda una odisea.
"Tonto Byakuya..." —dijo en su mente la joven mientras las lágrimas se avecinaban por las esquinas de sus ojos. Sabía que no podía esperar que las cosas fuesen tan simples, pero realmente le impactaba saber que el pelinegro no tenía intenciones de intervenir en la ejecución de su propia hermana.
— ¿Eh? Hime-sama... ¿Se encuentra bien?
Sakura levantó la mirada sobresaltada al escuchar las palabras dirigidas hacia ella, solo para ver que se trataba de otra de las criadas del lugar. A juzgar por la expresión cansada en su rostro y la gran cesta de ropa que cargaba entre sus brazos, la chica frente a ella se encontraba realmente atareada, por lo que la princesa no pudo evitar sentirse apenada ante la idea de que ella se hubiese tomado una pausa en su trabajo solo para asegurarse de que estuviese bien.
— Estoy bien... —se apresuró a contestar la ojijade. — Estaba buscando la salida de la mansión y terminé perdiéndome... Este lugar es realmente grande... —explicó dejando escapar una pequeña risa nerviosa.
La contraria parpadeó un par de veces antes de decidir responder.
— ¿Desea que la escolte fuera de la mansión, hime-sama? —ofreció.
— Oh, no, no, no... —negó varias veces Sakura moviendo sus brazos efusivamente para acompañar sus palabras. — No quiero causarte inconvenientes, parece que ya tienes bastante trabajo que hacer. —dijo haciendo un gesto hacia la cesta de ropa. — Solo... Necesito indicaciones, puedo ir por mi cuenta...
