El oír aquellas palabras se había convertido en una pesadilla hecha realidad y no habría imaginado que sería yo quien las recibiese aquel día.
"Mis más sinceras condolencias."
Miré mis vestimentas negras, lo detestaba, detestaba el simple hecho de estar en aquel lugar, el tener que ver a mi padre luego de tanto tiempo junto a su nueva y espléndida familia, todos vistiendo de luto y recitando una y otra vez aquellas palabras que no aliviaban el dolor que sentíamos en lo absoluto.
"Lo siento mucho."
Mamá se veía demacrada, llorando a riendas sueltas al lado de las flores blancas que adornaban un cajón marrón que contenía el cuerpo sin vida de Lee Jongin.
Unos cuántos amigos suyos vinieron a despedirse de él, algunos que ya conocía y otros pocos que recordaba de sus salidas desastrosas, aquellas que lo hacían volver a casa con el rostro golpeado y el aliento a alcohol o marihuana.
"Él se veía tan bien, ¿quién hubiera sabido cuánto estaba sufriendo?"
No soporté mucho tiempo antes de comenzar a asfixiarme, de los llantos desconsolados, las miradas llenas de pena, los arrepentimientos de último momento; caminé hacia la entrada de madera tratando de recuperarme.
KyungSoo llegó a mi lado en silencio, acompañado de su traje y sus ojos tristes, con aquella pena desgarradora tan suya y las lágrimas atoradas en su interior.
No dijo nada, incluso cuando oímos a una femina desconocida entrar a la estancia, apareciendo con una rosa blanca y el rostro lleno de lágrimas. Pasó sin siquiera dirigirnos la mirada, pero se desmoronó apenas llegó frente al retrato sonriente de un Jongin de diecisiete años de edad. Una foto que le hicieron en la escuela porque él las detestaba y era una de las únicas que conservabamos.
Fue como si la realidad la hubiese golpeado, como si recién pudiese asegurar que él ya no se encontraba a nuestro lado, aquella mujer lloró tanto y con tanto pesar como el nuestro.
"No, Jongin, tú no."
Sus tatuajes se asomaban sobre el jersey de cuello alto que llevaba junto con los piercings en su rostro mojado, mamá no levantó la mirada ni una sola vez para mirarle ni siquiera por curiosidad. No tardó mucho tiempo en levantarse con dificultad, con los pasos pesados caminó lejos, pidiéndole disculpas a mamá sin siquiera esperar por una respuesta.
Y en ese instante pude verla tan destrozada como yo, tan ida y dolida que me sentí cada una de sus lágrimas como si fueran mías.
—Lo siento tanto, debí de cuidarlo con mi vida.
Susurró al pasar por mi lado, con la voz ahogada pero grave y rasposa como una sombría noche de invierno.
Hasta el momento no puedo describir el por qué de mis acciones, ni siquiera podría explicar de dónde saqué tanto coraje para acercarme hacia ella, logrando que voltease en mi dirección.
Frente a ella pude notar mejor los trazos negruzcos impregnados en la piel de sus muñecas expuestas, debajo del jersey sobre su cuello. Sus cabellos negros como el carbón y sus ojos rojizos, los pierciengs sobre sus oídos, el que llevaba en la nariz y la cicatriz notoria que llevaba en la mejilla izquierda.
Era la primera vez que veía a aquella mujer pero me sentí tan cercana a ella que la abracé. La abracé con tanta fuerza y desesperación que me pareció tan impropio de mi parte.
Sus brazos envolvieron mi cuerpo con firmeza, su calor me tranquilizó y supe que había amado tanto a mi hermano que me causó un remolino de emociones.
Yo ni siquiera sabía que Jongin tenía pareja.
Ah, qué clase de hermana era.
—Gracias.— susurré apenas contra sus cabellos. Pero ella no dijo nada, lloraba, solo lloraba en mi hombro.
Agradecía que él haya tenido a alguien a su lado que lo quería tanto como yo lo hice.
Nos separamos a duras penas, con los corazones destrozados y una amargura indescriptible.
Me sonrió con tanto cariño que me recordó a él.
—Espera.— le dije antes que pudiese desaparecer. Porque era la primera vez que la conocía pero podía comprender sus sentimientos con solo ver sus ojos.
Con las manos temblorosas logré hallar lo que estaba buscando en mi dedo anular: el anillo que Jongin me regaló a los quince años, aquel que me dio antes de partir a una excursión de la preparatoria por la que yo no dejaba de llorar porque no quería estar lejos de él. Jongin me aseguró que con él iba a estar cerca suyo, que no importase a dónde se vaya, con aquel anillo se quedaría a mi lado.
Lo quité con delicadeza y lo deposité en sus manos, tan segura de aquella acción que me sorprendió hasta a mí.
Ella lo miró sin poder articular palabras, algo perpleja me habló con los ojos llorosos y la voz rota.
—¿Era suyo?
Asentí, sonriendo con nostalgia. Ella no tardó en negar repetidas veces, llevándolo nuevamente hacia mí.
—No puedo aceptarlo, es tuyo, tú debes de conservarlo.
—No.— le aseguré, sin vacilar.— Estoy segura que Jongin hubiera querido que lo tengas tú.
Y lloró, lloró tanto que no soporté más y me derrumbé frente a ella.
Frente a KyungSoo.
Frente al ataúd de mi hermano.
Frente a su promesa de regresar.
Y frente a los ojos curiosos de aquellos dos chicos en la entrada, dos pares de ojos que nos escrutaban a la distancia.
Kim Namjoon se había dignado en aparecer con vestimentas oscuras y mirada solemne, pero no dio ni un solo paso en mi dirección.
Pero ésta vez su comportamientos no me causó absolutamente nada.
Cuando el mañana llegue, ¿cuán diferente será?
¿Por qué amar y odiar suenan igual para mí?
...

ESTÁS LEYENDO
mono; knj
Poetry❝Si pudiese escoger mi sueño, quisiera quedarme a tu lado.❞ Entre los trazos a tinta negra, tu rostro seguía apareciendo tan claramente que por un momento creí que duraríamos una eternidad, pero nuestra eternidad fue tan efímera que terminó antes de...