Se acerca la tormenta.

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Al día siguiente.

Me despierto y Dylan no está.

-¿Dylan? –me siento cubriéndome con la sábana y noto que hay una carta en mi mesa de noche, la agarro y tiene algo escrito.

"Perdón por no quedarme hasta que despertaras, pero tú sorpresa no se hace sola, así que arréglate o no, no importa eres hermosa... saldremos a un lugar especial. Te amo bonita."

Sonrío al ver la nota. Ese idiota... lo amo. Pienso. Me sobresalto al escuchar que tocan la puerta.

-¿Sí? –digo.

-Tenemos que hablar. –mi corazón se acelera por el miedo. ¿Nos escuchó? Pienso y me levanto aun cubriéndome.

-¿Sobre qué? –trago con el corazón en la garganta.

-Es sobre tú madre. –suspiro aliviada, sintiendo que me volvió el alma al cuerpo.

-Está bien, sólo me ducho y salgo.

-Estaré abajo. –lo escucho alejarse y entro al baño, al cabo de 20 minutos salgo y me coloco unos jeans, un suéter un poco ajustado y unos zapatos deportivos. Agarro mi teléfono y bajo, Daniel me mira. - ¿Saldrás?

-Sí, con Dylan...-sus facciones se endurecen. –Bueno, si me dejas, claro. –suspira.

-Siéntate. –lo hago. –Sé que amas a Dylan, tú madre me ha dicho que ahora sonríes más y lo noto...-me sonrojo. –Pero no sé si quieras seguir con esto.

-¿Por qué?

-Nos mudaremos a Nueva York.

-¿Qué? –asiente. –Pero pensé que ibas a hablar con mamá, pensé que te ibas a quedar y...

-Tú madre no aceptará que te quedes aquí y lo sabes.

-Puedes convencerla, sé que sí...

-Brook...-niego tragándome el nudo en mi garganta.

-No me quiero ir, Daniel, por favor, convéncela...-me trago las lágrimas. –Puedo... puedo visitarla o ella puede venir...-se sienta a un lado mío. –Si tú no la convences más nadie puede hacerlo... por favor...-me abraza. –No me quiero ir...-comienzo a llorar.

Hace tiempo hubiese estado feliz de irme y no lo hubiese pensado ni dos veces, pero ahora que la persona que amo está aquí, que tengo nuevos amigos y un medio hermano no quiero irme, sé que tengo aún una vida en Nueva York, pero ahora tengo una vida aquí y no quiero abandonarla.

-Ya tomó la decisión, hija, no puedo. –niego entre sollozos.

-No quiero... irme.

-Brook, cálmate. –hace que lo mire y me limpia las lágrimas. –Respira...

-Está bien. –respiro hondo.

-¿Te calmaste? –asiento. –Bien, sé que no te quieres ir, pero no se puede hacer nada. –me limpia otra lágrima. –Tienes que hablar con Dylan y...-niego. –Brook...

-No le pienso decir. –se queda callado. –No le diré que me iré, no quiero lastimarlo...

-Si no le dices lo lastimarás.

-No quiero, sólo... ¿cuándo nos mudaremos?

-Hoy vendrán a buscar las cosas, nos iremos en la noche. –asiento.

-Le dejaré una nota... será menos doloroso, no podría...-niego y respiro hondo. –No le digas nada, actúa normal.

-Está bien. –me levanto y subo a lavarme la cara.

-Bien, sólo tienes que disfrutar este día con él, no puedes decir nada y sólo... te irás sin decirle adiós...-me cubro la boca. Mi teléfono suena y respiro hondo. Atiendo.

Llamada entrante idiota...

-¿Estás lista, bonita? –no puedo evitar sonreír.

-Sí, estoy lista ¿vienes?

-Estoy fuera de tú casa. –me río.

-Saldré enseguida.

-Te espero. –tranco y enjuago la cara de nuevo. Respiro hondo, me seco y bajo.

-Vendré más tarde. –digo para que Daniel me oiga.

-No vengas tan tarde. –no le respondo y salgo. Dylan está entretenido en su teléfono mientras está recostado en su moto, sonrío. Lo extrañaré. Pienso. Niego para no llorar y me acerco a él que me mira con una gran sonrisa provocando que sonría igualmente.

-¿Ya dije que eres hermosa? Porque de verdad lo eres. –me río.

-Idiota.

-Sí, siempre me lo dices.

-¿Y qué te amo?

-Nunca lo había escuchado. –le doy un pequeño golpe y se ríe.

-Mejor vámonos antes de que Daniel se arrepienta de dejarme ir contigo.

-Como diga, señorita Foster. –dice pasándome el casco y lo agarro.

-Gracias señor Riley. –nos reímos y nos subimos a la motocicleta, lo rodeo con mis brazos, él coloca una mano encima de la mía y no puedo evitar sonreír y dejar que una lágrima resbale por mi mejilla.

-¿Estás bien? –dice con el casco puesto.

-Sí, claro.

-Bien...-la enciende. –Sujétate. –arranca. Después de un rato nos detenemos en una pizzería.

-Me gustan las pizzas. –sonríe de lado y entrelaza nuestras manos. Sonrío. Nos dirigimos a una mesa y se detiene.

-Espera aquí, iré a buscar una pizza.

-¿Ya la habías pedido? –sonríe nuevamente de lado pero con picardía.

-Es una sorpresa. –me río.

-Está bien. –me suelta y se dirige al mostrador donde está una chica la cual lo saluda. Me siento a esperarlo.

-Hoy habrá una tormenta. –dice un señor un poco mayor a mis espaldas.

-Es bueno para mis plantas. –le responde otro. ¿Una tormenta? Pienso.

-Al menos no moriste de inanición. –dice Dylan llegando con una pizza.

-¿Qué? –digo cómica.

-Tardaron en darme la pizza. –la coloca en la mesa y se sienta a un lado mío.

-No te estuviste mucho.

-No me gusta esperar ni 10 minutos. –me río. –Es frustrante.

-Ya entendí porque no te gusta venir. –asiente y abre la pizza.

-Es mejor que comamos, tú sorpresa te espera. –lo miro.

-Pensé que esta era la sorpresa. –niega riendo.

-Sólo es pizza.

-La pizza es vida. –se ríe y agarro una rebanada. Al rato terminamos de comer y nos levantamos.

-Bien, vamos antes de que la tormenta caiga. –extiende su mano y lo miro. Creo que debería decirle que me iré. - ¿Te pasa algo? –tengo que decirle.

-Yo...-el cielo comienza a tronar fuertemente y me mira preocupado.

El idiota de la motocicletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora