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Abro los ojos con un poco de dificultad y me siento un poco confundida. De fondo, oigo la televisión encendida.

Estoy en el cuarto de mi madre.

— Te quedaste dormida —me dice, con voz calma.

No respondo nada, solo me limito a intentar volver en mí tras esta pequeña siesta.

Después de enterarme de lo de Fabián, detuve un taxi y vine inmediatamente a casa. Mi madre no estaba en la sala de estar, pero sí en su habitación.

Cuando entré y ella me vio con los ojos hinchados y el rímel removido, se levantó de su cama para abrazarme.

Fue en ese momento que me rompí. Me abrí. Solté.

Con lujo de detalles, le conté a mi madre lo que había ocurrido durante la última semana y ella se limitó a escucharme y a hacerme mimos.

Era lo que necesitaba.

Fue después que me acurruqué a su lado y me quedé profundamente dormida.

— ¿Estás mejor? —me pregunta.

— Sí, creo —alzo la cabeza, la miro a los ojos y le digo en voz baja—. Gracias por ser la mejor mamá del mundo.

Ella sonríe y me da un beso en la frente.

— ¿Sabes dónde está mi celular? —pregunto.

— No —contesta, muy segura—. No lo he visto por aquí.

— Debo haberlo dejado en la sala cuando me quité el abrigo. Ahora vuelvo.

Y sin más, me levanto de la cama y salgo de la habitación de mi madre. Bajo las escaleras y empiezo a buscar entre los muebles hasta que encuentro mi teléfono.

Y entonces, vuelvo a sentir lo que sentí hace unas horas, cuando estaba sentada en una de las bancas de la plazuela.

Fabián me ha mandado un mensaje. Un mensaje extenso que no sé si quiero leer.

<<Mi hermana me ha contado todo y, aunque en un principio quise reprocharle que te haya hablado sobre Lorena, solo he atinado a decirle que todo estará bien. No hubiera sido justo levantarle la voz cuando todo lo que hace es cuidar de mí desde que mis padres murieron, y más aún cuando la culpa de todo esto es mera y únicamente mía.

Sí, Lorena es mi pareja. Es cierto que últimamente no hemos estado bien y que nuestra relación ha estado pendiendo de un hilo desde hace un buen tiempo, pero eso no justifica todo lo que le he hecho. No has sido solo tú, Cata. La he engañado innumerables veces con otras chicas casi sin ningún remordimiento. Y a pesar de ser esta una ciudad pequeña, siempre he salido bien librado de cada una de mis historias clandestinas. Algún día tenían que desenmascararme y ese día ha sido hoy. Me lo merezco, pero tú no.

¿Sabes? Contigo iba a ser distinto que con las otras chicas. Tú me interesabas de verdad y, si todo seguía como lo tenía en mente, no iba a dudar en terminar mi relación con Lorena. De hecho, ahora pienso que de todos modos tengo que hacerlo. Lo que tengo con ella es absurdamente insano.

Casi sin conocerte puedo decir que vales muchísimo la pena y que necesitas estar con alguien que se comporte a la altura. Es evidente que ese alguien no soy yo.

Diría que es el final de nuestra historia, pero no puede terminar una historia que ni siquiera empezó. Por mi culpa, por mi puta culpa.

Me voy a olvidar de ti y espero que hagas lo mismo.

Sé feliz. Y el próximo ciclo no te equivoques de salón el primer día.

Sigue siendo buena. Siempre. >>

El chico del ukelele azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora