十二

1.1K 140 21
                                    


Mamá ma había castigado por un mes sin propinas y salidas luego de estudiar, no suponía un problema para mí, y sabía que se habría olvidado de ello al pasar una semana.

Llegué a casa cansada para oír sus gritos y maldiciones, al menos había llegado, no como papá.

Kyoho tenía sus primeros exámenes parciales en su primer ciclo universitario y toda su atención se posaba en él, mi hermano se esforzaba mucho por obtener buenas notas y comenzaba a temer por su salud física y mental. No había tenido novia en sus dieciocho años de vida y no se relacionaba con mucha gente fuera del ambiente intelectual. Traté muchas veces de ayudarle con el estrés, jugar, ver alguna película juntos o simplemente charlar de la vida. Se estaba esforzando demasiado, y yo creía fervientemente que estaba bien fallar de vez en cuando, al fin y al cabo uno aprende de sus errores. Al parecer no estaba en sus planes aquello.
Cada vez que me acercaba a su habitación mamá me echaba gritando que era una distracción para él, así que dejé de insistir.

Me preocupaba por mi hermano, o tal vez sólo estaba siendo un estorbo de nuevo.

Namjoon no dejaba de sonreír desde la mañana, hoy había despertado de muy buen humor, y me alegraba mucho.

Nos encontramos en la entrada principal, bajo las puertas de cristal donde él se hallaba con algunos amigos, conversando y riendo en un pequeño circulo. Había tratado de pasar desapercibida para no molestar pero apenas me encontré a sus espaldas con los audífonos a todo volumen volteó a darme un abrazo y dejar un beso en mi frente bajo las burlas de sus amigos.

Yo había comenzado mi día tan detestable como siempre, con los gritos de mamá y una soledad absoluta cuando me dejó en la cocina con la lonchera para Kyoho y miradas cargadas de decepción para mí, pero una sola sonrisa de Joon me hacía olvidar temporalmente de todo.

Sin fijarme ni una sola vez en la hora que era, permanecí con las piernas cruzadas sobre el lavabo del baño de chicas, con una playlist que había escogido especialmente para días como éstos en los que no me sentía con ánimos de hacer algo que no me gusta, estudiar.

No tenía ganas de ganarme un sermón por la profesora de álgebra por llegar tarde de nuevo así que busqué la forma de entrar al gimnasio en la clase de Joonie para fastidiarle un poco.

Solté mi cabello con el objetivo de cubrir el cable negro de los audífonos y los pasé sobre la camisa del uniforme escolar, escondiendo mi móvil y bajando ligeramente el volumen de la música. Caminé por los pasillos vacíos de paredes blanquiazules del edificio, pareciendo confiada con cada paso para no crear sospechas y que no parezca que estaba huyendo del aula como siempre. Saludé un par de veces al personal de limpieza en el camino y seguí mi camino. Conocía de memoria las instalaciones y, aunque mi móvil comenzó a vibrar dentro de mi bolsillo, conseguí llegar a las puertas rojas del gimnasio sin ningún problema.

Eché un vistazo hacia ambos lados del pasillo y abrí las puertas con cuidado, agradeciendo que el profesor Kwong estaba ocupado sacando el material deportivo y entré silenciosamente hacía la gradería a pasos agigantados.

Lo veía a lo lejos, charlando con sus amigos y sonriendo con ganas.
Le acababan de pasar el balón de baloncesto y él comenzaba a lanzarlo hacia el aro logrando encestar uno de cada veinte intentos. No sabía cuándo comencé a reír pero volteó la mirada, saludándome con su diestra, ganándose algunas bromas por sus compañeros.

Me quedé sentada sobre las gradas del pequeño gimnasio de paredes rojas, la cancha de basket estaba siendo ocupada por su grado pero al parecer esos chicos no se ponían serios ni por un minutos aún siendo los de último año. Joonie jugueteaba con el balón en sus manos, con movimientos torpes y toscos que sacaban carcajadas a sus compañeros y al profesor de educación física.

Sonreí ante su actitud, con sólo verle ya me había alegrado el día entero.

°

La primera hora había pasado en un suspiro, antes de que Namjoon pueda acercarse a mí en algún descuido de su profesor ya me había dirigido a la salida para deambular por los pasillos nuevamente. No tenía un plan es específico, simplemente gastar la última hora de álgebra para entrar al aula antes que el profesor de filosofía.
El estómago comenzó a dolerme como siempre, tenía mucha hambre pero no traía dinero conmigo. Mi monedero se había quedado en mi mochila, en el salón luego de que mandé a Kyungsoo a llevarla allí y me excusaba un momento para ir al baño. Cerré los ojos cansada, mirando el cielo nublado desde una banca en el patio de la institución.

Estaba muy cansada de verdad.

—¿Qué haces acá, bonita?— su delgado brazo se deslizó por mis hombros mientras se sentaba a mi lado. Nam era una persona muy cálida, y sus abrazos eran los mejores sentía como me derretia a su lado

—El cielo está súper gris, creo que va a llover.— susurré apenas, con poca fuerza y unas ganas inexplicables de llorar. Siempre me pasaba lo mismo, pero nunca frente a él. No quería verlo a los ojos, porque sabía que si lloraba él lo iba a hacer yo sin cesar. Y era una bucle sin final, sus lágrimas eran el escenario más bellamente trágico que podría presenciar.

Sentí sus delgados dedos tomar mi mentón con delicadeza, pero con tanta firmeza que logró que me fijara en él, en sus ojos cristalinos estudiando cada centímetro de mi rostro, en su naricita respingada, en sus cabellos negros, en sus labios abultados. Namjoon era lo más hermoso que me podía haber pasado jamás y eso sólo me dio más ganas de estallar en llanto, porque me sentía tan poca cosa a su lado.

Pero no permitió que baje la mirada, se acercó sin previo aviso, como una brisa salvaje un día de verano. Y chocó sus suaves labios sobre los míos, moviendolos con paciencia y cariño, con el calor comenzando a quemar mi cuerpo entero y los labios consquilleando bajo los suyos. Namjoon tenía el talento de poner de cabeza mi mundo y detener el tiempo, porque su toque era sanador, eliminaba cada pizca de dolor de mi ser para elevarme en una travesía infinita que terminaba en sus besos.

Movió los labios con mayor fuerza, exigiendo que le siga el ritmo aún con las lágrimas mezclándose entre nuestras bocas, pero no paró ni por un segundo, se mantuvo a mi lado tratando de ahuyentar mis pensamientos por un momento, con cada roce y respiración entrecortada, sentía que ya estaba en casa.

Se separó, con los labios hinchados y los ojos cerrados, sosteniendo aún mis mejillas con ambas manos.

Y me miró con tanto cariño que quería volver a llorar, revisó cada parte de mi rostro y con los pulgares limpió el rastro de lágrimas sobre mis mejillas con una pequeña sonrisita en los labios.

—Todo va a pasar— decía mientras dejaba besos por mi rostro. Él era más cálido que el propio sol, e igual de lejano que la luna.— hoy me levanté muy temprano, sintiéndome tan agradecido de tenerte a mi lado que no pude volver a dormir en toda la madrugada. Y luego me sentí tan vacío porque no estabas allí en cuanto desperté que me sentí un tonto por dejarte ir, pero de eso se trata la vida, de atesorar cada pequeño detalle que te impulsa a seguir adelante y levantarte cada mañana, y tú eres lo primero que se me viene a la mente cada vez que quiero darme por vencido. Pienso en tus sonrisas cada día, en tus besos llenos de amor, en tus ojos, en tus manos tomando las mías con tanta fuerza; en ti, porque no puedo creer que un ser tan hermoso esté ahora conmigo. Sé que nada es para siempre, pero quiero sentir que ahora es nuestro para siempre. Y si éste momento es para siempre, quiero estar por siempre contigo.

Volví a llorar en sus brazos, porque no podía imaginar una vida sin Namjoon en ella, porque eso no sería vivir.

Y ahora me sentía tan viva

***

mono; knjDonde viven las historias. Descúbrelo ahora