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Era lunes, mamá me había castigado
el fin de semana, aprovechó todas la oportunidades que se le presentaron para -además de pegarme unas cuántas veces esperando a recuperar la autoridad o dignidad, quién sabe- gritar y sacar en cara que dormí en la casa de un chico, creyendo seguramente que me había acostado con él.

Ella conocía a Namjoon, le tenía mucho cariño, lo podía ver en sus ojos rasgados cuando se dirigían palabra, pero lo que decían sus ojos su boca lo callaba.

Y lo que maquinaba su cabeza, sus puños castigaban.

O el grueso cinturón de cuero gastado que colgaba con solemnidad en un lado de su habitación.

Presté atención a las clases, con molestias al sentarme por las marcas que había dejado el modo de enseñanza que mamá había elegido, la graduación no estaba tan lejos y con ello la presión de entrar a una buena universidad nos asfiaxiaba a todos por igual.

Miré mi cuadernos lleno de apuntes a lápiz, de todo aquello que la profesora de historia relataba, no había rastro de mí en ellos. La tapa se mantenía de un rígido color azul con mi nombre en la parte inferior, sin un ápice de personalidad.

La carátula debía de ser mi carta de presentación, pero solo mostraba aquello que habían dictado para obtener puntos extra, letras perfectamente dibujadas como habían estipulado, los colores que estaban permitidos.

Y cada vez me sentía más fuera de lugar.

Porque sabía que había dejado atrás los útiles llenos de pegatinas y dibujos rebosantes de alegría y pasión que hacía a mano en los cursos aburridos que rendía, había olvidado los bocetos sin sentido al margen de cada hoja, los lapiceros de colores que empleaba con entusiasmo y las incoherencias llenas de lógica que plasmaba en la hoja final de cada curso.

Había dejado atrás todo lo que me representaba.

Y no podía hacer nada al respecto, así que tomé el impoluto lápiz amarillo entre los dedos y volví a escribir cada palabra que la maestra dictaba con monotonía absoluta.

Salí al primer recreo con una compañera al lado, riendo un poco sobre algún tema sin importancia que había sacado a la conversación, me regalaba fuertes carcajadas y pequeñas palmadas en la espalda como ella acostumbraba a dar.

Llegamos a la cafetería, con su brazo enredado al mío.

Caminamos entre la pequeña multitud frente al mostrador, sus ojos repasaron el listado de precios del pequeño pizarrón blanco en el estante.

Llevó una mano a la quijada, alargando un murmullo con la boca cerrada.

—Me compraría una hamburguesa, ni te imaginas hace cuánto tiempo que no como una.— volteó la mirada a un lado, retirando su melena castaña de sus hombros con la mano libre.— pero tiene demasiadas calorías, y he empezado una dieta para poder entrar en el vestido a rayas que te enseñé la otra vez. Esperame aquí, yo te traigo tu manzana. ¡Siempre estás comiendo fruta! Te cuidas mucho, ¿no? ¡Por eso tienes un cuerpo hermoso!

Y ella no sabía las ganas que yo tenía de embutirme una hamburguesa o alguna golosina, pero las manzanas era lo único que podía permitirme con el poco dinero que siempre llevaba en los bolsillos.

Subí las escaleras al último piso, devorando la manzana a grandes mordiscos, el estómago me rugía, aún así lancé al basurero los residuos de mi desayuno y lonchera de aquel día antes de sentarme al lado de Namjoon en los escalones altos de aquel bloque.

Levantó la mirada del cuaderno en su regazo, me regaló una sonrisa antes de removerse en su sitio.

—Has venido tarde, ya casi acaba el receso.— sus ojos se rasgaron más por su sonrisa.

—Yah, es por JungHea, no se terminaba su ensalada porque le habían echado pedazos de carne y no podía romper su dieta.— me revolví el cabello, Namjoon cogió un sándwich con una mano y le dio un gran mordisco.

—Esa chica.— rió bajo, mirándome una vez más con sus pequeños ojos oscuros.

—¿Qué haces? ¿Estás estudiando?.— traté de ignorar el alboroto en mi cabeza, ese que se creaba cada vez que estaba cerca de él.

—No, estaba repasando algunas letras. Ya sabes... Este viernes tengo que estar en una batalla de Rap de nuevo.— agachó levemente la cabeza, abriendo su cuaderno nuevamente. Me incliné leyendo los escritos a lapicera negra en su regazo. Acercó su sándwich a mi boca con cuidado.— Tiene mayonesa, como te gusta.—aseguraba cada vez que me hacía comer otro mordisco.

—Son muy buenos.— me miraba con atención, yo era buena redactando y él lo sabía, le gustaba conocer la opinión de la gente que estaba fuera del mundo del hip hop, le ayudaba a crecer, le emocionaba escuchar la opinión ajena sobre su trabajo porque sabía que era bueno.— Pero en ésta parte— posé mi dedo sobre aquella frase,dando pequeños toques.— es muy...

Volteé la mirada hacia un lado, buscando las palabras correctas.

—¿muy profunda? ¿Muy genial? Ah, no, espera, ese soy yo.— le miré, entornando los ojos. Apreté los labios en un intento desesperado de no reírme en su cara.

Él no lo aguantó y estalló en risas, en carcajadas dulces que me rompían el alma.

Porque hace tiempo que no las oía.

Porque sabía que no durarían para siempre.

Porque tendría que olvidarme de todas ellas.

Le seguí la corriente, y le miré cuando pidió disculpas por su mal chiste.

—Agresivas.

—¿Qué?— su respiración se iba normalizando, deteniendo sus carcajadas de a poco. Se reclinó levemente en su sitio, ensanchando su sonrisa a la vez que se acercaba a mi rostro.

—No lo pongas tan literal.—asentía con la cabeza con cada una de mis palabras, atento a mi percepción de su trabajo. Me ponía muy nerviosa lo cerca que estaban sus labios de los míos. — Cámbialo un poco, si oyen y sienten curiosidad por tus letras se darán cuenta de lo que significa. Dale al público trabajo, que se interesen en tus escritos, no se las pongas fácil.

Rió, rozando mis labios, bajando la cabeza. Volvió a alzar la mirada, pegando su rostro al mío, disparando mi pulso.

Nos habían advertido sobre las muestras de cariño en el colegio luego de vernos dar un pequeño beso en los pasillos, pero Namjoon siempre hacía lo mismo.

Vi sus ojos desviarse a mis labios y aguanté la respiración, temiendo por que nos encontrasen.

Mi cabeza vacilaba entre la idea de empujarlo hacía atrás o besarlo como había deseado desde que desperté en la mañana.

—¡NaEun, Namjoon!— HyunSuk apareció detrás de Namjoon, logrando que su entrecejo se arrugase. Solté una pequeña risa ante sus muecas de desagrado.—Vamos, tenemos que hablar con la profesora de coordinación.

Posó su mano sobre el hombro de Namjoon, quien soltó un pequeño bufido. Su sonrisa se ensanchó y volvió sobre sus pasos, esperando a que le siga.

Sentí el apretón sobre mi mano, se acercó a mi oído soltando un ronco "te espero a la salida".

Asentí con una sonrisa curvando mis labios.

Me tenté y deposité un suave beso en sus labios, sintiendo las piernas temblar como cada vez que lo tocaba.

Solté su agarre y sonreí ante el notorio rubor de sus mejillas y la sorpresa de su rostro.

mono; knjDonde viven las historias. Descúbrelo ahora